l 28 de noviembre pasado María de Jesús Patricio Martínez , Marichuy, visitó nuestra Ciudad Universitaria para dialogar y explicar su candidatura y su programa a una multitud de estudiantes y profesores que, teniendo como fondo protector el gran mural de Juan O’Gorman, aquel en el que se cruzan y se encuentran Copérnico y Ptolomeo, escuchó con atención y aplauso las palabras y las propuestas de Marichuy.
La acompañaron en la tribuna Martín Esparza, del Sindicato Mexicano de Electricistas; Mario Luna, representante y dirigente de los pueblos yaquis de Sonora; Araceli Orozco, madre de Lesvy; dos estudiantes de la UNAM, Amiel Moreno y Elena González, y Bettina Cruz, organizadora indígena de Juchitán. Botellita de Jerez y Café Tacvba pusieron la música y el festejo.
Una manta colgada al pie del mural de O’Gorman resumía la flor de la utopía: Venimos a hablar de cosas imposibles, porque de lo posible se ha dicho demasiado
. Trajo a mi memoria palabras de Marc Bloch, historiador, militar y combatiente de la resistencia francesa, fusilado por los nazis: A fuerza de utopías aparece, por fin, la realidad
.
Encontré en la explanada a compañeras y compañeros de tantos tiempos y tendencias de la izquierda y entre los libros usados, allá a la venta, se me apareció uno de los grandes de América Latina, el peruano Manuel Scorza, con su novela Redoble por Rancas, que nos cuenta de los tiempos peruanos del despojo, de la ira y de los mitos vengadores.
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¿Qué nos dijo y propuso la candidata del Concejo Indígena de Gobierno? Reproduzco aquí, mejor que cualquier crónica, sus propias palabras en algunos de los párrafos de su mensaje:
Hoy más que nunca, necesitamos que la educación sea crítica, científica y acorde a la realidad de esta nación multicultural en la que las culturas originarias siempre han sido negadas. Lo anterior para que deje de ser el adiestramiento para instruir operadores del despojo, de la producción desmedida, de los justificadores del desastre social, político y ambiental a que nos ha sometido este sistema capitalista, que deje de ser la educación el semillero de la enajenación de los pueblos en nuestras comunidades y en las ciudades; o sea que deje de ser parte de los engranes que hacen funcionar al sistema capitalista
.
Necesitamos que la educación sea gratuita y popular porque los derechos no deben ser mendigados ni convertidos en mercancía, sino reivindicados y ejercidos sin miedo para la construcción de nuevas formas y horizontes
. […]
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“Y les decimos que estamos y estaremos, porque el dolor y la rabia que tenemos los pueblos originarios es también por ver a nuestros muertos y muertas, desaparecidos y desaparecidas, encarceladas y encarcelados por defender lo que para nosotros es la vida. Tenemos dolor y rabia por la impunidad ante miles de feminicidios, por la violencia sistemática que día con día vivimos las mujeres del campo y las ciudades y que nos hacen decir ¡ya basta!, llegó la hora de las mujeres
, y no tengan duda, nosotras también vamos por todo”.
Porque nuestra lucha y nuestra apuesta es muy grande y no debemos parar de construir, con dignidad, el México en el que las mujeres no falten nunca más en el camino y en los trabajos para sanar nuestra patria
. […]
Lo decimos porque venimos buscando algo mucho más grande e importante, venimos buscando la conciencia colectiva de abajo, esa que hemos visto nacer y florecer en los estudiantes organizados y que nos han enseñado mucho con su dignidad y determinación
.
Prueba de ello son las luchas históricas hechas por los estudiantes de 1968, 1986 y 1999, que nos recuerdan que es también la hora de ustedes y que no sólo son el futuro sino el presente, y no de México sino del mundo. Hoy les decimos que junto con ese aprendizaje en la memoria histórica de los universitarios y la juventud rebelde, es el tiempo de impulsar y construir desde el pensamiento y acción colectiva de los pueblos originarios y la dignidad y fuerza de la lucha de las mujeres que se rebelan y se organizan, el nuevo mundo que nos está reclamando la historia
. […]
A ustedes, la juventud conciente, a los creadores y multiplicadores de artes y ciencias, los reconocemos como una gran luz en medio de tanta muerte y oscuridad, los necesitamos para seguir soñando, luchando y haciendo cada vez más grande eso que los poderosos tanto temen y que se llama democracia, libertad y justicia.
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A todos nuestros hermanos y hermanas de esta gran ciudad, hoy profundamente desgarrada, atrapada en las redes de la violencia y el crimen organizado, despedazada a cada momento por las ambiciones de los grandes capitales inmobiliarios, a cuyas decisiones se encuentran sometidos todos los poderes públicos y todos los colores de la política de arriba, queremos decirles que es el tiempo de reconstruir esta ciudad y este país desde abajo y a la izquierda, renaciendo la solidaridad de todos y de todas, la que en ocasiones anteriores les ha distinguido, durante los sismos de 1985, en los recientes sismos, en las ocasiones en que se reclama el esfuerzo y la unidad de los miles y miles que con su trabajo diario hacen posible la vida de la ciudad.
La ciudad, las ciudades, son por excelencia el espacio en el que el capitalismo se reproduce sin cesar; el espacio y el tiempo de las ciudades están organizados para satisfacer la reproducción del sistema capitalista. La explotación, el despojo y el desprecio son momentos permanentes en la existencia de las ciudades.
Se trata de que las y los de debajo de esta ciudad, junto con los pueblos indígenas originarios y residentes que la habitan y que están arrinconados, perdiendo gradual pero aceleradamente sus antiguos territorios, o viviendo y trabajando en condiciones infrahumanas, organicen la alegre rebeldía y resistencia anticapitalista, buscando golpear al monstruo en su corazón a la par que se construye una nueva ciudad realmente justa, libre y democrática.
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María de Jesús Patricio Martínez, Marichuy, en Ciudad Universitaria, nos dijo sus palabras por la tierra, el trabajo y la vida, contra el despojo, el dinero y la muerte. Toca a nosotros escucharlas, considerarlas y decidir.