ulcritud, exhaustividad y contundencia son conceptos que de ninguna forma deberían ser ajenos a la filosofía del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, ampliamente conocido como Tec. Buena parte de su orgullo y prestigio está fincado en la búsqueda de la máxima calidad en sus procesos y resultados, inyectando a su comunidad una visión y una práctica de individualismo exitoso y compromiso social desde lo empresarial que no debería permitir, mucho menos propiciar, fisuras o contradicciones traicioneras de ese espíritu de élite cumplida.

Sin embargo, la caída de dos puentes que unían edificios en el campus Ciudad de México de esa universidad privada, y la consecuente muerte de cinco estudiantes, ha sumido a los directivos del Tec en una situación que no encaja con sus postulados de excelencia. Opacidad, tardanza e imprecisión en una especie de control interno de daños que ha dejado una sensación de demagogia o elusión declarativa muy al estilo de las posturas de los políticos tradicionales, y un tufo de protección a firmas constructoras, directivos o personajes públicos involucrados en el tema, sin atender adecuadamente los justos reclamos de los familiares de las víctimas y de la sociedad, que se pregunta cómo y por qué sucedió tal imprevisión o falla en ese centro educativo del sur de la Ciudad de México (uno de los 30 que en el país tiene el Tec).

A final de cuentas, ese instituto ha determinado que la culpa de lo sucedido es de los sismos de septiembre. Ante esa postura se ha levantado una demanda judicial con el abogado Gabriel Regino como representante de las familias de dos de los estudiantes fallecidos. No hay una imputación directa contra nadie. Lo que se exige es que haya una investigación pulcra, exhaustiva y contundente de lo sucedido entre los sismos del 7 y el 19 de septiembre del año en curso, y que se pueda conocer la verdad de los hechos, si alguien intervino con negligencia.

El caso Tec (fundado este instituto en 1943, por iniciativa del icónico empresario regiomontano Eugenio Garza Sada), como el del colegio Enrique Rébsamen, podrían tener colindancias o implicaciones con lo electoral inmediato, lo cual se añade a lo sustancial, que es la resolución clara y creíble de sus respectivos expedientes, los cuales no corresponden al manejo discrecional privado, sino a un legítimo interés público, por las víctimas que causaron y por obligada aspiración de justicia. No basta con blandir dictámenes oficiales de auto exculpación o anunciar remodelaciones en el campus capitalino sureño, como lo hizo ayer uno de los directivos del Tec. Se necesita mucho más.

México es un país parcialmente capturado, donde el crimen organizado ha empezado a ganar no sólo posiciones, instituciones o regiones, (si no) además posibilidades de influencia política: así dijo ayer Jaime Domingo López Buitrón, quien fue dos veces director del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), al final de las administraciones de Vicente Fox y de Felipe Calderón (https://goo.gl/kBTjxJ). Es notable esa evolución de los grupos criminales, mejor armados y con la vista puesta también en los procesos políticos, fue uno de los planteamientos generales que, al participar en un foro organizado por la Fundación Konrad Adenauer, hizo el ex funcionario público que ahora colabora con el Grupo Lauman, de Manuel Arroyo, propietario del diario El Financiero (https://goo.gl/3LcUFZ).

El director de la Cineteca Nacional, Alejandro Pelayo Rangel, ha generado polémica con sus declaraciones a José Antonio Monterrosas y Francisco Valenzuela, de la revista digital michoacana www.revesonline.com : “El del Santo, hay que ser muy honestos, no es un buen cine, es kitsch; no es un cine que nosotros queramos pasar (en la Cineteca); fue muy comercial, muy popular, pero no son buenas películas” (https://goo.gl/ck71o8).

Añadió: “El del Santo es cine popular y no marcó ningún hito (…) no desconozco su importancia, pero no es una importancia que tenga que ver con el cine de calidad. No tiene que ver con el cine que promueve la Cineteca, es uno que tuvo mucho éxito, pero no deja de ser un cine comercial y de mala calidad; vamos, ¡se veían los alambritos!, entonces es un cine que ni siquiera podemos tomar en serio”. Bajo esas consideraciones, Pelayo ha dicho que no habrá ciclo de El Santo en la Cineteca Nacional, en este centenario del nacimiento de Rodolfo Guzmán Huerta (1917-1984), quien fue el mítico y muy popular Enmascarado de Plata.

El Principal Precandidato Presidencial del PRI (P4), José Antonio Meade Kuribreña, anunció ayer, con entusiasmo, que el gobierno federal seguirá ayudando a los damnificados por el sismo, como lo estaría demostrando un convenio de colaboración entre el Banco del Ahorro Nacional y Servicios Financieros (Bansefi) y Telecomunicaciones de México (Telecomm): Faltaba un elemento para seguir ayudando, que era que Bansefi tuviera más presencia, que tuviera más ventanillas, que tuviera más capacidad de ayudarles y de resolverles (nota de Israel Rodríguez en La Jornada: https://goo.gl/hRDxmu), dijo el precandidato que está en espera del destape oficial.

El optimista anuncio de Meade sólo tiene un detalle más que desalentador: el director del citado Bansefi es Virgilio Andrade, aquel personaje llevado por Peña Nieto a la Secretaría de la Función Pública para que limpiara los expedientes de la Casa Blanca de Angélica Rivera y de la casa campestre en Malinalco de Luis Videgaray. ¡Cuántas maniobras y enjuagues se podrán hacer ahora con las cuentas de ayuda a damnificados!

Y, mientras el periodista Alberto Barranco ha tuiteado que vienen tiempos difíciles para la prensa crítica, en la obsesión malsana del gobierno de evitar la llegada de inquisidores de su corrupción, ¡hasta mañana, con la Auditoría Superior de la Federación señalando más irregularidades en pagos a Odebrecht por obras de la refinería de Tula y en la construcción y otros rubros del tren interurbano México-Toluca, todo con sello oscuro de la casa real!

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