Opinión
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¿La Fiesta en Paz?

Egos, en lugar de truenos

Entre bobos anda la beneficencia

Pesos sí, euros no

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Cuando no se quiere cambiar, de nada vale que la empresa tenga otro nombre si sigue destinando toritos de la ilusión para los que figuranFoto Archivo
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ay un viejo dicho que la historia olvida con temeraria frecuencia: El que ríe al último ríe mejor, es decir, que si alguien le juega chueco a otro o se pasa de listo en repetidas ocasiones o abusa hasta el hartazgo, más tarde o más temprano el agraviado se las cobrará con creces.

Ya son más de dos décadas del conmovedor idilio entre el candoroso público de la plaza México, el seductor maestro valenciano Enrique Ponce y dos alcahuetas principales: la empresa y las autoridades en turno, más un conmovedor coro de cupidos. Como suele ocurrir, otros pretendientes toman nota.

Uno de los aspirantes más ofendidos es el diestro de Galapagar, José Tomás (42 años de edad), quien desde su alternativa en esta misma plaza, en diciembre de 1995, inició una pésima relación con la anterior empresa, embelesada con Ponce a partir de su confirmación, en diciembre de 1992.

Pero los embelesos nublan la cabeza y entorpecen la razón, sobre todo si el seductor es mal asesorado, por lo que el valenciano, pudiendo haberse hecho un auténtico ídolo de la afición mexicana, se conformó con mangonear en la plaza México, imponer ganado, fechas, alternantes y vetar toreros.

La lógica del neofeudalismo taurino implantado hace décadas, reflejo del neoliberalismo de sucesivos gobiernos –más mercado y menos Estado–, es aplastante: impongo a mis amigos, que me dirán a quién contrato y a quién hago a un lado, aunque interese al gran público, como fue el caso de Tomás.

El daño se multiplicó, ya que la arbitraria dupla empresa de la México-Ponce se extendió a otras ciudades y ferias del país, reduciendo edad y presencia en las reses, competencia entre los toreros y la oferta de un espectáculo apasionante, al someterse a los propósitos del gurú taurino de Valencia.

José Tomás, entre tanto, se consagraba definitivamente en España como el nuevo torero taquillero, después de Manuel Benítez El Cordobés, siendo sistemáticamente eludido o relegado por Ponce, tanto allá como aquí, donde la empresa no tenía inconveniente en anunciarlo sin que estuviese firmado.

El candoroso público de la plaza México, desacostumbrado a reclamar, sería engañado repetidas temporadas al anunciarse la reaparición de José Tomás que, entre sus pretensiones y las maniobras y abusos de Ponce, reaparecería sin fortuna, ante una mansada de Xajay, hasta el 29 de noviembre de 2009.

Sorprende entonces que, con estos antecedentes, hispanópatas y mexhincados hayan hecho tanto ruido porque Tomás le cobra a Ponce tantos abusos y zancadillas, al negarse a alternar con éste en la rumbosa cuanto tardía corrida en la Plaza México a beneficio de los damnificados de los recientes sismos.

Unas cuantas preguntas: los malagradecidos taurinos europeos, que tanto dinero han ganado en México, ¿por qué no correspondieron organizando, en España y Francia, con sus figuras y público, festivales y corridas benéficas, recabar euros y enviarlos a México para las tareas de reconstrucción?

¿Prefieren lucirse aquí, y dárselas de generosos ante escogidos toritos de la ilusión, mientras le sacan más pesos a los enlutados mexicanos? La reventa para el devoto festejo del 12 de diciembre, ¿alcanzará los escandalosos niveles del último y malogrado mano a mano de José Tomás en la México?

La nueva empresa, como su antecesora, reincide en la costumbre de ofrecer más de lo mismo, con una modalidad: hartos caballitos para acompañar a Ponce, Castella o El Juli, frente a Teófilos, Xajay, Julio Delgado o Rancho Seco. Al igual que en política, jugar a cambiar para que nada cambie.