na ciudad sólo es hermosa si es silenciosa, afirma Christian Hugonnet, militante antirruido en París, ciudad donde rugen los motores de los autos y las motos.

La capital francesa tiene muchas incoherencias acústicas con sus edificios y estaciones construidos con hormigón o piedra, donde el sonido rebota y se amplifica, explica Hugonnet.

París tiene 20 años de retraso respecto a Tokio en el uso de asfalto silencioso, que absorbe el ruido, resalta, y los parisinos ya no saben escuchar el silencio.

Ejemplifica la plaza de la República, de más de tres hectáreas en el corazón de la capital, cubierto con una amplia losa de hormigón. Es una catástrofe desde el punto de vista de la contaminación acústica, lamenta, un generador de ruido porque la piedra lisa hace rebotar todos los sonidos.

Fanny Mietlicki, directora de Bruitparif –un observatorio del ruido–, asegura que el ayuntamiento de París ha minimizado por mucho tiempo el fenómeno del ruido, dándole más importancia a la calidad del aire. Según el observatorio, 22 por ciento de los parisinos se ven afectados por la contaminación acústica.

Detalla que el ruido le cuesta a París unos 3.5 millones dólares, debido a los problemas de salud que provoca, como trastornos del sueño, que pueden causar accidentes, problemas de concentración, retrasos en el aprendizaje de los niños y riesgos cardiovasculares vinculados al estrés.

Célia Blauel, del ministerio del Medio Ambiente, sostiene que en tres años, 30 por ciento de la autopista que rodea París se cubrirá con un asfalto que absorbe el ruido, lo que reducirá la contaminación acústica para las decenas de miles de personas que viven cerca de esa vía, donde circulan unos 270 mil autos al día.

Aboga por reducir los límites de velocidad y endurecer las normas de decibelios para las motos, insoportables por la noche.

Afp