a intensidad del sismo ciudadano sobrepasa el movimiento del 19 de septiembre. El torrente, incontenible vendaval, solidario de mujeres y hombres que se movilizaron todos a una de forma espontánea, pero con plena conciencia de las tareas inmediatas por emprender, ha sido contundente. Este sismo ha evidenciado en toda su realidad la mampostería del sistema político gubernamental y partidista, echó abajo la escenografía de cartón piedra para mostrar las ruinas, los escombros del modelo caduco que mal gobierna el país.
Las incontables brigadas surgidas por todos lados para organizar acopio de alimentos, medicinas, herramientas, casas de campaña, transporte, difusión informativa y acciones de salvamento en sitios derrumbados, reflejan energía social que prácticamente nadie vislumbró que estaba lista para hacer erupción. Los ríos de lava solidaria corrieron incontenibles, arrasando a su paso la indiferencia, el egoísmo, la abulia y cualquier noción de aceptar un destino trágico. La hecatombe que remeció a la ciudad ha sido enfrentada con la movilización tierna y combativa de quienes tomaron las calles y, al hacerlo, han desatado un movimiento auténticamente democratizador que remueve anquilosadas estructuras políticas y sociales.
Las cúpulas de los partidos políticos que integran el sistema legislativo nacional están aterrorizadas ante los efectos del sismo ciudadano. De tal manera que desde distintas trincheras partidistas han debido hacer propuestas para responder a la sociedad agraviada por los excesos de quienes dicen representarla. Así, las mencionadas cúpulas están en puja para ver cuál ofrece mayor porcentaje del presupuesto que les asigna el Instituto Nacional Electoral (INE) y que se destine a tareas de reconstrucción. Nada más que su interesada solidaridad, para ser auténtica, tiene que tomar otros cauces.
Es una obscenidad, una afrenta a la ciudadanía el presupuesto destinado anualmente a los partidos políticos y al sistema de representación en el Congreso nacional y en los congresos estatales. Considero que debe haber financiamiento público, pero el mismo tiene que disminuirse, así como las campañas partidistas, de ahora en adelante, están obligadas a ser más austeras y su tiempo recortado. Quitar todo financiamiento público pudiese abrir la puerta a la llegada de fondos privados de dudosa procedencia y/o de personajes y corporativos dispuestos a donar con la intención de que sus intereses sean defendidos por el partido que reciba la dádiva. Lo cierto es que el monto del presupuesto nacional dedicado a los partidos políticos es oneroso y ofensivo, dado que buena parte puede reasignarse a mejores causas.
De la misma manera es imprescindible revisar cuidadosamente el sistema de representación plurinominal, el cual por lo menos bien puede ser disminuido. Como está es a todas luces inecesariamente grande y costoso. Además de bajar el número de curules plurinominales, tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado es ya inaplazable cortar de tajo las prebendas de todo tipo que han usufructuado impunemente diputados y senadores. El ahorro tiene que ser destinado a un fondo de reconstrucción de las zonas afectadas por los sismos de septiembre.
El sismo ciudadano demanda reconfigurar los sistemas de protección civil federales y estatales. Ha llegado la hora de tener al frente de los organismos ombudsman/ombudswoman de reconocida trayectoria en labores de rescate y reconstrucción, así como historia personal íntegra en el manejo de presupuestos. En Protección Civil federal, y en el correspondiente puesto en cada estado, deben ser elegidos mujeres y hombres que no estén al servicio de proyectos sexenales de la Presidencia de la República en turno ni de los gobernadores.
Por la energía, enjundiosa organización, capacidad de respuesta, inventiva para responder a las necesidades de las personas afectadas, deseos de continuar más allá de las tareas inmediatas de rescate, y conciencia de que las acciones solidarias por venir tienen que ser en beneficio exclusivo de la gente, y no para robustecer la imagen de opción partidista alguna, los partidos políticos que han renunciado a cierta parte de los millones que les canaliza el INE y quieren darle distintos cauces a su donativo
, bien podrían reconocer la madurez alcanzada por la sociedad civil y entregar los millones a organizaciones de ésa sociedad para que ellas implementen y vigilen su uso. O bien, que se conforme un fondo multipartidista y su administración quede bajo una comisión creada ex profeso con personalidades del multicolor abanico de la sociedad civil, y no la componga solamente el monocolor de una sola opción política.
La irrupción del sismo ciudadano necesariamente debe contribuir a reconfigurar las filas de la misma sociedad civil, la que vive una etapa distinta a la que se levantó tras los sismos de 1985. La sociedad de ahora ha respondido de manera más tumultuosa que su antecesora. Es más informada, crítica, tiene a su disposición medios informativos que resquebrajan los cercos oficiales y oficiosos (las redes sociales han sido vehículos informativos efectivos, y en su mayoría bien usados). Todo esto puede cimentar una nueva cultura de responsabilidad ciudadana democrática, cincelar una personalidad democrátrica más amplia que influya en todos los órdenes de la vida cotidiana. La personalidad democrática conoce y defiende sus derechos, y los de los demás, pero también es consciente de sus responsabilidades en una sociedad plural.