a primera reacción ante los sismos del 7 y el 19 de septiembre provino de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). El Servicio Sismológico Nacional, cuya sede se encuentra en el Instituto de Geofísica de esa institución, informó con exactitud a todo el país lo que estaba ocurriendo: el tiempo, el espacio y el origen de los dos movimientos principales, así como de las réplicas que les han seguido. Ante cada nuevo evento en estos días terribles, hemos conocido la ubicación geográfica del epicentro, la profundidad en el subsuelo del foco sísmico y su magnitud: 8.2 en el caso del movimiento originado en el Golfo de Tehuantepec –una de las mayores de la historia reciente de nuestro país– y 7.1 el que tuvo origen entre Puebla y Morelos, que afectó a las entidades del centro de la República, entre ellas la Ciudad de México. Y es que frente a las tragedias, una de las mayores necesidades humanas es conocer con la mayor certeza posible el fenómeno que les dio origen y sus causas.
Los científicos de la UNAM han explicado que el origen de la sismicidad reciente encuentra su explicación en la tectónica de placas. La corteza terrestre se encuentra fragmentada y dividida en grandes segmentos, los cuales expresan desde hace millones de años movilidad. México es un país con gran sismisidad debido a que en nuestro territorio confluyen al sur las placas de Norteamérica, la de Cocos, la del Caribe, la de Riviera y la del Pacífico. Los movimientos recientes son el resultado del desplazamiento (subducción) de la placa de Cocos por debajo de la de Norteamérica. También sabemos por la explicación de los investigadores pertenecientes al Servicio Sismológico con sede en la UNAM, que dirige la doctora Xyoly Pérez Campos, que si bien se sigue estudiando su posible relación, los movimientos del 7 y el 19 de septiembre son fenómenos independientes.
Debo a mi colega y amigo Horacio Salazar, de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia, recordarme que luego del sismo de 1985 investigadores de los institutos de Física y de Ciencias Físicas de la UNAM, entre ellos Jorge Flores y sus colegas en 1987 (en Nature), Víctor Cruz Atienza, del Instituto de Geofísica, y sus colaboradores también en Nature (2011), así como otros grupos de físicos de la máxima casa de estudios, como el encabezado por Alexander Franco Villafañe en Europhysics Letters (2016), entre otros, realizaron estudios que muestran cómo las características del suelo en el Valle de México, por sus orígenes lacustres, amplifican la intensidad y duración de las ondas sísmicas y lo hacen más vulnerable a los movimientos telúricos, lo cual, por otra parte, ha obligado al desarrollo de reglamentos de construcción muy estrictos para la Ciudad de México, en cuya elaboración han participado ingenieros de la UNAM y especialistas egresados de esta institución.
En este sentido, la UNAM realiza también investigaciones en el área de la prevención de riesgos, no solamente en el caso de sismos, sino también de otros fenómenos naturales, lo que ha dado lugar a la elaboración de mapas de riesgos en todo el territorio nacional, algunos de ellos en colaboración con otras instituciones.
Pero quizás uno de los aspectos recientes que más han llamado la atención ha sido cómo los jóvenes se han convertido en protagonistas de uno de los movimientos de solidaridad más importantes en los años recientes. Luego del terremoto de 1985 en el que la sociedad se volcara a brindar ayuda a sus hermanos en desgracia, no se había visto una expresión tan fresca, genuina y de los jóvenes en el país. Una generación a la que poco se ha entendido, vino a demostrar de qué está hecha y sin aspavientos ha dado lo mejor de sí para ayudar a las víctimas de esta tragedia. Los estudiantes de la UNAM no han sido la excepción, por el contrario, han desplegado acciones trascendentes de solidaridad. Han creado un importante y confiable centro de acopio en las inmediaciones del Estadio Olímpico de Ciudad Universitaria, y se han organizado en brigadas que participan en las labores de rescate y de ayuda a los damnificados incluso en los sitios más olvidados por la ayuda oficial.
También la Universidad Nacional Autónoma de México ha desarrollado una importante labor de divulgación a través de la Dirección General de Comunicación que lidera Néstor Martínez Cristo, mediante la difusión de información científica a través de una modalidad muy interesante, en la que se convoca a los medios de comunicación a ruedas de prensa para ponerlos en contacto directo con los investigadores en temas e interés periodístico, con lo que se busca garantizar la transmisión de información confiable a la población acerca de los sismos.
No quiero decir con lo anterior que la institución que encabeza el doctor Enrique Graue sea la única universidad o instancia que ha hecho frente a los recientes acontecimientos que han enlutado a los mexicanos, pero sí se puede afirmar que ha jugado y juega un papel muy relevante en este momento en que se requiere de una respuesta decidida en favor de México. A todos los universitarios y a los mexicanos nos llena de orgullo.