Una pequeña utopía
as grandes utopías y dictaduras del siglo XX fracasaron, quizá por tratar de cambiar al mundo de manera radical e intentar homogeneizar los intereses y pasiones del ser humano. Sin embargo, cuando se desatan guerras, revoluciones o suceden tragedias como la que acabamos de vivir en México, la gente se une y, particularmente los jóvenes, demuestran la gran sensibilidad y capacidad de entrega que tienen.
En los casos de las ciudades destruidas en las guerras mundiales y durante las revoluciones socialistas en sus pri- meros momentos, el esfuerzo realizado por la población para reconstruir, apoyar a los habitantes, alfabetizar y de- sarrollar un mejor ser humano, fue inconmensurable.
Algo semejante pasó durante el terremoto de 1985, en México, y ahora se repite con los sismos que acabamos de vivir. La gente sale a la calle a trabajar y está a dispuesta a hacer su mayor esfuerzo y a compartir pertenencias que considera valiosas.
Sin duda, la tragedia que vivimos traerá la caída de la producción. Banamex, por ejemplo, calcula que el costo de los sismos será de entre 0.3 y 0.4 por ciento del PIB. Sin embargo, si se logra mantener el trabajo de la población en la reconstrucción, con mejores viviendas y educación, más cultura e infraestructura de todo tipo, el país podría crecer más de un punto porcentual adicional. El tema es cómo lograrlo, pues la clase política está completamente desprestigiada y no puede coordinar este esfuerzo.
La pequeña utopía que podría volverse realidad es recuperar el servicio social de un año al término de carreras técnicas y universitarias. Con proyectos coordinados, donde participen especialistas en las diversas materias, se podría cambiar la vida de millones de personas en cientos de comunidades.
Simplemente con cambiar pisos de tierra por pisos de cemento, introducir agua potable, pintar fachadas, mejorar técnicas de producción, contar con medicamentos y doctores o ayudar en lo que cada persona se especializó, se puede mejorar la vida en las comunidades más pobres.
El verdadero servicio social, como el que se realiza en estos momentos, no sólo cambia a los que reciben el apoyo, sino también a los que lo otorgan. Esa es la mayor enseñanza que puede recibir un estudiante cuando termina su carrera.