El culto de plata. El Santo
“ El Santo fue un accidente colectivo, forjado por una larga nómina de cronistas, guionistas y directores, y por el público que abarrotaba la arena para gritar: ‘san-gre, san-gre’. Su muerte provoca un encabezado del periodismo vespertino: El Santo al cielo . Su posteridad tiene el atributo circular de las leyendas: El Enmascarado de Plata acaba de volver.”
Juan Villoro. El Santo
(publicado en La Jornada Semanal el 31 de octubre de 1999).
¡Santo! ¡Santo!
ctubre de 1999, en una colmada sala de la Cineteca Nacional, un grupo de menesterosos intelectos, gandallas y devotos del culto de plata (José Xavier Návar, Raúl Criollo, Rafael Aviña, Fernando Rivera Calderón, Mauricio Matamoros y David Siller) presentan el ejemplar de la revista Somos dedicada a El Enmascarado de Plata, con el título Santo: vida, obra y milagros
. Una profusa investigación que incluyó documentar la casa en la calle de Beisbol, donde el ídolo estaba en familia lejos de multitudes acosadoras y apenas a unos pasos de los Estudios Churubusco, con un mural en que se encomendaba a la Virgen de Guadalupe y clóset a medida con compartimentos para capas y máscaras.
La edición se convertiría en la más vendida en la historia de Editorial Televisa, cosa que nadie hubiera imaginado cuando en principio Návar y Criollo pasaron por zancadillas y piquetes de ojos de todo tipo, sólo con algunos apoyos francos, como el de Alejandro Guzmán, el hijo mayor de la leyenda y coleccionistas como Christian Cymet y Juan Solís. Tras poner al enemigo con las espaldas planas, el número fue presentado con toda la barba y posteriormente, dejando las cajas que portaban ejemplares de venta más vacías que las arcas del salinato, las butacas tornaron en graderío multiforme gritando: ¡Santo! ¡Santo! Mientras el cácaro en turno despachaba la exhibición especial de Santo vs las mujeres vampiro (Alfonso Corona Blake, 1963).
Y tú te llamarás…
Rodolfo Guzmán Huerta nació en Tulancingo, Hidalgo, el 23 de septiembre de 1917. Su madre enfermó y la familia se movió a la Ciudad de México, sin calcular que lo haría para siempre, debiendo instalarse en el centro, apenas a unas cuadras de donde estaría la Arena Coliseo. Guzmán jugó beisbol, futbol americano y se inició en algo de artes marciales, hasta que entró a la academia del Casino de Policía, donde enseñaba Gonzalo Avendaño, quien, como buena leyenda de la instrucción de combate, se decía que había peleado con la Legión Extranjera en la Primera Guerra Mundial. La mayoría de luchadores importantes saldrían de ese gimnasio, ampliado a lo que después sería la Arena Modelo (posterior Arena México) y a las figuras que con los años vendrían de Guadalajara, guiados por El Diablo Velasco, y de Monterrey por Rolando Vera, entre muchos otros.
Rudy Guzmán ganó sus batallas, algunas más que como Murciélago II (nombre del que lo depojó el hombre con ese registro Jesús Murciélago Velázquez, aunque después serían cuates y filmarían juntos) o como El Hombre Rojo, pero ni en su día de mejor optimismo pudo imaginarse lo que ocurriría con su vida tras adoptar el nombre de El Santo, apoyado por don Jesús Lomelí, formador de talentos y encargado de direccionar la personalidad y estilo de las nuevas figuras. Cuando se puso la primera máscara con el personaje, Rodolfo ya tenía 25 años.
Con un carisma y refinamiento arriba y abajo del ring que estaban por encima de su tonelaje o de su técnica, El Santo fue la máxima estrella de la lucha libre mexicana. La gente lo quiso o lo odió (brevemente en sus orígenes malévolos) con todas sus fuerzas, como rudo, como técnico, con aliados o en enfrentamientos mano a mano. En 1951 José G. Cruz, talento mayor de la historieta mexicana (hizo cómics de Arturo de Córdova, Wolf Ruvinskis, además de las series Paquín, Ventarrón, Juan sin miedo, Tenebral, La Tigresa del bajío, o La Pandilla), lo lanzó en una edición que adicionaba el mote El Enmascarado de Plata. Éxito editorial con tiraje de millón y medio de ejemplares a la semana, aunque la cosa terminaría mal casi tres décadas después cuando la dupla rompió y G. Cruz lanzó una nueva versión del cómic con el fisicoculturista Héctor Pliego (con careta con S en la frente). Los golpes bajos pasaron por demandas, fotografías filtradas a prensa (G. Cruz lo negó siempre) con el de plata sin capucha, hasta el auto exilio del historietista en Estados Unidos.
El ídolo tuvo que contar con un representante (Carlos Suárez, actor de soporte en muchas cintas del cine nacional), algo casi fuera de sitio entre ensogados endebles y vestidores con tufo de pomadas caseras y espejos fragmentados, pero es que El Santo fue estrella internacional (hasta la India o Líbano), vencedor de Black Shadow (una de las 10 luchas de máscaras más importantes de la historia), compadre de Javier Solís (grabaron dueto en Nueva York, aunque el material se perdió), admirado por todas las bellas; como la noruega Eva Norvind, quien –según sus propias palabras– trató de seducirlo para conocerlo sin máscara en plena filmación de Santo vs la invasión de los marcianos (Alfredo B. Crevenna, 1962); portador de grandes voces que hablaban por él mientras se plantaba frente a cámara (Óscar Morelli, Víctor Alcocer, Bruno Rey…); aguantador de fractura en cuenca del ojo izquierdo por patada de Wolf Ruvinskis (la única lesión seria desde su debut el 2 de abril de 1943, hasta su retiro el 12 de septiembre de 1982), fundador con Rafael Barradas Osorio de la Fraternidad El Santo, para agenciar recursos para luchadores y boxeadores retirados o lesionados; fuente, referencia, homenaje y todo lo demás para surgimiento de parodia genial del cineasta José Buil en su tésis fílmica Adiós, adiós, ídolo mío (1982); todo lo mismo y un poco más (aunque sin derechos de uso del nombre, que pasó a ser El Ángel Enmascarado) para que el mismo Buil hiciera la maravilla de encordado, set de rodaje, novela negra, historieta, delirio, romance e intriga en La leyenda de una máscara (1999). Todo lo anterior, más inspiración literaria de Rafael Ramírez Heredia ( Otra vez El Santo) o Lorena Paz Paredes ( Ni tanto que queme al Santo, donde se encuentra con el doble de Juan Orol), incógnita emergente para asaltar banco en Perdita Durango (Alex de la Iglesia, 1997), entre interminable lista de referencias de cine y televisión.
La cúspide
La fama lo obligó a salir a escondidas de las arenas (su hermano Jimmy solía encapucharse en su lugar para abandonar los recintos), sufriendo comparación con su efectivo hermano campeón Black Guzmán ( Tenazas de Oro, siempre admirado por Salvador Novo), pero capaz de dominio contra las criaturas más aterradoras y dueñas de todos los insomnios, desde científicos sin tres o cuatro tuercas, vampiros (Drácula, Brákola y derivados), momias, mostros
y monstruos, Frankenstein y Franquenstains
, La Llorona, El Hombre Lobo, materia lunar inteligente
, Monstruos de lagunas de aguas negras, zombies; llegando a darse derechazos por arriba de la simulación contra El Manotas
regiomontano en Santo vs Blue Demon en la Atlántida (Julián Soler, 1969); y hasta un impensable restaurador pictórico que generaba tumores cerebrales en doncellas raptadas para hacer compuesto químico y… ¡clonar obras de arte! Parte de la infaltable Santo vs El Doctor Muerte (Rafael Romero Marchent, 1973); y así hasta darse trompo de arte marcial contra Tinieblas adelantándose a los sangrientos territorios de la UFC en La Furia de los Karatecas y El Puño de la Muerte (Alfredo B. Crevenna, 1981). Tinieblas había sido Franquenstain en Santo y Blue Demon vs los Monstruos (Gilberto Martínez Solares, 1969) y la momia Satán en Las Momias de Guanajuato (Federico Curiel, 1970).
La técnica de pancracio, muchas veces discutida para el héroe, se puede apreciar en diversos combates fílmicos, como los de Santo vs los zombies (Benito Alazraki, 1961), incluido un duelo de título mundial cotra Black Shadow con cátedra de lances y llaveo. Con El Santo debutaron Irma Serrano o Alberto Rojas El Caballo, salvó El Tesoro de Moctezuma (René Cardona Jr, 1966), entre otras proezas de encomio. Mientras en el cine nacional El Enmascarado de Plata se aliaba con Blue Demon y Mil Máscaras, en los nubosos recovecos internacionales de la violación de derechos reservados, el de plata podía ser camarada de El Capitán América y El Hombre Araña en la cinta turca 3 Dev Adam (T. Fikret Ucak, 1973) o hasta hacer relevo celestial, todo terreno y de magnetismos heréticos en la canadiense Jesucristo cazador de vampiros (Lee Gordon Demarbre, 2001).
El tope infinito
¿Cuando es bueno decir adiós? ¿Cuando el cuerpo ya no resista? ¿Cuando los contratos no sean lo que son? ¿Cuando la gente no se aplaste para verme? Lo que sea que se haya cuestionado el de plata quedó de lado cuando tuvo un preinfarto en vestidores y el comisionado Rafael Barradas le dijo que ya era el tiempo. Esto pasó apenas unos meses después de que El Signo le había pegado una patada que lo dejó inconsciente. Había que irse con el homenaje que se había ganado y no insistir con morir en el ring.
Cuatro funciones grandes, cerrando en septiembre de 1982 en el Toreo de Cuatro Caminos. Flanqueado por su mejor pareja Gori Guerrero, su amigo Huracán Ramírez, su heredero de estrellato El Solitario, en duelo de relevos atómicos (genial invento del promotor Alfonso Flores, cuando no teníamos ni planta nuclear; aunque bueno, también había relevos australianos cuando en Australia ni existía la lucha libre profesional) contra Los Misioneros de la Muerte (con El Signo a la cabeza) y el rudazo cuatro suelas (forradas de pelaje) El Perro Aguayo.
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