Los deportistas se pusieron el overol
penas se apaciguaba el violento vaivén, cuando en las calles la frase más común se lanzó con angustia: ¡la gente, la gente!
Urgía ver al prójimo, lanzarse al rescate cuando apenas se disipaba la nube de polvo. El trabajo hormiga del ciudadano de a pie se desbordó ante la catástrofe y otra vez escribió una de sus más excelsas páginas.
Nadie dio la orden de arranque, fue un impulso que nació del corazón y al instante ya estaban ahí cientos de manos desnudas moviendo cascajo y estructuras retorcidas, jóvenes aturdidos, incrédulos, asustados, pero activos. Las horas desvelaron la magnitud del desastre y también multiplicaron el número de voluntarios.
Los deportistas se pusieron el overol en serio. Esos personajes acostumbrados a la lucha y al entrenamiento con disciplina y sacrificio –casi siempre con todo el entorno en contra, sobre todo los amateurs–, se unieron sin reparo y fueron uno más en la ardua labor de donar, recolectar enseres y comestibles, empaquetar, cargar, trasladar.
Futbolistas, boxeadores, luchadores, clavadistas, ciclistas, beisbolistas, maratonistas, pilotos y demás atletas se sumaron; también directivos de equipos, dueños y federativos. Inclusive, varios deportistas tomaron la pala y el pico para remover escombros en Morelos, Oaxaca, Chiapas, Tabasco, Puebla y Ciudad de México.
Septiembre es el mes de los huracanes y terremotos, pero ante todo es el mes de la patria. La gente sólo halló una manera de deshacer el doloroso nudo en la garganta: a coro y a capela, sobre montañas de ruinas entonó aquí y allá el Himno Nacional. Los recintos fastuosos con sillones mullidos, donde van a dormitar los legisladores, ni falta hicieron. ¡Patria es esto! ¡Aprendan!
Esa misma masa anónima que entona en días de fiesta el Cielito lindo en los estadios de futbol, lo trasladó al lugar de la devastación, esta vez como una plegaria de ánimo y esperanza. Fue el canto espontáneo, que fundido con el esfuerzo conjunto y solidario, hizo el milagro de poner el alma en paz frente a la muerte misma:
¡Ayyy, ay, ay, ay!, canta y no lloreees, porque cantando se alegran, cieeelito lindo, los corazones...
Cantar para curar... Falta mucha labor, falta reconstruir y seguir aprovechando el gran poder de convocatoria de los deportes, la generosidad de los atletas del país y de otros lares, y vigilar que todo llegue –sin intermediarios oportunistas– a las verdaderas víctimas.
El show debe continuar. Hasta las plazas y glorietas de las convulsionadas zonas afectadas llegaron mimos, payasos, sicólogos y hasta mariachis que con su arte lograron arrancar sonrisas y lágrimas liberadoras a los damnificados. Hoy más que nunca el futbol debe cumplir su función de catarsis.
Toca pues hacer rodar el balón con renovado ánimo, con la certeza de que se rompió el hielo. La unión en el desastre tuvo la virtud de zanjar distancias, los futbolistas rompieron su burbuja y se dieron un increíble y fantástico baño de pueblo. En esta ocasión los héroes principales fueron los otros.
Dos técnicos mexicanos más fueron cesados. José Manuel de la Torre salió del Santos Laguna y en su sitio quedó Robert Dante Siboldi, un institucional del equipo guerrero, que estaba encargado de las fuerzas básicas. El Chepo hizo jugar bien al conjunto albiverde, pero los resultados no lo acompañaron, su carácter lo traicionó y la paciencia de Alejandro Irarragorri se agotó.
En el puerto jarocho también le dieron las gracias a Juan Antonio Luna pese a su aceptable trabajo. El apodado Cabezón batalló entre lesiones y la incorporación interminable de foráneos. Nunca pudo contar con una plantilla sólida. La directiva que encabeza Fidel Kuri optó por echarlo y puso en su lugar al paraguayo José Saturnino Cardozo.
Una semana intensa espera a los equipos de la Liga Mx con jornada doble. Martes y miércoles se disputará la fecha 11 y el fin de semana la 12. Se espera la temprana clasificación de los equipos punteros, con Monterrey a la cabeza.
