Sábado 23 de septiembre de 2017, p. 21
En 1985 la terapeuta Monique Zepeda atendió a niños que perdieron sus hogares por los temblores y vivieron en albergues. Más de tres décadas después, con su amiga Alejandra Chacón, también sicóloga, atiende en una cocina económica a alumnos, padres y maestros del Colegio Enrique Rébsamen que viven en estado de shock o terribles momentos de ansiedad, cuyos síntomas ni siquiera habían descubierto.
En este sencillo negocio, ubicado a una cuadra del colegio, ambas han escuchado historias de niños que se sienten culpables, porque no pudieron salvar a sus amigos o de profesoras que se paralizaron frente a los derrumbes y de padres conscientes de que deberán ayudar a sus hijos a procesar estas pérdidas.
Un niño llegó con una gran ansiedad. Entró en un proceso de negación, usa todo el día los videojuegos, pero llega la noche y no puede dormir. El problema es que debemos de procesar la realidad y los adolescentes tienden a esquivarla
.
Chacón refiere que tras lograr que las víctimas expresen lo que sienten se elabora un plan, corto, no de argo de plazo.
Algunos profesores se sienten mal, porque no cumplieron su responsabilidad. Dejaron al grupo y se fueron
, comenta Cepeda.
Agrega que las instituciones públicas deberán proveer a las comunidades afectadas de servicios sicológicos.