Opinión
Ver día anteriorJueves 21 de septiembre de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Pensar lo impensable
E

n días como hoy, a unas cuantas horas del terrible sismo que cimbró a una parte del país y segó la vida de muchas personas, parece una banalidad distraerse con otros asuntos. Pido una disculpa por hacerlo, pero es mi manera de vivir con el horror de lo que ha ocurrido.

Ante la Asamblea General de las Naciones Unidas el presidente Trump pronunció un discurso en el que hizo una referencia más que inquietante a Venezuela, en el mismo apartado en el que planteó la destrucción de Corea del Norte, y la denuncia del acuerdo nuclear con Irán. La inclusión del país latinoamericano en la lista de enemigos de la superpotencia necesariamente quiere decir algo, pero da miedo entender lo que dio a entender. Habló de la destrucción de las instituciones democráticas y de las terribles condiciones de vida de la población, y advirtió que ni Estados Unidos ni otros se quedarían con los brazos cruzados. El mensaje fue clarísimo. Los venezolanos tienen que prepararse para una acción intervencionista de la OEA, o de una coalición hechiza, que va a liberarlos. ¿Qué tan impensable es que algo así ocurra?

El gobierno mexicano, siempre tan obsequioso con esta Casa Blanca, seguramente es considerado como uno de los otros que van a participar en aquello en lo que los estadunidenses están pensando para ayudar a la liberación de los venezolanos. En este momento no puede ofrecer tropas, aunque si pudiera seguramente lo haría, pero su apoyo diplomático a la iniciativa de Washington está garantizado, cualquiera que sea.

La coincidencia del actual gobierno mexicano con el de Estados Unidos en lo que a Nicolás Maduro se refiere no sólo tiene que ver con la amistad de Videgaray con el yerno del presidente Trump, Jared Kushner, aunque asuntos personales como la amistad se traducen en compromisos de Estado. El presidente del PRI, Enrique Ochoa, ha hecho del gobierno venezolano el petate del muerto de la campaña electoral que ya comenzó. Es tal la pasión antichavista o antimadurista del segundo priísta de la nación, que en lugar de explicarnos qué políticas pondría en práctica un presidente emanado del PRI, cree que para movilizar votantes basta con gritar ¡Ahí viene Andrés Manuel Chávez-Maduro.

Toda comparación es odiosa o abusiva, pero con frecuencia las comparaciones son inevitables. El discurso del presidente Trump en Naciones Unidas evoca los muchos discursos que pronunció el canciller alemán Adolfo Hitler en campaña y en el poder. El principal argumento del líder estadunidense para justificar la agresividad con que se dirige al mundo es que Estados Unidos es una víctima, un país que ha sido humillado, que no obstante su grandeza, ha sido injustamente tratado y ofendido, al que no se le reconoce su verdadera categoría. Subyace en su protesta la convicción de que su país es el hazmerreír de los europeos, de los chinos, de los coreanos –norte y sur– y hasta de los mexicanos que no respetamos ni sus derechos comerciales ni su frontera. El mensaje del presidente Trump en Naciones Unidas fue que su gobierno va a poner un alto a esta situación que él describe como insostenible.

En 1933, el corazón del discurso alemán oficial era la denuncia contra una comunidad internacional explotadora de la debilidad pasajera de un país que no había sido vencido en 1918, sino traicionado por un gobierno sin legitimidad. La Sociedad de las Naciones también fue pasada a la báscula por la Alemania de entonces, y sus resultados fueron negativos como lo son, según Estados Unidos, los resultados de Naciones Unidas. El siguiente paso lógico sería que ese gran país, fundador de las instituciones internacionales que han sostenido la paz mundial por más de medio siglo, se retirara del organismo internacional con el argumento de que le cuesta caro y no le sirve.

Esta comparación entre la política exterior de Alemania en 1933 y la de Estados Unidos hoy, no tiene porque ir hasta las últimas consecuencias, que son impensables. Además, también hay diferencias de peso. Por ejemplo, mientras muchos europeos estaban íntimamente de acuerdo con el argumento de Alemania la víctima, pocos fuera de Estados Unidos creen que el resto del mundo explota a la superpotencia. Pensar en paralelismos ayuda a entender hacia dónde puede ir la política internacional, aunque hasta ahora fueran impensables.

Con las víctimas del 19 de septiembre de 2017 presentes.