Ricardo Yáñez
Liquidámbar
lguna vez esta columna se llamó Poesía para llevar, alguna vez me dieron un premio por difundir poesía (cosa que sólo indirectamente, aunque tal vez de manera indeleble, tal vez, hago), alguna vez oí que crítica que no cite, que no su decir ilustre con ejemplos, no puede dárselas de ejemplar, alguna vez no muy lejana, un mes no exacto, osé decir en público que no entendía del todo la necesidad de presentar libros, alguna vez, la vez pasada, la hice en esta columna de anfitrión…
Un poco de manera oscura –neblinosa más bien–, todo esto para comentar que el más reciente viernes acudí a la tan entusiasta como comedida presentación de dos: Vocación de animal, de Gustavo Íñiguez, y Liquidámbar, de Carmen Villoro (Mantis), y que dado el espacio de que acá disponemos me hubiera gustado llanamente citar textos por ahora sólo del segundo, y nada más.
Carmen, siempre mesurada, siempre firme, siempre en su lugar, siempre con ese humor que no es sino la sonrisa iluminada, inteligente, procura, propicia, suscita; con esa siempre alta sensibilidad que no se sale nunca de dominio. Carmen, una de las figuras de nuestro espectro cultural, alerta y temperada, definitiva y abierta. Carmen, una lección: pudor que no escatima riesgos.
Carmen ofrece en Liquidámbar uno de los poemas (es de los denominados libro/poema) que esperábamos. –¿Otro al padre? –Sí, pero de una hija. Un poema de aliento, alentador. Perdón que cuele aquí una de mis frases: Visión de conjunto, sentido del detalle y economía de medios. De no haber sido dicha hace muchos años, hubiera surgido sola al concluir la lectura de Liquidámbar. La digo ahora –describe sin injusticia la impresión registrada.
Toda presentación de libro es, con mayores o menores razones, una celebración. Ésta (la de ambos libros, mas evidente es lo familiar que para la vida literaria de la Ciudad de México resulta el nombre de Carmen Villoro), y merecidamente, lo fue.
Vean, ya nos quedamos sin espacio. Citemos sólo el texto de apertura de Liquidámbar:
Un árbol: Entre todos los árboles/ hay uno que me importa.// Lo alimenta la luz de la mañana/ lo habitan pájaros/ el viento lo sacude/ la noche lo refresca/ como a todos.// Pero ese árbol preciso me interesa.// Quiero que tenga el agua necesaria/ abonar su terreno/ cuidar sus hojas, una a una/ y proteger sus brotes y sus tallos.// Ese árbol/ tan viejo y tan lejano/ me obsesiona:/ no quiero que se muera.