Madrid.

A una semana del peor atentado en la historia de Cataluña a manos de una célula del Estado Islámico, el sufrimiento, el duelo y la indignación siguen a flor de piel. En los hospitales hay todavía 33 víctimas, de las cuales siete se encuentran en estado crítico, tres están graves y 18 se recuperan sin que corra riesgo su vida.

El pasado 18 de agosto, alrededor de las cinco de la tarde, el tiempo se detuvo en La Rambla de Barcelona, la arteria más emblemática de la ciudad que a diario recorren miles de turistas. Una camioneta, conducida por Younes Abouyaaqoub, marroquí de 22 años, invadió la zona peatonal a más de 80 kilómetros por hora y avanzó en zigzag atropellando a cientos de paseantes. De inmediato se confirmó que se trataba de un atentado a manos de una célula yihadista, similar a los que se han perpetrado en Berlín, Londres, Niza, París y Manchester. El conductor fue abatido dos días después en un enfrentamiento con la policía catalana en la localidad de Subirats, a unos 80 kilómetros del lugar del atentado.

Esa misma noche, cinco integrantes más de la célula yihadista atentaron en la ciudad turística de Cambrils, pero cuando intentaban arrollar a las personas que recorrían el paseo marítimo fueron neutralizados por un dispositivo policial y abatidos tras amenazar con hacer estallar cinturones con explosivos que después se comprobó que eran falsos.

Siete días después de la matanza, más de 130 personas han tenido que ser atendidas en hospitales catalanes, más de 80 tienen heridas graves y, aparte de los golpes, también se recuperan de las secuelas sicológicas que les dejó el ataque.

La mayoría ya han sido dados de alta, pero todavía quedan 33 distribuidos en los principales hospitales de la región. De los heridos en Cambrils que permanecen hospitalizados, dos están graves y tres se reportan estables.

En cuanto a los 15 muertos, todos han sido identificados, incluidos dos niños: uno español de tres años de edad que murió con su tío abuelo y en presencia de su madre y su hermana; y un pequeño de siete, de origen australiano, que estaba de vacaciones en Barcelona con su familia.

De las víctimas mortales de nacionalidad española fueron identificadas Francisco López Rodríguez, de 67 años; Ana María Suárez, de 67; Pepita Codina, de 75; Silvina Pereyra, hispano-argentina de 40 años que trabajaba en el mercado de La Boquería, y Pau Pérez, ingeniero de 34 años y cooperante en varios proyectos de solidaridad que fue asesinado a cuchilladas por Abouyaaqoub cuando huía del lugar de la masacre.

Entre las víctimas de otras nacionalidades están la enfermera belga Elke Vanbockrijck, de 44 años; los italianos Luca Russo, de 25, y Bruno Gulotta, de 35, que se encontraban de vacaciones; la argentina Carmen Lopardo, de 80 años; Jared Tucker, estadunidense, de 43, quien estaba de vacaciones con su esposa; el canadiense Ian Moore Wilson; el niño australiano de siete años Julian Cadman, y dos mujeres portuguesas María de Lurdes Ribeiro, de 74 años, y su nieta María Correia, de 20.

En el apartado judicial, el juez de la Audiencia Nacional, Fernando Andreu, ordenó la puesta en libertad provisional de Salh el Karib, el sospechoso que permanecía en retención judicial porque desde su comercio se vendieron dos boletos de avión a nombre del supuesto líder de la célula yihadista, el imán de Ripoll, Abdelbaki Es Satty, quien murió durante la explosión en la casa de Alcanar, Tarragona, que utilizaban como base de operaciones.

En Usera, barrio del sur de Madrid, ocurrió un nuevo ataque de tinte islamófobo contra una musulmana de 38 años que fue golpeada por tres jóvenes a la salida del Metro. La mujer fue hospitalizada por heridas leves y se encuentra fuera de peligro, pero la agresión se está investigando como un delito de odio.