Metro, reflejo de la desigualdad egipcia
on boletos que cuestan el equivalente a 11 centavos de dólar, el tren subterráneo de El Cairo es tal vez el más barato del mundo y facilita enormemente el transporte en una ciudad saturada de vehículos.
El Metro de la ciudad, construido hace 30 años, refleja la desigualdad económica que hay en Egipto; los pasajeros que entran y salen a empujones son en su gran mayoría pobres o de clase media-baja, a diferencia de los subterráneos de Nueva York, Washington o París, en los que ricos y pobres conviven en cierta medida.
Ese medio, considerado vital para esos sectores, es despreciado por las clases altas, que no lo necesitan. Las estaciones y los vagones casi no tienen anuncios porque las empresas consideran a los usuarios sin poder adquisitivo. Los residentes de un distrito de clase alta en una isla del Nilo se niegan a tener una estación en su barrio, temerosos a que eso genere una invasión de habitantes de barrios pobres.
El Metro no es ajeno a las penurias de la economía en un país cuyo gobierno ha reducido los subsidios, aumentado los precios de la gasolina y devaluado la libra egipcia, que cayó de ocho a 18 por dólar.
Muchos economistas extranjeros elogiaron las medidas, pero la inflación que desató, de alrededor de 30 por ciento, golpeó duro a la población. Casi un tercio de los 93 millones de habitantes de Egipto viven por debajo del nivel de pobreza, con menos de dos dólares diarios.
Alrededor de 5 millones de pasajeros viajan en el Metro diariamente en esta ciudad. El servicio tiene tres líneas y el servicio no es tan rápido.
Pocos vagones tienen aire acondicionado. Las esperas son largas y los trenes, frecuentemente, están repletos. Casi no hay negocios ni artistas que buscan propinas, aunque abundan los vendedores callejeros de chucherías y comida barata.
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