Los inquilinos de Trump
o te hagas, Ortiz: ¿si desde la semana pasada conocías los nombres de los acaudalados arrendatarios de Trump (¿o compradores?, intervengo yo), qué necesidad de hacerla tan cansada. Otro: En casa estamos ansiosos, ya conseguiste expectación y lectores cautivos. No vayas a salir con que son de Juan Pérez Jolote o Pedro Páramo, prestanombres. Y un amigo optimista: ¿Si son tus mansion-ma tes y no quieres balconearlos, te entiendo. A ellos y otros más reclamantes que me enviaron correos, los decepciono. La relación de los propietarios que tanto interés ha despertado no son un descubrimiento personal. Éstos han sido mencionados en diferentes medios de la prensa oral y escrita, y ahora los republicito a la manera de aquellos viejos carteles que en el Medio Oeste llenaban las calles, los aparadores y por supuesto hoteles y bares con las caras de los facinerosos más temibles del momento. Sobre el pecho del malhechor cruzaba con grandes letras diagonales la palabra: wanted! Luego venían sus generales, delitos cometidos, grado de peligrosidad y cantidad de la recompensa ofrecida por su captura: vivo o muerto, para hacerla más facilita. Los interfectos (segunda opción del diccionario) ya no están en esos afiches, sino en las publicaciones costosísimas en las que se auto homenajea nuestra chabacana burguesía. Pagan y pagan las páginas dentro de las cuales no tienen escrúpulo y recato para cantarle su indecorosa forma de vivir: Vacíos, insensibles e inevitablemente zafios, exhiben, con ufanía y orgullo lo que en una sociedad cristiana (credo que presumen profesar la mayoría de los llamados interfectos), sería vergüenza, pecado con escándalo y, por supuesto, en el caso de que en realidad fueran creyentes, estupidez supina porque: ¿Quién, en su sano juicio, cambia 100 años de satisfactores menores: soberbia, avaricia, vanidad, arrogancia, fatuidad, altanería y presunción por una eternidad a la vera del señor? Sentirse inferiores les provoca a estas personas, el llamado por don Sigmund, complejo de inferioridad, que surge de una profunda necesidad de reconocimiento. Estas carencias de seguridad y autoestima desencadenan mecanismos compensatorios para satisfacer, por medio de los objetos materiales, sus más profundas carencias anímicas. Pero dejemos mis modestas aproximaciones a la teoría sicoanalítica y vayamos a la información que durante toda la semana me ha estado siendo reclamada. ¿Quiénes son los conciudadanos que representan el mejor as, dentro de nuestra ancha manga patriótica, para enfrentar desde adentro (una quinta columna, como quien dice), si un día don Don(ald) amanece con el epiplón inflamado y nos la quiere hacer de tos, por el simple pretexto de cámbiame estos aguacates? En el momento mismo de su mínima agresión, los inquilinos de la Torre Trump de Nueva York le dejan de pagar los abonos de la hipoteca o la mensualidad del mantenimiento que no debe ser cualquier baba de perico, ni siquiera de otra ave más pudiente del paraíso. Pueden requisarle los bombillos de todos los pisos, no canalizar la basura por los ductos ex profeso, armar fiestas escandalosas como si fueran diputados panistas de los que viven en Polanco. Léase: Luis Alberto Villarreal, a la sazón coordinador de la fracción panista en la Cámara de Diputados, el mismo que fue, al lado de la reina del table dance, la señora Montana, maestro de ceremonias del bacanal panista en Puerto Vallarta y del cierre de un salón de La bodeguita del medio, para celebrar, en compañía del ahora modosito acólito Ricardo Anaya, lo bien que les resultaban los moches
con los gobernantes de estados y municipios a quienes favorecían con fondos especiales para su mejor desempeño (Sí, Chucha). Y no olvidemos a su adorable roommate, la también diputada Merilyn Gómez, que le auxiliaba en sus nocturnas y pluripartidistas orgías. Ella es del Movimiento (¡Arroooz!
, como diría el inolvidable Mauricio) Ciudadano.
Pero antes de llegar al plato fuerte, como diría en su columna don Víctor González Avelar, dejemos que Notimex nos brinde un grato entremés.
Con el orgullo patrio un tanto achicopalado, nos enteramos que los mexicanos en el ranking de propietarios de bienes raíces en el paraíso de Miami vamos en un modesto quinto lugar. Dice la Asociación de Agentes de Bienes Raíces que nosotros los mexicanos
representamos el 5 por ciento de los adquirentes de propiedades en el condado de Miami-Dade, en los seis años recientes (¡Bueno! ¿y qué vamos a hacer si la prosperidad invade al país?). Hay que agradecer a la señora senadora doña Alejandra Barrales que gracias a la publicidad que provocó el que la máxima dirigente del partido de los proletarios, los sin techo, los desheredados, los campesinos cada día más etéreos, de los militantes del Ejército Industria de Reserva, se hiciera de Un lugar cerca del cielo
(exitosa película de Rogelio González, en 1952. Pedro Infante, Andrés Soler, Marga López) cuyo valor no llega siquiera al millón de dólares (se quedó apenas en 990 mil). Cantidad que seguramente logró reunir porque sus días intocables
que le correspondían durante sus arduas faenas de aeromoza los aprovechaba trabajando en alguna otra actividad. Como el rollo de las donaciones ya está muy quemado, esta mera suposición se me ocurrió al momento de tratar de explicar el origen del capitalito mencionado. Luego me sentí en la necesidad de una aclaración muy pertinente: en la jerga de los trabajadores del aire, los intocables son los días en los que no pueden ser llamados a laborar en razón de haber acumulado un determinado número de horas de servicio que las reglas de su contrato estipulan. Pues sin que se trate de un anuncio publicitario citaré los nombres de algunos ameritados vecinos por si algún miembro de la multitud tiene interés (y sobre todo intereses) suficientes para hacerse de un campito en los paradisiacos Sunny Isles, Brickell o Ball Harbor. Las adquisiciones de los mexicanos se han elevado de 3 mil 600 millones a 4 mil 900 millones en sólo dos años. Y una incitante y excitante noticia: las propiedades pueden ser adquiridas en efe
y sin mayores averiguaciones. Estas amplias facilidades le permitieron al señor Bernardo Quezada Salas, diputado por el combativo partido Nueva Alianza (propiedad de la señora Gordillo, conocido como Panal), la adquisición de 11 condominios en un solo día, con lo cual ganó un diploma por su demostrada asiduidad y diligencia que le otorgó la Asociación de Agentes de Bienes Raíces de Miami. Además como le dieron precio paquete, únicamente tuvo que erogar la cantidad de 6.3 millones de dólares. La zona residencial de Brickell obviamente cuenta con un sistema de seguridad de lo más sofisticado, pero seguramente no les sale sobrando el escuadrón de mexican guaruras que protegen a uno de sus nuevos vecinos. Me refiero a don Alberto Sentíes Palacios, más conocido en los medios del hampa: estafas, defraudaciones, asociación delictuosa y otras linduras, como lord Ferrari. Tal vez recuerden la hazaña que lo consagró en las redes cuando ordenó a sus bodyguards que propinaran una soberana golpiza a un osado conductor que se atrevió a rebasar a su Ferrari y las dos patrullas que lo protegían. Días después el cadáver del líder de sus golpeadores fue descubierto en un hotel de mala muerte. Actualmente tiene abiertos varios juicios debido a su nada ejemplar forma de acumular las divisas suficientes para comprar su modesto depa
de 1.5 millones de dólares.
Me quedan renglones para rebatir uno de esos infundios con los que los enemigos de México pretenden difamar nuestro país: Chiapas, no se cansan de decir, es una entidad donde la miseria se ha enseñoreado. Vamos a ver (como estamos en Miami: let´see) ¿si fuera cierta esta dolosa afirmación, un joven emprendedor (político y abogado) hubiera podido adquirir como modesto trabajador de la Secretaría de Hacienda de ese paupérrimo estado, 13 condominios en la torre Ópera, en el corazón de Miami? ¡CARAJO! Dijo dulcemente la madre superiora, interrumpiendo brevemente sus rezos: la maledicencia no tiene llenadero. Ansiosos, esperan su turno en el balcón, los inquilinos de Trump.
Twitter: @ortiztejeda