un año de la elección presidencial nada está definido y sería especular decir qué partido ganará y cuáles serán los candidatos perdedores. Después de las votaciones en el estado de México, los morenistas han hecho cuentas alegres, casi como vendiendo la piel del oso antes de matarlo, pero la realidad no puede confundirse con los deseos por más intensos que estos sean. Sí, en efecto, su votación para gobernador (a) fue numerosa y anticipatoria de los votos que podría cosechar el próximo año, pero también el PRI, reconstituyendo las viejas mañas que lo han caracterizado, logró un buen porcentaje de sufragios cuya suma verdadera está dependiendo de las resoluciones del consejo estatal, del tribunal estatal y en última instancia del Tribunal Federal Electoral en las siguientes semanas. Recordemos que 129 impugnaciones a 45 cómputos distritales mexiquenses no es cosa menor, sobre todo porque demandan al mismo tiempo Morena, PRD y PAN.
Pero si los priístas salvan todas estas instancias, ¿implicaría que puedan repetir el mismo fraude en 2018?, sí, seguramente. Si no hay una fuerte acción social con el fin de marcarles el límite desde ahora nada les impedirá que vuelvan a burlarse de la ley y los votantes, pues ya encarrerados será más difícil frenarlos. Pero esa fuerte acción necesaria para impedirlo no está tomando cuerpo y da la impresión de un Morena paralizado.
Con los números arrojados hasta hoy por las elecciones mexiquenses podemos estimar la posibilidad de que los morenistas colectarán un número extraordinario de votos para Andrés Manuel y quizá les alcance para rebasar al PRI y sus aliados en 2018, pero quizá no. Partidos como el PRD y Movimiento Ciudadano coaligados o no con algún partido como el PAN o con el mismo PRI saldrán a la búsqueda de votantes. Algún candidato independiente o varios, desprendidos del PRI, el PAN o el PRD saldrán también a la caza de votos. Cualquiera de ellos en el terreno electoral no es un enemigo al que pueda subestimarse porque se trata de un territorio todavía dominado en parte por el PRI y en parte por el PAN.
Este escenario no requiere de recovecos para interpretarlo; está indicando firmemente la necesidad de formar alianzas electorales y si se puede programáticas con los mismos partidos que la retórica lopezobradorista está desechando de antemano. En la medida en la que transcurre el tiempo serán más difíciles los pactos y menos con ultimatos ofensivos. De allí que una conclusión importante es la necesidad de plantearse seriamente las alianzas si Morena está pensando en dar una batalla inteligentemente planeada. Sobre todo porque la actual coyuntura se está abriendo dejando en los márgenes a una parte sustancial de la población sin deseos de movilizarse contra del fraude.
En el caso de Andrés Manuel la realidad impuesta por la fuerza le ha resultado adversa en las dos ocasiones anteriores pese a la considerable ventaja con la que arrancó en sus precampañas e inclusive ya en la salida oficial de los candidatos presidenciales. Una tercera debacle del jefe morenista, así sea bajo la imposición descarada como la pretendida en el estado de México, tendría efectos muy desfavorables para el país, pues significaría una vez más la clausura de las medidas pacíficas y legales para salir de la mediocridad en la que vivimos los mexicanos desde hace más de 30 años. En este contexto, la ilusión de una revuelta electoral masiva que deponga al PRI y al PAN del poder el año próximo no tiene hoy un asidero concreto porque estamos girando ante una masa electoral desilusionada de los partidos, de los órganos electorales y del gobierno mismo y que no ha sido tocada por un discurso que le muestre el camino de la liberación del sistema que no la deja desarrollarse. Franjas considerables de familias empobrecidas en áreas rurales o en las ciudades sólo esperan las elecciones para vender sus votos y ayudar un poco a la economía del hogar, aunque su simpatía y aún su conciencia primaria los acerque a las posiciones críticas y contestatarias de Morena.
Desde perspectivas diferentes se ha criticado las respuestas groseras de Andrés Manuel a la posibilidad de las alianzas, inclusive desde los expertos conocedores de cómo han funcionado las alianzas en la historia del país. Abonando en este mismo sentido creo pertinente traer el escenario de 1861-1862 en plena intervención de España, Inglaterra y Francia contra el gobierno de Juárez para cobrar deudas exageradamente infladas. Benito Juárez no dudó en decretar una ley de amnistía para quienes hubieran luchado contra el gobierno de la República en la guerra de Reforma. Muchos militares conservadores se acogieron al decreto y otros se dieron de alta en los ejércitos de la defensa de Puebla. El acontecimiento está magistralmente relatado por Paco Ignacio Taibo ll en La Gloria y el ensueño que forjó una patria. Claro, era otra época, otras circunstancias, otra generación de hombres y mujeres que anteponían el honor y los intereses de la patria a los suyos propios. Pero hablamos de alianzas.
*Investigador Colegio de Sonora