na nueva sociedad civil planetaria, vinculada por una misteriosa fraternidad nocturna, surge de los escombros del Estado-Nación. Se opone de forma radical al imperio de los depredadores. Organiza la resistencia. La componen una multiplicidad de frentes de rechazo. Sus luchas alumbran una esperanza inmensa” (Jean Ziegler, Los nuevos amos del mundo, 2013). Son los civilizionarios. Los nuevos actores de la transformación civilizatoria, los que luchan por la emancipación de la humanidad, los que defienden al planeta. Son sujetos sociales novedosos para la historia. Poco a poco, brotan, crecen, se multiplican. Son hijos de la crisis de la modernidad, pero también de las innovaciones tecnológicas, que hoy facilitan la información, la comunicación y el transporte. Aunque poseen una conciencia planetaria, un sentido de especie, porque saben que, a pesar de su inmensidad, la Tierra como sistema es sumamente frágil y delicada, ellos actúan a muy pequeña escala. Son como diminutas hormigas con las antenas levantadas para registrar lo que sucede en el resto del mundo y actuar. De su conciencia doble, que es social y ecológica, brota una ética. Los civilizionarios trabajan permanente y arduamente a la escala doméstica para lograr un hogar autosuficiente. Captan agua de lluvia, transforman la energía solar en eléctrica o en calor, aprovechan el viento, buscan producir buena parte de sus alimentos, utilizan materiales adecuados, reciclan, cierran circuitos. Cuando consumen lo hacen de manera responsable. Pero también participan y muchas veces encabezan iniciativas de organización barrial o comunitaria, cooperativas y asociaciones.
Ejemplos de civilizionarios son cada vez más abundantes. Los millones que se manifiestan en las calles contra Monsanto, contra el cambio climático o en nombre del planeta. Los movimientos feministas y por la equidad sexual que cimbraron al mundo a principios del año. Los contingentes de ciclistas que exigen la abolición del transporte individual y basado en petróleo, es decir, que cuestionan la religión del automóvil
, los que practican la agroecología como productores rurales o como habitantes urbanos y que sólo en Latinoamérica ya suman varios millones, los que batallan por un consumo consciente y responsable de alimentos sanos. Dos proyectos de organización global de los civilizionarios son el movimiento llamado de Pueblos en Transición (Transition Towns), que hoy alcanzan mil 200 en 50 países (ver) y que buscan vivir sanamente y sin petróleo, y La Vía Campesina, una coalición de 164 organizaciones en 73 países de África, Asia, Europa y América, que agrupa a unos 200 millones de campesinos y campesinas, pequeños y medianos productores, pueblos sin tierra, indígenas, migrantes y trabajadores agrícolas de todo el mundo. La Vía Campesina defiende la agricultura ecológica y a pequeña escala como un modo de promover la justicia social y la dignidad, y se opone firmemente a los agronegocios y a las multinacionales que están destruyendo los pueblos y la naturaleza (ver).
Seis valores claves de los civilizionarios son la diversidad (el mundo es pluriverso), la autosuficiencia (no la dependencia), la cooperación (no la competencia), la descentralización, la democratización (de la información, el conocimiento y la tecnología) y la pequeña escala, los cuales caminan a contracorriente de la actual civilización industrial. Aunque son poco visibles, irrumpen en los momentos claves y participan activamente en acciones políticas ahí donde consideran que debe actuarse.
Los civilizionarios encuentran en los pueblos originarios o indígenas sus mayores fuentes de inspiración, y participan junto con ellos en diversas resistencias. Igualmente atienden y abrazan el legado de Oriente (taoísmo, budismo, gandhismo) en su intento por conectar sentimiento y pensamiento.
Tres ejemplos de ilustres civilizionarios son J. Assange, E. Snowden y Ch. Manning, quienes se jugaron la vida por la transparencia de la información. José Mujica, ex presidente uruguayo, y su esposa serían buen ejemplo de civilizionarios. Filósofos que abonan a esta visión son Edgar Morin y el brasileño Leonardo Boff, pero también Ivan Illich, André Gorz y Vandana Shiva. Un civilizionario convencido es el papa Francisco y su encíclica Laudato si, un verdadero manifiesto de ecopolítica ante la crisis global que ya está movilizando a contingentes de católicos de todo el mundo.
Los civilizionarios vislumbran la necesidad de una transformación cualitativamente mayor, no un mero recambio de cosas, inducen a identificar la existencia todavía incipiente de otra globalización o, para ser más precisos, de una contraglobalización a la que ha venido imponiendo el neoliberalismo, que no es más que la fase corporativa del capital alcanzado su máximo histórico. Ello resulta significativo porque permite ir más allá de las visiones de emancipación enclavadas todavía en las tesis, ideologías y discursos heredadas de la tradición revolucionaria
que hoy no son suficientes para entender y transformar la realidad. Ello desnuda también el papel explotador y depredador de las dos instituciones que la propaganda y la publicidad consideran las dos instituciones supremas del progreso
, el crecimiento
y el desarrollo
: el Estado y la corporación. Una deificación doble que impide justamente encontrar y construir los nuevos escenarios de la real emancipación, es decir, de la transformación civilizatoria. Ellas y ellos consideran que si hay una modernidad alternativa, hay también una globalización de la esperanza
que corre a contracorriente del proceso hegemónico neoliberal, y que si la especie humana logró sobrevivir a tanta inclemencia y durante tanto tiempo (200 mil años), está vez también lo hará.
Los civilizionarios se despiertan escuchando con atención cómo los pájaros se platican sus sueños, y se acuestan navegando los sonidos del mundo sintonizando Radio Garden, que da acceso a unas 12 mil estaciones de todo el mundo. Y usted, querid@ lector@, ¿ya se convirtió en civilizionari@?