l papel de la esposa o compañera del presidente de Francia adquirirá al fin un estatuto oficial con el quinquenio de Emmanuel Macron. Hasta ahora, las funciones de la primera dama francesa han sido tan vagas como confusas. Si bien es tradición que se ocupe de obras benévolas y humanitarias, las esposas no son remuneradas, aunque gozan de oficinas y secretariado en el Elíseo. Entre sus funciones está la de acompañar al jefe de Estado en sus desplazamientos oficiales tanto en el interior como en el exterior del país. Una tarea no menos importante es la representación pública: a través de su vestimenta, sus joyas, su perfume se lanzan la propaganda de firmas francesas, y, sobre todo, mediante su personalidad se impone un savoir vivre francés: educación, gustos literarios y artísticos, distinción. Un error de su parte puede afectar las relaciones internacionales o la política interior.
Emmanuel Macron prometió durante su campaña de candidato tomar las disposiciones necesarias para poner fin a un sistema de hipocresía, donde debe moverse difícilmente la primera dama y el cual terminó por explotar durante la presidencia de François Hollande. Agregó que su esposa Brigitte hará, desde luego, según su voluntad, antes de precisar que su opinión se tomará en cuenta al establecerse el estatuto oficial de la esposa del Presidente.
Se sabe que Brigitte, 24 años mayor que Emmanuel Macron, lo ha aconsejado y acompañado durante toda la campaña electoral. Algunos comentaristas y cómicos sugieren que es ella quien dirige la estrategia. En todo caso, en los reportajes televisivos de las reuniones del movimiento En Marcha!, se la ve sentada al lado de Macron, dar su punto de vista en voz alta o murmurar su opinión al oído de su esposo, quien no deja de asentir. Debe aclararse que, hasta ahora, su conducta ha sido discreta y casi secreta. Se deja ver poco, pero cuando aparece, lo hace con holgura y elegancia, sin solemnidades ni aires mundanos.
La historia amorosa de Brigitte y Emmanuel no deja de ser novelesca, rozando el drama en algunos momentos. Brigitte Trogneux, nacida en 1951 en Amiens, de una familia de notables de provincia, productores de chocolate, se casó en 1974 con André-Louis Auzière, banquero con quien procreó tres hijos. Después de un periodo en Estrasburgo, vuelven a Amiens, donde ella trabaja como profesora de teatro y literatura francesas. En 1993, un joven de 15 años, Emmanuel Macron, ingresa al taller de teatro de la escuela privada La Providence, en esa ciudad. El adolescente se enamora perdidamente de su profesora. Ella, al borde de la cuarentena, cede al amor de su alumno. Las visitas a su casa son espiadas por los vecinos y, mientras su madre lo cree enamorado de la hija de Brigitte, el escándalo estalla: Auzière abandona su hogar, Brigitte es librada a la calumnia y los insultos. Corre el riesgo de ser acusada de corrupción de menores. La familia de Macron exige de ella que deje de verlo y envía a Emmanuel a estudiar a París. Él le jura que se casará con ella. Se ven a escondidas en espera de su mayoría de edad. Al fin, tras el divorcio de ella, pronunciado en 2006, se casan en 2007. ¿Cómo iban a imaginar entonces que vivirían en el palacio del Elíseo 10 años después?
Historia de amor digna de la literatura francesa, tales Le roman de Tristan et Yseult o La princesse de Clèves, narraciones terminadas trágicamente. Como termina también la magnífica novela de Raymond Radiguet, Le diable au corps, cuyo relato tiene coincidencias con la historia de Emmanuel y Brigitte. Radiguet narra el amor de un adolescente por una mujer casada mayor que él. Su padre y la madre de ella hacen todo por impedir su relación amorosa. Ella muere al dar a luz el hijo adulterino que su viudo creerá suyo.
Por fortuna, el novelesco amor entre Emmanuel y Brigitte parece encaminarse hacia un largo final de cuento de hadas, sin perder por ello su carácter cortés cantado por los trovadores.