n la historia del México antiguo hay unos mayas que huelen a mar. El litoral de la costa oriental de lo que hoy es Quintana Roo fue su escenario. Su tiempo fue el posclásico, esos seis siglos que van del 900 al 1500 de nuestra era. En ese espacio predominó una intensa vida de trajín marítimo de larga distancia y de control del agua en canales y lagunas.
El golfo y el mar Caribe con sus inmensos arrecifes de coral acogieron una de sus rutas de comercio esenciales. Para surcarla los mayas crearon un complejo sistema de navegación en el que se veía ir y venir embarcaciones o cayucos de madera. Desde Veracruz hasta la costa de Honduras transportaban los más codiciados productos: miel, mantas de algodón y sal, que intercambiaban por obsidiana de Guatemala o basalto y pedernal de Belice.
Numerosos templos que se distinguen desde el mar funcionaron como santuarios o como puntos de referencia geográficos o como aviso para los navegantes. Las caletas rocosas eran los lugares de abrigo. Una de ellas es la de Chakalal, donde uno de sus templos vigila aún el paso de los viajeros.
La navegación para el comercio y la comunicación con sitios distantes fue de tal importancia que los mayas no sólo diseñaron los medios adecuados para transportarse; crearon también una sorprendente red de canales que favoreció a las poblaciones localizadas a orillas de las lagunas de tierra adentro. Tal es el caso de Muyil, ciudad levantada frente a la laguna que le otorga nombre y que gracias a esos sistemas de navegación en agua dulce pudo tener salida al mar. La de Muyil se une así con la laguna de Chunyaxché y por largos canales se comunica con la de Boca Paila.
La actividad marítima de los mayas fue tan inmensa y tan sabia que no sólo erigieron templos de señalización y canales sino que, como en Muyil, construyeron muelles y diques que facilitaron el trabajo de las embarcaciones que llegaban al puerto.
Rodeada por cinco lagunas, Cobá es la ciudad majestuosa que se impone sobre la alta humedad de la selva. Los cedros, las caobas y los chicozapotes custodian con celo sus edificios. Ellos fueron el centro de las intensas y mil y una actividades que ritmaban la vida cotidiana de los mayas.
Organizada por infinidad de construcciones que hoy son monumento –juegos de pelota, conjuntos de edificios, patios, plazas–, Cobá se extiende en el centro de una rica región. Fue su capital hegemónica y por su poder político sobre una extensa área, mantuvo relaciones con otras ciudades poderosas del norte de Guatemala y de Belice e influyó en el crecimiento de los pueblos costeros. Para subrayar tal carácter la urbe se comunica a través de anchos y largos sacbeoob que unían a Cobá con otras ciudades de la Península de Yucatán. El más largo tiene hoy 100 kilómetros y llega hasta Yaxuná, en el noroeste.
El poder de Cobá se muestra en la magnificiencia de los edificios. El Nohoch Mul es el más alto, faro sobre el mar de selva verde. Los señores de Cobá lo levantaron para simbolizar una montaña. Los gobernantes que erigieron la metrópoli perpetuaron su grandeza social y divina en las estelas. Ellas atestiguan en texto y en imágenes su relación con los ancestros y con los dioses.
En el imponente entrevero de lagunas, canales artificales y mar, en Sian Ka’an, los mayas construyeron asentamientos como Chamax, con su hermoso edificio rodeado de palmeras, y templos de pequeñas dimensiones que funcionaron como adoratorios. Es ésta una región con una inmensa riqueza de flora y fauna, en una franja de tierra negra pueden cultivarse hortalizas y árboles frutales gracias a mantos de agua dulce de poca profundidad.
Muy cerca, Xcaret: uno de los puertos de mayor importancia en el litoral del Caribe. Ocupa un lugar estratégico para el comercio y era sitio de embarque para la isla de Cozumel. Así logró alcanzar un fuerte desarrollo político y económico.
Tulum es la ciudad amurallada abierta al mar Caribe. Es tan perfecta la bóveda de su castillo que compite con la bóveda del cielo. La decoración modelada en estuco sobre el friso del edificio principal es la representación del dios descendente, asociado a Venus. Los mascarones que cierran las esquinas honran a la misma deidad. Desde allí observan la danza entre el mar y la aurora.
En lo alto del acantilado el castillo cuida el camino de la estrella de la mañana y de la tarde. La existencia del tiempo está asegurada. Su luz es vista y adorada. Tulum. Decir esa palabra sola es hacer sonar el alma toda de los mayas. Los mayas del olor a mar. Los mayas de la aurora.