ebieron transcurrir más de cuatro años, padecerse dos secretarios de Educación y enfrentarse un conflicto magisterial de enormes dimensiones para que final y tardíamente los conductores de la reforma educativa anunciaran que ahora contaría con el componente pedagógico-curricular del que careció desde su diseño e imposición, el cual ha sido presentado como el Nuevo Modelo educativo nacional, punto culminante y más innovador de la reforma educativa. Esta ruta de construcción (imposición) de la reforma, desde sus orígenes representó una aberración y un contrasentido, al priorizar la aprobación de normas constitucionales y legales para disponer de instrumentos de coerción aplicados mediante evaluaciones y sanciones laborales a los docentes con el intento de someterlos a los dictados de la reforma. Con la emisión del rezagado modelo se validan las críticas y cuestionamientos planteados muy tempranamente por el magisterio opositor, académicos y analistas educativos, al señalar que para los impulsores de la reforma lo que menos había importado fueron la formulación de contenidos sobre aprendizajes y estrategias de enseñanza; cuestiones básicas e ineludibles en toda reforma educativa bien fundamentada y diseñada.
Bajo estas circunstancias la reforma nació con malformaciones congénitas y pese a los intentos por recomponerla con parches e injertos insustanciales ha preservado su naturaleza regresiva y su perfil deforme, contrahecho y atentatorio de la escuela pública; es decir, no tiene compostura ni remedio. Ello explica que en pleno declive y ocaso del proyecto educativo sexenal y el innegable fracaso de la reforma por la acción opositora magisterial, el gobierno federal y la autoridad educativa hayan lanzado su novedoso modelo educativo: último y postrer intento para revertir el masivo rechazo social y magisterial a la que dicen ser la más trascendental de todas sus reformas.
La más reciente mercancía educativa ha sido anunciada como portadora de los componentes más innovadores mediante los que finalmente daremos el ansiado y definitivo salto hacia piscina de la calidad educativa, donde nadaremos como campeones olímpicos. En el clímax de la autocomplacencia, Peña Nieto y su secretario de Educación la han calificado de la mayor revolución educativa en más de un siglo en nuestro país. Sin embargo, su modelo ha sido recibido con optimismo de muy pocos: los siempre leales y serviles dirigentes del SNTE, los intelectuales orgánicos de la SEP y de los medios monopolizados; los funcionarios asalariados de la SEP, así como los asistentes convocados
para emocionarse y aplaudir los magistrales y enternecedores discursos del titular de esa secretaría.
El multicitado modelo ha quedado plasmado hasta ahora en una extensa presentación que prefigura futuros temas y contenidos que éste desarrollará, así como metas y objetivos que se propone alcanzar más adelante, igualmente anuncia el proceso construcción y transición curricular de la educación básica y media superior y una nueva generación de materiales educativos y libros de texto para ambos subsistemas. El eslogan más divulgado y representativo y al parecer de vanguardia dentro el modelo es el que anuncia que partir de su aplicación los alumnos en la escuela prioritariamente aprenderán a aprender
. Ésta, que es presentada como novedad pedagógica, no es tal; parten del supuesto que los maestros y la comunidad educativa no tienen antecedentes de conocimiento y nociones sobre de esta propuesta ya existente dentro de las ciencias de la educación desde hace tiempo. Existe igualmente otro nutrido cúmulo de innovaciones
que el modelo ofrece, entre otras: flexibilidad y autonomía curricular y de gestión en la escuela; más espacios de libertad para las comunidades educativas; sin embargo, la mayoría de estas bondades
inscritas en el discurso, están en contradicción y resultan inviables en los hechos, ante las medidas de contención y control impuestas a las comunidades escolares por la propia reforma educativa.
Hay muchas otras cuestiones a discutir sobre el modelo y seguramente el debate se extenderá por más tiempo y habrá otras oportunidades para continuarlo. Sin embargo, no quiero dejar de lado una de las metas planteadas como centrales del modelo y que más ha propalado y reivindicado el secretario Nuño como un futuro logro del modelo. Sostiene que para a la puesta en marcha del programa curricular del nuevo modelo en 2018 el inglés será obligatorio en todo el país y en todos los niveles educativos que comprende este modelo: la aspiración de mister Nuño es que en un tiempo no distante se enseñe y aprenda en inglés y español y el sistema educativo mexicano sea un sistema plenamente bilingüe. ¿Estaremos l@s profesor@es de la escuela pública fatalmente destinados convertirnos en misses y teachers? ¿Pretenden que seamos portadores de la anexión cultural bajo el discurso de la globalidad modernizadora?
Mister Nuño, durante su activa promoción del modelo, no ha dudado en llevarlo al campo de la disputa electoral y alertado sobre el riesgo de que éste sea borrado
por un precandidato presidencial que no se atreve a nombrar. Implícitamente ha llamado a votar por su decrépito partido para garantizar la permanencia de la reforma y su modelo. No puedo asegurar que el precandidato no nombrado vaya a convertirse en el ángel vengador y exterminador de la reforma, pero de lo que sí tengo mucho más certidumbre es de que la reforma será finalmente derrotada por la resistencia y la lucha magisterial.
* Investigador del Instituto Mora