Viernes 31 de marzo de 2017, p. 5
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Entre el moribundo y el muerto
Cómo zumba el asombro,
Cómo zumba el insecto burlón del silencio;
Cómo en esa mirada de pez sobre la arena
Sube la marea de la preñez amarilla
Del espectro;
Cómo su boca se abre
Sin estruendo;
Cómo su frente es un paisaje
Ya sin viento
Y un día breve es su mejilla.
En su mano derecha
Hizo su tálamo el tiempo.
El cuarto es un planeta a la deriva
Que encallará en su pecho.
El gruñido lejano de una puerta
Desova la noche entre sus huesos.
5
Vengo de estar donde la sed se bebe,
Donde es árbol de pena lo que planto,
Donde el aire es de yeso y no se mueve.
Entretén a los vientos, padre, en tanto
Me arrimaré a un pedazo de desierto
A palpar cómo soy, pero sin llanto;
A cerrar el dolor que estuvo abierto
Con días, sol y venas ahuesadas,
Hasta sentirte vivo, amado muerto.
Sabrás que son más limpias las miradas
Cuando volvemos de incendiar zarzales,
Y que el llanto es un párpado a pedradas.
Verás del sol sus altos litorales,
Y que las arrasadas alegrías
Vuelven, oh padre, a ser originales.
La otra noche soñé que me seguías,
Que estaba el aire claro estando oscuro
Y que al llamarte, tú me sonreías.
Desde entonces callando me aternuro,
O haciendo eco en mí mismo a ti voceo
Cuando el pan que yo muerdo es el más duro.
A las airadas Furias las siseo.
Toca, del pueblo es mi desgarradura,
Mi hambre es de paz que nunca saboreo.
Si la hormiga marcial de mi locura
Acarrea en pedazos tu grandeza,
Tu cincel artesano y tu figura,
Es que en dolor fundé mi fortaleza,
Y que al morder tus manos minerales
Descolmilló la muerte su fiereza.
Padre, por ti preguntan los metales,
sus átomos convierten a tu pecho
Y a tu taller en campos de cereales.
¿Cavar este dolor? ¿Con qué derecho?
Si a heridas vamos, padre, yo te gano
(Y es terrible y campanas y te estrecho).
¡De aluminio serás este verano!
El cobre, augur de los metales, dice.
Y el acero, también, besa tu mano.
Mas deja que contigo yo agonice,
Que el latón, en harapos, me reclama
Por qué en sombra sin tregua me deshice.
Quita esa mano de estrujante llama,
Dolor dragado. Sal, mientras asciendo
A los frutos que pesan en la rama.
No te veré ya más, y lo comprendo,
Ernesto, padre, amigo y camarada,
Pero estarás conmigo cuando extiendo
Amoroso a mi pueblo la mirada.
Te contaré más tarde lo que pase,
Así te hable mi lengua cercenada.
Y si el topo del odio se deshace
Conocerás por qué y por quién conspiro,
Cuando el amor es todo lo que nace.
Se hace tarde. Mi corazón retiro:
Si en el camino lo dejé en pedazos
Lo vuelvo a recoger mientras respiro,
Que el tiempo espuma muerte en nuestros pasos.
Poema incluido en Vivo, eso sucede: poesía reunida, del autor, libro publicado por el FCE