Opinión
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Ciudad Perdida

El tinglado priísta

La Constitución, el objetivo

Reconocimiento presidencial

A

sí, de pronto, sonaba extraño, pero se veía más, digamos, sospechoso. Los diputados designados por el Ejecutivo federal y los del PRI en la Asamblea Constituyente levantaban la mano en ciega obediencia a la voz que dictaba órdenes desde el celular, y aprobaban en lo general los artículos de la Constitución Política de la Ciudad de México.

Parecía alucinación, y era eso: otra trampa. Fue un repliegue, digamos táctico, para preparar la destrucción.

Al empezar los trabajos de la Asamblea, el PRI se había dedicado a retrasar, con cualquier pretexto, los trabajos. No había acuerdos, y sin ellos no se podían aprobar los artículos. Las horas, los días se iban y los artículos pasaban a cuentagotas. Ni el mejor de los cálculos planteaba que el texto estuviera listo para la fecha obligada.

Pero de una noche a otra, luego de que los priístas recibieron la advertencia de que sus malas maniobras serían denunciadas públicamente, las cosas empezaron a cambiar. Aunque en comisiones había jaloneo, al final el PRI empezó a votar en favor. Por ejemplo, la ley que habla de pueblos originarios hizo que el total de los diputados levantara la mano en su favor. Y no sólo fue esa ley; muchas más lograron consensos.

Pero el show debería continuar y, ya aprobada la Constitución, en Los Pinos se recibió al grupo de diputados que designó el Presidente, así como los que nombró el PRI, su partido. Parecía que nadie de los ahí citados sabía que días más tarde el reclamo federal contra la Constitución hablaría del fracaso de César Camacho y sus demás diputados en impedir que las leyes para los habitantes de la ciudad fueran contrarias a los deseos de algún grupo de poder.

Más bien era como si entre todos se hubiera cometido una travesura, es decir, una maldad. Para el partido en el poder federal hay en las leyes que hoy rigen la vida en la ciudad reglas que son contrarias a su manera de pensar, y contra las que no puede ni podría hacer nada, dado que el PRI ni ahora ni en las elecciones que vienen, por ejemplo, podría ganar la mayoría de diputados en lo que hoy es la Asamblea Legislativa, es decir, no podría arrebatar a la ciudadanía una serie de derechos que le son molestos.

Y entonces hallaron la forma: sería desde la Constitución, por medio de las impugnaciones, como quitarían los derechos a los ciudadanos de la capital sin tocar a la Asamblea Legislativa. Entonces no se trata de la Constitución: se trata de arrebatar a los habitantes de la Ciudad de México los derechos ya ganados, y la trampa se cerró una semana después de que los diputados priístas fueron felicitados y reconocidos por su trabajo sin precedente en la construcción del texto fundamental para la capital del país, cuando desde Los Pinos, y desde la Procuraduría General de la República, se pidió a la Suprema Corte de Justicia de la Nación que se analizara la legalidad de la propia Constitución capitalina.

Habrá, desde luego, resistencia y lucha en contra de las intenciones del poder federal, y como se ven las cosas tendríamos que decir que el gran debate sobre la Constitución Política de la Ciudad de México ahora sí ya empezó.

De pasadita

En el sistema de salud de la ciudad hay verdadera alarma porque, debido a las enfermedades que hoy padece la población, que cada vez son más peligrosas, las siguientes generaciones podrían ver reducida su esperanza de vida hasta en 10 años. Así de grave está la cosa.