Increíble
uando el peor ex presidente de tiempos modernos y sus allegados empiezan a criticar a Trump, las cosas están muy mal. Tan mal que sólo los comediantes pueden atinar al descifrar el momento, donde todo y nada es, literalmente, increíble.
George W. Bush rompió el silencio –e interrumpió su nueva carrera de pintor de retratos de héroes
estadunidenses– para criticar el ataque del presidente Donald Trump contra los medios, recordando que la prensa libre es vital para una democracia.
Peter Wehner, principal estratega político de la Casa Blanca de George W.Bush, comentó al Washington Post este fin de semana que tenemos como presidente a un hombre errático, vengativo, volátil, obsesivo, un mentiroso crónico y dispuesto a creer en teorías de conspiración. Y uno puede esperar que habrá más por venir, ya que cuando personas como Trump tienen poder se vuelven menos, no más, prudentes
.
O sea, que veteranos de uno de los gobiernos más tramposos, que detonaron las guerras más largas de la historia de este país basados en la fabricación de pruebas y engaños, que torturaron y desaparecieron personas, que intimidaron a los medios y permitieron el fraude financiero más grande de la historia moderna, el cual llevó al país al borde de otra gran depresión, de repente expresen su alarma, crítica y hasta defensa de la democracia
ante Trump, preocupa aún más.
Ex jefes de inteligencia, ex generales y almirantes, ex altos funcionarios del gobierno de Bush y los anteriores de ambos partidos han expresado su creciente alarma ante el manejo del puesto más poderoso del mundo por Trump. A la vez, sus contrapartes activas están filtrando tantos documentos y borradores confidenciales que implica la existencia de una amplia rebelión dentro del gobierno permanente contra el nuevo jefe.
Pero no pocos observadores se preocupan de que el manejo del gobierno por Trump alimente cada vez más la ya alta desconfianza en lo que se llaman instituciones
democráticas, incluyendo las cúpulas políticas, el Congreso y los medios. De hecho, algunos sospechan que esto es parte de la estrategia de Trump y su gente, como lo fue en su campaña electoral: lograr que todo sea increíble. Ante ello, se puede impulsar un desmantelamiento de casi todo y establecer una nueva dinámica de poder.
El ejemplo más reciente de esto: Trump acaba de acusar a su antecesor, Barack Obama, de impulsar una conspiración para descarrilar su gobierno, lo que incluye haber ordenado en octubre la intervención de sus comunicaciones en su oficinas en la Trump Tower. No sólo es un ataque posiblemente sin precedente de un presidente a un ex presidente, sino que la acusación tan seria se hizo sin ninguna evidencia. Al parecer es tan extrema que el propio jefe de la FBI ha solicitado que el Departamento de Justicia declare públicamente que Trump está mintiendo.
Pero lo peor es que Trump podría tener razón, aunque no exactamente como él lo explica. Los voceros y aliados de Obama –incluido su ex jefe de inteligencia nacional James Clapper–, al rechazar la acusación, afirmaron que el presidente no tenía la autoridad para ordenar tal investigación, que éstas se llevan a cabo por medio del Departamento de Justicia o agencias de inteligencia mediante orden judicial. Por lo tanto, afirmó uno de sus voceros, ni el presidente ni ningún funcionario de la Casa Blanca ordenaron nunca la vigilancia de ningún ciudadano estadunidense
.
Derribando tu muro con mis pequeñas manosFoto Ap
Pero las revelaciones de Edward Snowden comprobaron que el gobierno espió las comunicaciones telefónicas y electrónicas de millones de ciudadanos estadunidenses durante el gobierno de Obama. Más aún, el que mintió sobre eso fue nada menos que Clapper, quien en 2013 negó ante el Senado que la Agencia de Seguridad Nacional recaudaba datos sobre millones de estadunidenses, sólo para que semanas después se difundiera el archivo masivo de Snowden que demostraba lo opuesto. Justificó esta mentira poco después afirmando que estaba en una situación en la que tenía que ofrecer una respuesta de la manera menos no verídica
para evitar revelar inteligencia, según él.
Pero todo es especulación, porque en todo esto no hay pruebas. Igual que tantas veces anteriores con Trump, en las que acusa, exagera o manipula información –sea sobre la amenaza de los inmigrantes, el fraude electoral, la fabricación de noticias falsas
por los medios, el tamaño de su voto electoral, la cantidad de gente que participó en la celebración de su toma de posesión, el cambio climático y tanto más. Y cada vez que se presentan los hechos, o se ofrecen las pruebas para mostrar su ficción, son ignorados o descartados.
Y más allá de estas cosas tan triviales, y en medio de acusar de un posible golpe contra su gobierno, el comandante en jefe tuvo tiempo para atacar, otra vez, al actor Arnold Schwarzenegger.
Todo es increíble
Al mismo tiempo, no es que nada se esté logrando detrás de este circo de la incredulidad. Se está implementando una de las políticas antimigrantes más severas y crueles en décadas; una que gira en torno a crear un clima de temor que algunos dirigentes de organizaciones inmigrantes califican de terrorismo
en contra de sus comunidades.
Por otro lado, ya se logró anular o congelar más de 90 regulaciones gubernamentales, desde protecciones al medio ambiente, medidas de control (mínimo) de armas de fuego, normas de privacidad y protecciones al consumidor, según un conteo reciente del New York Times. Se está invitando a la industria de hidrocarburos a un banquete, se están descartando medidas y acciones de defensa de derechos y libertades civiles, se está impulsando la privatización de la educación pública, entre tanto más.
Trump no miente al decir que ha logrado mucho en poco tiempo. Como tan frecuentemente afirma: es increíble
.
Pero es la constante resistencia en todas las esquinas del país (incluso dentro del propio aparato de Estado), la valentía de los más vulnerables –sobre todo los inmigrantes– y las expresiones de humor crítico e ira que más molestan a Trump lo que promete crear una respuesta que podría ser, en el uso alternativo
y mejor de la palabra, increíble.