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La compositora española Elena Mendoza explora el tenebrismo y la fantasía del escritor

Revelan el mundo de Juan Carlos Onetti en la ópera La ciudad de las mentiras

Se estrenó en el Teatro Real de Madrid, donde el público tradicional la recibió con desagrado

Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 6 de marzo de 2017, p. a10

Madrid.

En la ópera La ciudad de las mentiras, de la compositora española Elena Mendoza, la vida y la muerte se confunden en medio de la bruma, de los espejos habitados por fantasmas y de la mar inquieta que acecha a los habitantes de un pueblo fantasma. O de un mundo espectral, pesimista y absorto ante el dolor latente de vivir. Porque La ciudad de las mentiras, que se estrenó recientemente en el Teatro Real de Madrid, es la primera ópera llevada al escenario que está inspirada en el escritor uruguayo Juan Carlos Onetti, quizás uno de los autores más pesimistas de su generación, pero que a la vez era capaz de inundar de humor (negro) toda su obra, prodigio de fantasía e imaginación.

De los numerosos cuentos de Onetti –incluso de sus novelas– existe un lugar imaginario, Santa María, en el que cohabitan con equilibrio inquietante y embriagador la mar y el río, el cielo y la noche, la muerte y la bruma, el silencio y la música...

Entusiasta existencialista

Sus personajes, fantasmas que recorren dolientes las metáforas sobre la muerte y la vida de Onetti, se convierten en espejos de su propio lamento. Se precipitan entre las notas musicales en abreviaturas existenciales, como la propia música literaria del escrito, al que se le llegó a definir como el más entusiasta existencialista de América Latina.

En la ópera, como en la literatura del autor uruguayo, prevalece una máxima que se convierte casi en religión: Se dice que hay varias maneras de mentir, pero la más repugnante de todas es decir la verdad, toda la verdad, ocultando el alma de los hechos. Porque los hechos son siempre vacíos, son recipientes que tomarán la forma del sentimiento que los llene. A partir de ahí, la compositora, Mendoza, construyó de la mano del escenógrafo Matthias Rebstock el universo de La ciudad de las mentiras, en el que la música fluye por todos las lados, incluso en las fichas de un viejo dominó de madera o en las botellas embriagantes de un bar decadente y a la deriva en medio de un pueblo en ruinas.

Componer una ópera hoy día significa hasta cierto punto reinventarla como género. La ópera de por sí es una invención artificiosa: se crea en el Renacimiento a partir de una especulación sobre el teatro de la antigüedad clásica, que se suponía cantado. No surge, pues, de manera orgánica, sino como utopía, como experimento intelectual, explicó Mendoza.

La obra, de lenguaje atípico para los escenarios de la ópera tradicional y muy alejado de la ópera romántica o del bel canto, explota la faceta más tremendista de la música de la autora, quien reconoce que el público tradicional no suele aceptar de buen agrado este tipo de piezas. Tras su estreno en el Teatro Real, el llamado público tradicional respondió con desagrado, en ocasiones furia, ante un experimento de música contemporánea. La obra es un encargo del anterior director, el fallecido Gerard Mortier, que no se pudo estrenar en 2015 por falta de presupuesto, pero que este año se logró llevar a cabo.

La ópera cuenta, entre otras, con las voces de Katia Guedes, Laia Falcón, Anne Landa, Anna Spina y la dirección musical de Titus Enge.