En familia, por supuesto
os gobernantes de algunos países que formaron parte de la Unión Soviética, sobre todo de aquellos donde las elecciones son mero formalismo y los regímenes autoritarios se basan en el pacto entre clanes que amasan inmensas fortunas al saquear las riquezas nacionales, parecen no tener otra preocupación que designar a su sucesor entre los miembros de su familia.
No es sólo un nepotismo como el que practica el presidente de un país que se dice ejemplo de democracia
, Donald Trump, con su yerno, Jared Kushner, o el que predomina en la mayoría de las repúblicas ex soviéticas, donde los hijos de los funcionarios ocupan cargos en las más importantes corporaciones y bancos públicos con salarios multimillonarios o gozan de completa impunidad a la hora de hacer negocios de dudosa reputación.
Es, además, una forma de perpetuarse en el poder, que se convierte en obsesión y conduce a decisiones escandalosas. La más reciente se dio en Azerbaiyán, cuando el mandatario Ilham Aliyev designó a su esposa, Merhiban, como primer vicepresidenta del país, quien asumiría las riendas en caso de que algo pudiera suceder a su marido antes de que concluya su enésimo mandato. Entonces, después de la reforma constitucional que redujo la edad para poder ser elegido, su hijo, Heidar, estará en condiciones de relevar a su padre, el cual, a su vez, sucedió al suyo, el abuelo fundador de la dinastía, Heidar Aliyev, general del KGB soviético que llegó a tener una controvertida estatua en el Paseo de la Reforma.
Tayikistán es otro caso elocuente. En enero pasado el presidente Emomali Rajmon nombró a su vástago, Rustam, como alcalde de la capital, Dushambé, para que vaya acostumbrándose a ejercer el poder, mientras su hermana, Ozoda, controla todos los hilos de la política como brazo derecho del padre desde su posición de jefa del Gabinete de la Presidencia.
El papel de sucesor designado puede recaer en una mujer, a falta de hijos varones, como en Kazajstán. Nursultan Nazarbayev, el mandatario, había seleccionado a su hija mayor, Dariga, quien perdió protagonismo al estallar el escándalo de corrupción que defenestró a su yerno, Rahat Aliyev, el segundo de a bordo en la seguridad del Estado que, tras divorciarse, murió en extrañas circunstancias en una cárcel de Austria. Dariga pasó de viceprimera ministra a presidir la comisión de relación exteriores, defensa y seguridad del Senado, mientras corren rumores de que Nazarbayev podría favorecer a alguno de sus nietos, entre los cuales están muy activos Nurali y Aisultan.
La apuesta dinástica no siempre sale bien. En Turkmenistán, a la muerte del líder vitalicio, Separmurad Niyazov, una hábil maniobra palaciega dejó el poder en manos de Gurbanguli Berdymujammedov; en Kirguistán, el clan Bakiyev tuvo que huir, tras ser depuesto en una revuelta; en Uzbekistán, la hija de Islam Karimov, Gulnara, acabó bajo arresto domiciliario en 2013 por intentar desplazar a su padre y, tras la muerte de éste, tres años después, continúa encerrada a la fecha.