Los ciudadanos no fallaron
Marchas convocadas con trampa
Rechazo a manipulación
#VibroContraPeña
ue un triunfo de la capacidad ciudadana de discernimiento, por sobre el tradicional (y antes tan eficaz) aparato de manipulación y movilización organizado desde las cúpulas. Nunca antes la ausencia o el vacío habían subrayado de manera tan precisa la distancia entre los entes mediáticos, políticos, académicos y culturales, asociados o cercanos a los poderes (o críticos de ellos, pero en siempre cuidado revoloteo protagónico) y la conciencia y el ánimo populares adversos a los gobernantes (en este caso, en especial, un abierto encabronamiento contra Enrique Peña Nieto) y la clase política en general.
Y, sin embargo, tanto en la precaria aritmética de quienes sí fueron a las marchas (precaria respecto de las estimaciones de los convocantes, pero una participación muy valiosa por sí misma, en términos de esfuerzo independiente) como en la apabullante abstinencia de quienes no lo hicieron, fue un triunfo cívico por doble vía. No puede hablarse de derrota en el caso de quienes decidieron asistir a las marchas (las hubo en algunas ciudades del país y en la capital, donde, además, fueron dos: una, abiertamente gobiernista; otra, moderadamente crítica, deseosa de pancartas neutras
, criticando mucho a Trump y un poco a Peña).
No fueron derrotados quienes sí decidieron manifestarse en las caminatas de ayer, a pesar de la evidencia de los propósitos distorsionadores, de las argucias y retorcimientos tan evidentes en las acciones de Isabel Miranda de Wallace (pero no solamente ella) y del grosero ánimo adelantado de explícito aprovechamiento expresado por el propio Peña Nieto (quien celebró
la realización de las marchas, en inusual declaración interesada a reporteros, a los que normalmente no permite que le hagan preguntas), por su comisionado para el manejo del PRI, Enrique Ochoa Reza (tan grotesco en sus recientes posturas, declaraciones y acusaciones, que pareciera estar por dejar el cargo) y algunos otros funcionarios, consejeros electorales y personajes varios de la farándula política oficial tan repudiada a estas alturas.
Ganaron quienes sí marcharon, porque expresaron su repudio al villano extranjero, Donald Trump, pero buena parte de esos concurrentes también expresaron su rechazo abierto al villano interno, Peña Nieto, e incluso la propia distorsionadora, Miranda de Wallace, hubo de salir por piernas al final del desorganizado acto, entre gritos y acusaciones por su papel gobiernista, protegida por los miembros de su escolta personal.
Y, resistiéndose a ser jalados por la inercia generada desde pantallas, medios y líderes de opinión
(recuérdese que los proponentes iniciales de un acto de unidad nacional
de este tipo fueron Enrique Krauze, Jorge Castañeda, Héctor Aguilar Camín y Rubén Aguilar, en una mesa nocturna de análisis organizada por Televisa), triunfó el buen juicio de los ciudadanos que advirtieron a tiempo los signos del engaño, desdeñaron las proclamas patrioteras y no se prestaron al juego tan anunciado. A fin de cuentas, no prosperó la vertiente tramposa de la mencionada unidad nacional
(al estilo de los peores tiempos del priísmo clásico), el cierre de filas en torno a la figura presidencial y la apertura de un periodo de borrón y cuenta nueva
, en función del ogro transfronterizo, para beneficio de Peña Nieto, su grupo y sus aspiraciones de recomponer sus circunstancias, con la vista puesta en las elecciones de 2018.
Una muestra de que tal patraña no les funcionó a los estrategas del poder se pudo leer entre la noche del sábado y la madrugada del domingo, ya que durante más de siete horas estuvo como primer lugar en las tendencias nacionales de Twitter, y el 27 a escala mundial, la etiqueta #VibroContraPeña, que dio cuenta del encendido ánimo de quienes no deseaban el oficialista #VibraMéxico, tan emparentado políticamente con el #MoverMéxico que fue distintivo propagandístico del peñismo, sino un vibrar contra el actual ocupante de Los Pinos.
Pretender el escamoteo de ese factor fundamental de la movilidad cívica actual (el rechazo explícito y directo a Peña Nieto y sus políticas) fue una de las causas del fracaso numérico y político del domingo marchista soñado por las cúpulas. El enderezamiento de la mira contra el enemigo asentado en Washington, sin voltear a ver, para denunciar, la larga lista de agravios del grupo de Los Pinos contra el interés nacional, resultó absolutamente inaceptable para la gran masa convocada a volcarse en las calles para fortalecer
al mexiquense al que, en todo caso, se le pedía que cumpliera con sus obligaciones (rendir cuentas, ser transparente, defender adecuadamente el interés nacional y, tal vez, que nunca se colocara las calcetas al revés), en un tono de crítica menor, rutinaria, ínfima respecto a los males percibidos por la población mexicana.
El saldo es importante, pero no definitivo ni irreversible: ganaron los ciudadanos (los que asistieron, al expresarse abiertamente, y los que no asistieron, al eludir las trampas originales) y perdieron los manipuladores desde las élites (por cierto, uno de los grandes apostadores en desgracia es el rector de la UNAM, Enrique Graue); el antaño aplastante poder de las televisoras y los medios de comunicación alineados fue rebatido y vencido desde las redes sociales de Internet, y el grotesco desenlace de las caminatas capitalinas, desarticulado, casi abandonado, con vallas para dividir a los de la marcha gobiernista (la de Miranda de Wallace) de la que se esperaba más libre (pero no tanto, la denominada #VibraMéxico), confirmó la creciente incapacidad operativa del aparato gubernamental. Más protestas habrá, desde luego, no convocadas ni manipuladas desde los poderes. En ellas, los ciudadanos libres podrán encontrarse: no sólo es Trump sino, sobre todo, Peña.
Y, mientras todo apunta a que en Tepic, Nayarit, se ejecutó a personas inocentes y a presuntos jefes de grupos delictivos, en una muestra de letalidad oficial deseosa de reconocimientos en Washington, ¡hasta mañana!
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