n estos tiempos en que aparece la violencia del país vecino hacia nosotros me permito recordar la poesía de don Miguel de Unamuno al Quijote de la Mancha. En especial cuando es vencido el Caballero de la fe y es el amor lo que en él vence, en este febrero que festeja las relaciones amorosas.
Sublimes palabras de quien fue rector de la Universidad de Salamanca y se inmortalizó con el venceréis pero no convenceréis
que es el grito dirigido al general franquista que tomaba la universidad. Sublimes a su vez la ternura de sus palabras al Quijote: Él se había entregado a Dulcinea sin pretender que por eso se le entregase Dulcinea, y así su derrota en nada empañaba la hermosura de la dama. Él la había hecho, cierto es, él la había hecho en pura fe, él la había creado con el fuego de su pasión: pero una vez creada, ella era ella y de ella recibía su vida él. Yo forjo con mi fe, y contra todos, mi verdad, pero luego de así forjada ella, mi verdad se valdrá y sostendrá sola y me sobrevivirá y viviré yo de ella
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Qué belleza de las palabras de Miguel Unamuno el estudioso del filósofo danés Kierkegaard. Vencido y maltrecho y triste y afligido y conociendo tu flaqueza, aún proclamas a Dulcinea del Toboso la más hermosa mujer del mundo. ¡Oh generoso Caballero! Tú no eres como ésos que buscando la Gloria, cuando se ven por ella desdeñados, la niegan y la denigran y la motejan de vana y aun dañosa: tú no eres de los que culpan a la Gloria de sus propias flaquezas y de no haber podido conquistarla; tú, vencido y maltrecho, prefieres la muerte a renegar de la que te metió en tu carrera de heroísmo
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Estas otras en las que acaba según mi interpretación confundido con don Quijote y hablan de la grandeza de su alma: Y es porque tienes fe en ella, en tu Dulcinea; sientes que, cuando pareciendo abandonarte, deja que te venzan, es para luego ceñirte entre sus temblorosos brazos con hambriento cariño, y apretarte a su pecho encendido hasta que sean un parejo golpear el de su corazón y el del tuyo, y pegar a tu boca, respirando de tu aliento y de su aliento tú y quedar así las dos bocas prendidas para siempre en un beso inacabable de gloria y de amor eternos. Te deja ser vencido para que comprendas que no a la fortaleza de tu brazo, sino al amor que la tuviste debes tu vida eterna. Tú la amaste, invicto Caballero de la fe, con el amor más esmerado y grande, con amor que se alimentaba de sus desdenes y rechazos. No por haberla visto transformada en zafia labradora se te amenguó el denodado ánimo del sabio rey podrido por los hartazgos. Al ser vencido, tu grito de triunfo, invicto Caballero, fue proclamar la hermosura sin par de Dulcinea
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Si bien el Caballero de la Blanca Luna venció a don Quijote de la Mancha, el Caballero andante con el amor de Dulcinea venció a Simón Carrasco ¿Nos podrá vencer el Caballero de la Luna Naranja, pero nosotros tenemos el amor de los pechos de la madre –nuestra Dulcinea– mientras él tiene el amor de las latitas de Gerber?