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La Revolución y la Ciudad de México
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oy hace 100 años, en el Teatro de la República de la ciudad de Querétaro, se promulgó la constitución que nos rige hasta la fecha, aunque ha padecido alrededor de 600 modificaciones. Fue la primera que incluyó los derechos sociales, entre otros: la enseñanza laica y gratuita, la jornada de trabajo máxima de ocho horas, las libertades de culto, expresión y asociación. Se reglamentó la propiedad de la tierra, se creó el municipio libre y se ratificó el sistema de elecciones directas y anónimas; además, se decretó la no relección.

Los años de conflictos y guerras que asolaron el país a partir del derrocamiento y asesinato del presidente Francisco I. Madero llevaron a una situación social crítica y al deterioro de las instituciones.

Ante la imperiosa necesidad de restablecer la paz y fortalecer el sistema político, el presidente Venustiano Carranza convocó a fines de 1916 a un congreso. El propósito era elaborar un proyecto de reformas a la Constitución de 1857 y dar a luz una nueva que incluyera las demandas de las distintas facciones revolucionarias.

Existe la impresión de que la lucha armada se desarrolló principalmente en el campo mexicano, muy lejos de la Ciudad de México, pero no siempre fue así.

La Autoridad del Centro Histórico, que encabeza Jesús González Schmal, el Instituto de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, que dirige Patricia Galeana, y el Gobierno de la ciudad, acaban de reditar una obra fundamental: La Ciudad de México durante la Revolución Constitucionalista.

El autor, Francisco Ramírez Plancarte, librero que vivía en la capital durante esos años, hace un relato minucioso de lo que padecieron los habitantes, particularmente en los años de 1914 y 1915. En ese periodo fue ocupada sucesivamente por constitucionalistas, villistas y zapatistas.

Los saqueos, abusos y crímenes eran cotidianos; el abasto, insuficiente, la circulación de papel moneda emitido por las diferentes facciones agravaba la situación y se desataron epidemias de enfermedades como la viruela negra, la escarlatina y el tifo.

Ramírez Plancarte relata la terrible hambruna que se vivió en 1915, tal que muchos historiadores lo llaman el año del hambre. Múltiples casos describe el autor verdaderamente estremecedores.

Cabe destacar el papel de los trabajadores agrupados en la Casa del Obrero Mundial, que durante un tiempo ocupó la Casa de los Azulejos. La severa crisis económica de 1915 llevó a los obreros a realizar una serie de huelgas: comenzaron los choferes, panaderos y maestros. A ellos se sumaron los empleados de la Compañía Mexicana de Petróleo El Aguila y del Sindicato de Trabajadores Textiles.

El historiador estadunidense John M. Hart, estudioso de la clase trabajadora y el anarquismo en México, expresó: Ninguna época en la historia del movimiento obrero mexicano ha presenciado tal militancia y espíritu combativo como el que demostró la Casa en los últimos seis meses de 1915 y los primeros meses de 1916.

Don José García Méndez nos recuerda que, en 1916, cuando los trabajadores que, a través de los batallones rojos, participaron al lado del Ejército Constitucionalista, exigieron a Carranza cumplir con los acuerdos pactados, éste ordenó clausurar la Casa del Obrero Mundial.

Se detuvo a los principales líderes y delegados en distintas partes del país, cerrando las filiales, lo que llevó al estallamiento de una multitudinaria huelga, en la que participaron alrededor de 86 mil trabajadores, reprimida con gran violencia. Una semana después, Carranza suspendió las elecciones municipales en la Ciudad de México. Esto anticipaba ya la posterior suspensión de la autonomía municipal en la capital.

En 1916 la lucha armada se apaciguó y comenzó un periodo de relativa estabilidad, que desembocó en la promulgación de la Constitución de 1917. Vámonos a brindar por este significativo centenario a la cantina Río de la Plata, en Cuba 39. Es de las viejas del centro, con su gran barra, botana y tortas.