Trump nos rinde reconocimiento
onald Trump decidió empezar su mandato con un fuerte elogio para la capacidad de México de imponerse a Estados Unidos y con una medida correctiva a ese abuso: levantar una barda para defenderse de nosotros, y dijo que está harto de los golpes que le habíamos propinado a su país y que era hora de poner un hasta aquí.
Para tranquilizarnos, Carlos Slim interpretó al magnate color mamey: reveló que las verdaderas intenciones de Trump no eran de romper con nosotros o ¡rompernos a nosotros!, sino de calarnos.
Negociador duro, empezaba por darnos un caballazo para ablandarnos. El gobierno mexicano agendó una reunión con Trump el último día de enero. Entonces el mandatario estadunidense decidió darnos otro caballazo diciendo que, quisiéramos o no, nos haría pagar la barda. Se canceló la cita y Trump declaró que nos amaba
. Y Dios a él. Esto último no asombró a nadie, porque no hay un solo político estadunidense que no cuente con Dios entre sus filas.
México se colocó en los reflectores. Y mereció un reconocimiento por parte de Trump que ningún gobernante de la Tierra hubiera podido otorgar. Declaró, para justificar sus agresiones, que lo único que hacía era poner a México en su lugar después de que nuestro país se había cansado de vapulear a Estados Unidos.
Los siquiatras estadunidenses que han dictaminado la insania de su presidente seguro tomaron en cuenta estos elogios.
Trump suscitó una ola de simpatía hacia México, sobre todo en Estados Unidos, en Europa y más tibiamente en España y América española. El papa Francisco se echó un sermón contra Trump lleno de indirectas.
Los triunfos que nos atribuía el magnate en la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y el Plan Mérida y muchos acuerdos firmados con Estados Unidos en los últimos 30 años, nos han dejado con la amarga satisfacción de haber golpeado a un vecino que nada había hecho para merecer nuestro mal trato. Aunque vencedores en las mesas de negociación, quedamos como país exhaustos, inestables y débiles.
Y ahora, ¿qué vamos a hacer?
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