El suizo se impuso a Rafael Nadal en cinco sets
Lunes 30 de enero de 2017, p. 2
Melbourne.
Roger Federer parece empeñado en agotar los adjetivos para describir su carrera: el suizo derrotó al español Rafael Nadal en una trepidante final del Abierto de tenis de Australia para conquistar su Grand Slam número 18 y agigantar, todavía más si cabe, su leyenda.
En la Rod Laver Arena, que lo vio llorar de impotencia en 2009 ante el mismo rival, Federer se reveló contra su propio pasado y aquellos que lo veían ya fuera de los primeros planos del tenis a sus 35 años al vencer a su bestia negra por 6-4, 3-6, 6-1, 3-6 y 6-3 en tres horas y 28 minutos.
Ayer derramó lágrimas de liberación y enjundia, y demostró una fortaleza mental increíble, porque a sus 35 años y 174 días se convirtió en el segundo tenista de más edad en ganar un Grand Slam en la era abierta (desde que el tenis es profesional). El otro es Ken Rosewall, quien conquistó tres grandes después de cumplir 35 años en la década de los 70.
Yo no estaba seguro de qué iba a conseguir acá, pero aquí estoy. Lo logramos
, destacó Federer luego de recibir el trofeo de manos del legendario Rod Laver. “Si hubiera perdido estaría feliz también, para ser sincero. El regreso ha sido perfecto. El tenis es un deporte difícil. No hay empates. Si los hubiera, me habría alegrado compartir el trofeo esta noche con Rafa, de verdad.
Cuando vuelva a Suiza me daré cuenta de la magnitud de este trofeo. Creo que no puedo compararlo con ningún otro, salvo quizás con el Roland Garros de 2009. Esperé mucho por ese título en Francia, lo intenté, luché, lo volví a intentar y fallé. Al final lo conseguí y esto es una sensación similar
, indicó Federer, quien se recuperó de un break en contra en el set definitivo.
Superar una situación así ante Nadal, que tantas veces lo había torturado mentalmente sobre una cancha de tenis, y en la final de un Grand Slam, hablan de un Federer liberado, un jugador que sigue rompiendo moldes.
El ex número uno había ganado su anterior gran torneo en Wimbledon 2012 y desde entonces perdió las tres finales que jugó en Londres 2014 y 2015, y el US Open 2015. Además, llegó al Abierto de Australia tras haber estado sin competir seis meses por una lesión de rodilla, la ausencia más larga de su carrera. Y cuando nadie apostaba una ficha por él, se plantó en la final y tumbó a Nadal para llevar al siguiente escalón su récord de títulos de Grand Slam. Un salto a la eternidad.
“Antes del partido me dije: ‘Juega libre, juega con la pelota, no juegues con tu rival. Siéntete libre en la mente, siéntete libre en los golpes. Ve por ello, que se premiará la valentía’”, dijo el suizo para explicar su estrategia: atacar o morir. Jugar al límite, bolas a la línea casi en cada punto. Y funcionó.
Aunque quizás el punto que cambió el destino del partido fue una derecha a la red de Nadal. El español tuvo una pelota con su saque para colocarse 4-2, pero un error no forzado con el drive, su mejor golpe, lo condenó.
La final soñada –y del todo inesperada– de Australia, ese revival entre los dos jugadores que marcaron a fuego el deporte en la primera década del siglo XX tuvo emoción y puntos imposibles, como en los Federer-Nadal de épocas pasadas.