a otrora señorial avenida Madero, a partir de que se hizo peatonal se convirtió en un concurrido paseo que recorren miles de personas, particularmente los fines de semana.
Entre las construcciones importantes que conserva destaca la Casa de los Azulejos, sede desde principios del siglo XX del primer Sanborns. Dos hermanos de ese apellido, de origen estadunidense, eran dueños de una pequeña farmacia en la cercana calle de Filomeno Mata. Con buena visión vieron en la casona la oportunidad de expandir su negocio. Decidieron agregar a la farmacia una fuente de sodas, una novedad en México que tuvo gran éxito y los llevó a adquirir la propiedad.
Con la necesidad de contar con más espacio para abrir también un restaurante, contrataron al arquitecto Guillermo Heredia para que ampliara el inmueble hasta la avenida 5 de Mayo. Reprodujo con notable fidelidad la casa original, que daba a Madero y al callejón de la Condesa.
Hay una célebre fotografía que inmortalizó la visita de las tropas revolucionarias al Sanborns, cuando Villa y Zapata hicieron su entrada triunfal a la capital en 1916.
La historia de la casona que guarda proporciones palaciegas data del siglo XVI y se remodeló dos centurias más tarde para quedar como la podemos ver ahora. A finales del siglo XVIII la adquirió don Diego Suárez de Peredo, cuya hija contrajo matrimonio con el segundo conde del Valle de Orizaba.
Hay varias versiones sobre el origen del recubrimiento de azulejos en la fachada. Lo cierto es que éste se llevó a cabo cuando era dueña la quinta condesa. Se dice que estuvo casada con un poblano de quien enviudó y al regresar a la capital decidió rehacer la mansión, y como homenaje al difunto la cubrió totalmente del vítreo material característico de aquella ciudad.
Otra historia habla del hijo de uno de los condes del Valle de Orizaba, quien confiado de sus riquezas descuidaba los negocios familiares por andar en la parranda. Cansado el conde de la irresponsabilidad de su heredero, le lanzó un reto: Hijo, tú nunca irás lejos, ni harás Casa de Azulejos
. El joven, herido en su orgullo, cambió de forma de vida, enriqueció el patrimonio y para demostrar su éxito revistió la mansión de azulejos.
Leyenda o verdad el hecho es que se trata de la única edificación en Ciudad de México revestida totalmente en su exterior con coloridos azulejos de talavera de Puebla.
En el siglo XIX la adquirieron familias porfiristas y en 1881 se convirtió en la sede del exclusivo Jockey Club, que entre otros lujillos tenía baños de agua caliente y fría, salón para la siesta, billar y comedores donde se disfrutaba de las especialidades de la cocina francesa.
Por esa época se realizaron las románticas pinturas murales, que muestran jardines, flores, fuentes y aves exóticas que son ya parte de la personalidad del majestuoso patio barroco. De aquí se desplanta la escalera monumental, decorada con lambrines de azulejos. En el descanso se aprecia el magnífico mural Omni Ciencia, que pintó José Clemente Orozco, según explica en la misma obra, por orden de su admirador Francisco Sergio Iturbe, en 1925
. Un detalle poco agraciado es que es el acceso a los sanitarios.
Este Sanborns lo podemos considerar el abuelo de los alrededor de 175 que existen. Todos con el mismo menú; sus clásicos: las enchiladas suizas, la pila de hotcakes, el rollo de helado y el café aguado. Han agregado novedades como un menú light. Las diligentes meseras visten con un atuendo mexicanista, haga calor o frío. En esta temporada se deben helar.
Hace poco más de un año se publicó la noticia de que una parte de las acciones de Sanborns serían repartidas entre las meseras, que se afirma ganan el salario mínimo, con el argumento de que reciben propinas. Se suponía que el propio banco del señor Slim, Inbursa, estaba realizando los preparativos para llevar a cabo la operación. Se iba a crear un fideicomiso con 49 por ciento de las acciones y sus rendimientos se distribuirían equitativamente en función de los años de servicio, ¿que pasó?