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El FAOT en una nuez
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La mezzosoprano letona Elina Garanca ofreció un recital espléndido con sus interpretaciones de Mozart, Saint-Saëns y Bizet en la primera noche de gala del festival que se desarrolla en Álamos, SonoraFoto Juan Arturo Brennan

Álamos, Son.

E

s la última semana de enero, es decir, tiempo de FAOT. Este pequeño poblado sonorense alberga, por trigesimotercer año, las actividades del Festival Alfonso Ortiz Tirado, dedicado de manera principal (pero no exclusiva) a la ópera y al canto de concierto. Como en ediciones anteriores, la de 2017 se ha caracterizado por su variedad y eclecticismo, por un buen nivel general de calidad vocal y, también, por sus momentos de polémica. Un poco más allá de la mitad del FAOT, es posible resumir en una nuez lo más importante de lo escuchado hasta ahora.

Primera noche de gala, un recital espléndido de la mezzosoprano letona Elina Garanca, vocalmente impecable y con aciertos destacados en sus interpretaciones de Mozart, Saint-Saëns y Bizet. Es una lástima que en estos días haya declarado que ya no cantará música antigua, porque lo hace de maravilla.

Al día siguiente, Arturo Márquez se pone al frente de una renovada y perceptiblemente mejorada Orquesta Filarmónica de Sonora para dirigir un concierto monográfico dedicado a su música. Danzones (propios y apropiados), congas y otros sones forman la médula de un programa grato, cálido, sabroso, bien recibido por los conciudadanos del compositor alamense.

En la tercera noche de gala, una muy bien lograda puesta en escena de La voz humana de Francis Poulenc, cantada con técnica, potencia expresiva y capacidad actoral por la soprano mexicana María Katzarava, con Abdiel Vázquez al piano. El público local, poco acostumbrado a este tipo de música y a concentrarse en ella por periodos extensos de tiempo, se desconcertó y reaccionó con cierta frialdad ante una función que mereció una recepción más calurosa y entusiasta dados los satisfactorios resultados en música, canto y teatro.

Una noche más tarde, un recital con piano del barítono mexicano Alfredo Daza, bien cantado, con voz, técnica, proyección y matices más que suficientes, pero que deja dudas sobre el repertorio elegido, y a cuyo resultado no ayudó la interacción insegura y no del todo atinada del cantante con el público. Sin embargo, sus interpretaciones de un aria del Stiffelio de Verdi, con su bien calibrado contraste entre rabia y nobleza, y de la canción japonesa Narayama, fueron puntos cimeros del festival.

A la noche siguiente, el gran tenor mexicano Francisco Araiza pone en juego su larga experiencia en el campo del lied para sortear de manera más que elegante las peripecias del extenso y complejo Cancionero italiano de Hugo Wolf, presentado con un toque de trazo escénico, y con la complicidad luminosa de la soprano croata Marija Vidovic y un acompañamiento destacado del pianista Alexander Pashkov.

La sexta noche de gala fue protagonizada por la soprano queretana Neivi Martínez, quien tiene detrás de sí una interesante carrera en Europa (Suecia, Austria, Alemania principalmente), a quien se agradece, además de un desempeño vocal de muy buen nivel y de una puntual atención a los cambios de estilo, el haber incluido en el menú un par de canciones en náhuatl, de Salvador Moreno, y porciones saludables de arias de opereta (Strauss Jr, Lehár, Kálmán), género al que parece ser especialmente afín.

Además, la soprano demostró que no hay problema en inyectarle un poco de swing y blues a Ponce (A la orilla de un palmar) si se hace con gusto, picardía y conocimiento de causa.

Entre los asuntos perfectibles del FAOT que he detectado en estos días está la programación de los conciertos de mediodía en el Templo de la Purísima Concepción. No se trata, en este caso, de cuestionar la calidad de los artistas que ahí se han programado ni los repertorios que han interpretado, no. Es un asunto técnico, el de elegir qué dotaciones son adecuadas para la peculiar acústica de la iglesia.

Prueba A: el estupendo pianista mexicano Abdiel Vázquez ofreció un sólido y muy completo recital (Mozart, Chopin, Scriabin, transcripciones de óperas de Verdi), del que no dudo que haya sido tocado de manera experta y expresiva.

Sin embargo, quedó claro que la aglomeración de sonidos causada por la reverberación de los muros y la bóveda del templo no permitió apreciar a cabalidad la indudable musicalidad de Vázquez. Nada que no pueda ser remediado a corto plazo: tan fácil como decidir qué dotaciones (que sí las hay) le van bien al templo, y cuáles no.