agan la reverencia. Durante la dinastía Ming había un verdugo de nombre Wang Lun, cuya fama consistía en esperar a los condenados a muerte al pie de la escalera del patíbulo para degollar a sus víctimas mientras subían los escalones del patíbulo. Acariciaba una ambición: decapitar a una persona con un golpe tan certero que ésta no se diera cuenta. Al fin le llega el gran momento. Habían rodado 11 de 12 cabezas. A pesar de que la espada de Wang relampagueó, la víctima siguió subiendo los escalones y al llegar al final exclamó: Cruel Wang Lun: ¿por qué prolongas mi agonía, habiendo decapitado a los otros de manera rápida y piadosa? Wang, al oír que por fin la ambición de su vida se había cumplido, dijo con exquisita cortesía: Haz una reverencia, por favor.
El fin de una relación. Creo que la relación México-Estados Unidos prevaleciente en los pasados 25 años con sus dimes y diretes, con sus asimetrías y con sus pactos secretos, ha sido desmantelada en los primeros días del gobierno de Trump. La continuación de la construcción –que venía desarrollándose en medio de la hipocresía de ambos gobiernos antes de la era Trump– tiene de nuevo que se hace pública, envuelta en una retórica de seguridad nacional, pero con el propósito de humillar a México. Me parece ocioso ponerse a discutir si financiamos o no el muro. Nuestra respuesta única debe ser NO AL MURO e inmediatamente denunciar en los organismos internacionales al gobierno de Trump por un acto de agresión, prebélico. Muy apropiado para el patán de la Casa Blanca usar el ejemplo de Israel.
El TLC está muerto. El TLC surgió con la promesa de generar un proceso de crecimiento y bienestar para todos desde el impulso de las exportaciones manufactureras, terminó impulsando una economía de enclave concentrada por empresas y ramas generando fuertes desequilibrios regionales. Si bien era un tratado comercial, su propósito central fue atraer inversión extranjera directa, para lo cual se estipuló un mecanismo supranacional que busca dar garantías a la inversión extranjera por encima del marco jurídico nacional. El capítulo 11 del TLC establece derechos y protecciones que los tres estados nacionales se comprometen a conceder a inversionistas e inversiones a futuro y un mecanismo de resolución de conflictos con base en un arbitraje internacional para asegurar el cumplimiento de esos compromisos. El tema central era asegurar que los acuerdos involucrados en el tratado fueran irreversibles y no sujetos a cambios políticos. Aquí está el centro del TLC. La gran justicia poética es que esto lo está rompiendo, sin negociación alguna, el autoritarismo de Trump. La amenaza de 20 por ciento se puede convertir en manos del Congreso estadunidense en una política diferenciada de estímulos fiscales, cuyo objetivo no es sólo afectar el flujo comercial, sino desquiciar la inversión extranjera de origen estadunidense en México. Sin esto el TLC está muerto.
Los migrantes. Esta es la batalla central que debe determinar nuestro futuro. Bien que los consulados se conviertan en defensorías de los migrantes. Bien que usemos todos los medios legales en Estados Unidos para defenderlos. Más importante que restructuremos el presupuesto nacional para impulsar una política integral de apoyo. Pero lo que se necesita es una gran movilización nacional a favor de ellos y de nosotros. Una coalición binacional en defensa de la dignidad humana.
Aún no emergen los acuerdos que desde el inicio de la guerra contra las drogas en México han facilitado la infiltración de agentes estadunidenses de seguridad en las instituciones de seguridad nacional. Cuando sean objeto de disputa pública, generarán una controversia mayor. Así se explica la demanda mexicana de negociar en paquete
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¿Qué sigue? Cómo construir una coalición binacional que encabece el replanteamiento de las relaciones entre los dos países.
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