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Gasolinazo, ¿unidad nacional?
A

yer jueves 26, después de que Donald Trump, mediante Twitter, canceló su entrevista con el presidente Peña Nieto, Televisa –El canal de las estrellas– reunió a profesionales de la comunicación y a intelectuales que toda su vida pública han fungido como avaladores de las políticas de los gobiernos desde Carlos Salinas de Gortari hasta el actual Presidente. El programa, que sólo a ratos parecía conducido por Denisse Maerker, incluyó a quienes pueden considerarse intelectuales orgánicos de los poderes de Estado y de los poderes fácticos de este país, como Rubén Aguilar, Enrique Krauze, Jorge Castañeda, Héctor Aguilar Camín. Por otro lado estuvieron López Dóriga y Carlos Loret de Mola, distinguidos por haber hecho su carrera de periodistas a base de deformar los hechos del acontecer nacional y utilizar la formidable estructura tecnológica de Televisa para denostar las luchas sociales y a sus líderes.

El tema de la mesa era qué hacer frente a la embestida tuitera de Trump, que está causando estragos en las cúpulas de esos poderes fácticos y estatales. Fieles a la consigna de no mencionar los verdaderos problemas internos que enfrenta el gobierno de Peña Nieto, los panelistas de plano ignoraron que en el país entero está en marcha el movimiento social más importante y masivo desde la etapa de la Revolución Mexicana, el movimiento contra el gasolinazo, conocido así popularmente. Ignoraron que la crisis económica y el desgarramiento social que vive el país se debe a la conducción política que por más de 30 años han sostenido los gobiernos neoliberales enganchados a la ola de la globalización y que el movimiento popular en toda la República exige respuestas a sus demandas. Igual, esto les permitió dejar de lado que una política exterior y una de unidad nacional como la que demandaron deben reflejar la política interna, de Estado, de verdadera unidad. De otra manera se corre el riesgo de construir sobre bases falsas y demagógicas esa unidad que se desmoronaría a la primera prueba que el enemigo la sometiera, como, en efecto, está sucediendo ahora mismo. En las condiciones actuales, para ser efectiva esa unidad se requiere la eliminación inmediata al aumento del precio de la gasolina, la cancelación de las órdenes de aprehensión contra los maestros en resistencia a la nefasta reforma educativa y la reposición de sus plazas de las que fueron arteramente despojados; la verdad y entrega de los cuerpos de los jóvenes estudiantes de Ayotzinapa asesinados y la consignación de los responsables; la liberación de los presos políticos; el respeto a los derechos de migrantes centroamericanos; el control efectivo sobre la venta del petróleo al exterior para utilizarlo en beneficio de los mexicanos, y el freno sobre los aumentos de los servicios públicos, los alimentos, las colegiaturas y las medicinas. Si no se cumplen estas condiciones demandadas hoy por los ciudadanos, en las calles de las ciudades y en las rancherías más apartadas, difícilmente este país va a creer que quienes lo llaman desde el poder no le harían otra jugada peor de las que le están haciendo. Todo esto fue ignorado en la mesa de Televisa, cuyos integrantes, sin embargo, mencionaron algunas cuestiones a las cuales la opinión pública debería estar más que atenta. Una se refiere a la duda sobre a quién llamaría a esa necesaria unidad nacional frente al acoso de Trump. Ellos mismos descartaron que desde las cúpulas políticas-partidos y funcionarios hubiera algún personaje u organización con la autoridad moral para hacer esa convocatoria, y en este punto no se equivocaron. En una de esas ocurrencias a las que Rubén Aguilar nos acostumbró desde el sexenio foxista, propuso que fueran el Ejército (!) y la Iglesia los que podrían hacer el llamado. La otra cuestión que mencionaron en cuanto a la seguridad nacional tanto de México como de Estados Unidos, tema que introdujo por teléfono Felipe Calderón, se refiere al número de agentes de la DEA en el país, contabilizados, más de 500 perfectamente armados y los agentes de la aduana estadunidense estacionados en Chiapas y Guatemala, eventualmente en riesgo de crear conflictos internacionales por su intervención en asuntos de la maltrecha seguridad mexicana.

Por supuesto, hay una necesidad imperiosa de unidad nacional frente a las amenazas, pero no a toda costa como la que han ideado las cúpulas, dejando de lado los intereses populares. Por eso es necesario que las organizaciones se decidan a apoyar a los ciudadanos en las calles y a plantear seriamente una realidad que no puede evadirse: el gobierno actual empezó con una política y un orden internacional que estuvo vigente hasta hace ocho años y está cambiando rápidamente a raíz de la Gran Recesión de 2008, el Brexit y la ascensión de Trump. La administración del presidente Enrique Peña Nieto estaba hecha para funcionar en el estado de cosas anterior, pero no en una situación de emergencia como la actual, que requiere conformar un gobierno de unidad nacional que afronte con imaginación los enormes retos de las próximas décadas. Por eso, Andrés Manuel vuelve a equivocarse cuando llama a una unidad sin contenidos, desorientando a su propia gente y rehuyendo que los militantes de Morena se sumen decididamente a la energía del pueblo hoy en marcha y vayan al encuentro con la historia que los ha citado.