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En los 80 años de Philip Glass
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Periódico La Jornada
Sábado 28 de enero de 2017, p. a12

Philip Glass cumple 80 años.

El martes 31 de enero, Philip Morris Glass estrenará su Sinfonía 11 en el Carnegie Hall de Nueva York, con la Bruckner Orchester Linz, dirigida por Dennis Russell Davies.

En el mismo programa se estrenarán las Three Life Songs, también de su autoría, con la cantante Angelique Kidjo, además de la obra Days and nights in Rocinha, también glassiana.

Será el acto central de las celebraciones que se iniciaron la semana pasada con la edición de un nuevo disco en Orange Mountain Music, la disquera que fundó el propio Felipe Vidrio (Philip Glass) e incluye el Concierto para Violín que Glass estrenó hace 30 años en esa misma sala, Carne y Frijol (Carnegie Hall, jeje).

No es casualidad que la Bruckner Orchester Linz protagonice la noche conmemorativa. En primer lugar, porque desde hace muchos años y muchas sinfonías, es el instrumento para el cual Glass ha escrito sus composiciones sinfónicas, siempre con Dennis Russell Davies en la batuta.

Pero hay un elemento nodal: si escuchamos con atención las sinfonías de Glass encontraremos muchas sorpresas, entre ellas un emparentamiento, si bien no estilístico, sí estructural con nada menos que ¡las sinfonías de Bruckner!

Hay que mencionar en este momento que Philip Glass, a pesar de ser el compositor vivo más interpretado en el mundo después de Arvo Pärt y John Adams, es un autor incomprendido, poco conocido o, en el mejor de los casos, reducido a la condición de minimalista.

En sus numerosas visitas a México, Philip ha explicado en entrevistas con el autor del Disquero, sus procedimientos composicionales, entre ellos la apariencia de sencillez que esconde una complejidad extrema.

Ha dicho, por ejemplo: “nunca he querido ser un compositor de música que nadie quiere; por eso desde siempre busco quién necesita música para dársela, y sólo entonces escribo partituras. Luego de 50 años de trabajo puedo decir con orgullo que he logrado que el escucha no se percate de que mi música en realidad es muy compleja. Me gusta entonces que se me ubique como un compositor de música sencilla.

Me gusta que se diga de mí que soy autor de una música muy facilita, de gran simplicidad, porque lo que pocos saben es que llegar a esa simpleza ha requerido de mucho trabajo y mucha dificultad. No hay nada más difícil que hacer las cosas simples. Y eso es algo que todo escucha agradece: que no se note la dificultad de todo trabajo creativo y que se escuche en cambio todo simple, dúctil, agradable, en paz.

¿Semejanzas con Bruckner?

Por supuesto.

Tomemos lo más simple: la repetición, es decir, el elemento por el que muchos creen que todo lo que hace Philip Glass es minimalista, o música repetitiva nada más porque repite.

Bruckner fue atacado en su momento por lo mismo: lo que para muchos parecían repeticiones en sus sinfonías, es en realidad una de las revoluciones formales más contundentes en la historia de la música.

La escritura de Bruckner es de una sencillez apabullante al mismo tiempo que complicada en extremo.

La piedra de toque, el punto de partida, el summun simple de Bruckner se remite a un elemento técnico que se conoce como acorde.

Un acorde consiste en un conjunto de notas que suenan simultáneamente o en sucesión y constituyen una unidad armónica.

A partir de ahí, el asunto puede complicarse a placer: por ejemplo, un acorde puede ser escuchado sin que suenen todas sus notas, o bien pueden conformarse variantes ad infinitum en una sucesión de matices que resulta sencillamente fascinante.

He ahí el agua tibia de la música de Bruckner: su noción de acorde, o bien su manera de trascender la sucesión de acordes, da la impresión de ser repetitivo, monótono, aburrido. Cuando se trata, en realidad, de todo lo contrario.

En el caso de Philip Glass el asunto es todavía más complicado. Se puede reducir en una palabra: matemáticas.

Si algo hay en las estructuras de complejidad extrema de las partituras de Glass, de apariencia sencilla, son números. Números y números y números.

No en balde su obra maestra (y a su vez la de Bob Wilson) es la ópera Einstein on the Beach, donde los parlamentos son números, donde los cantantes en lugar de las arias bobaliconas decimonónicas, cantan números.

Hay muchos Philip Glass: el budista comprometido con las mejores causas. El amigo de David Bowie y Brian Eno, con quienes escribió su esplendorosa Low Symphony. El pianista que se divide en 12 partes. El electrónico. El cómplice del Kronos Quartet. El inconmensurable hombre de vidrio.

Querido Philip Glass:

¡Feliz cumpleaños 80!

Larga vida a don Felipe Vidrio.

[email protected]