n México, según el Inegi, para 2030 habrá más de 20 millones de habitantes con más de 60 años. Los avances han posibilitado alargar el ciclo de la vida humana. Hoy día la mayoría de los mexicanos vivimos en zonas urbanas, con la mejora de las condiciones de vida y los avances médicos, la esperanza de vida se ha alargado considerablemente. Somos una población que tiende a envejecer. No sólo el sentido de la vida ha cambiado, sino también el sentido de la muerte. La muerte se ha convertido en un nuevo espacio de debate que involucra el miedo, el sufrimiento y las agonías largas y dolorosas que degradan la condición humana. ¿El bien morir significaría una muerte civilizada? En la tradición judeocristiana sólo Dios tiene la potestad de otorgar y quitar la vida en el momento adecuado. La eutanasia está fuera del lenguaje cristiano desde hace más de 2 mil años. Sólo Francisco de Asís optó por congeniar con la muerte, llamándola la hermana muerte
y sugiriendo que detrás de su rostro sombrío había un semblante precioso y brillante, el hecho de la resurrección.
En la actualidad es difícil escapar del debate sobre la muerte digna y el suicidio asistido, los medios de comunicación e Internet nos ofrecen a diario abundantes casos y conmovedoras historias sobre el sufrimiento y la mortalidad humana. Los católicos tradicionales cuestionan el recelo al sufrimiento y a la agonía, pues la sociedad moderna contemporánea nos orilla al hedonismo y al placer. El sufrimiento, señalan, es una prueba de Dios, como lo hizo con Cristo en la cruz. Por ello, el debate es complejo y hasta confuso, no sólo desde la dimensión ética, sino religiosa. El término eutanasia, etimológicamente significa buena muerte
o muerte digna, abarca prácticas muy diferentes, no tan obvias al público en general e incluso los profesionales de la salud. Por ejemplo, en el campo de la medicina, el vitalismo terapéutico, que pugna por sostener la vida a cualquier costo y a pesar de todo, incluyendo el dolor y el sufrimiento. Dicho enfoque ha venido cediendo terreno desde los años 60 al morir humanamente.
Sustrayendo los sentidos de lo sagrado y de sus ritos. Una buena muerte es una muerte sin dolor, que se manifiesta tan repentinamente que no la vemos venir. Y cuando es lenta, cuando enfrenta el deterioro físico y sicológico, parece intolerable porque hay una degradación de la dignidad de la persona ¿Vivimos en una época en que sufrimiento, larga agonía y muerte son un mal absoluto? Cuando la modernidad nos insinúa una vida de felicidad, placer, belleza y vitalidad ¿La muerte y la forma de morir es una derrota, una claudicación? Hay nuevos dilemas culturales y jurídicos. ¿La vejez en sí misma no sólo el dolor físico son síntomas de la muerte en la modernidad? Los ancianos y los enfermos en general están en aislamiento social, bajo sentimientos de inutilidad, depresión y, más allá de estos factores, la desesperación y la pérdida del sentido ¿De qué sirve vivir así, es sólo esperar la muerte?
Por ello los legisladores de la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México han dado un paso importante sobre el tema, al aprobar el artículo 11 de la futura constitución política que da luz verde al derecho a una muerte digna
, no lo dice explícitamente pero deberá ajustarse a una de las figuras de la eutanasia. La iniciativa fue presentada por Jesús Ortega, del PRD. Versa así: Toda persona tiene derecho a la autodeterminación y al libre desarrollo de una personalidad. Este derecho humano fundamental deberá posibilitar que todas las personas puedan ejercer plenamente sus capacidades para vivir con dignidad. La vida digna contiene implícitamente el derecho a una muerte digna
. Fue aprobada 56 votos a favor; hubo 27 en contra y una abstención.
Aunque la iniciativa constitucional no proporciona ninguna definición de muerte digna, se entiende como acortar el sufrimiento de una enfermedad incurable; como el acto de dar fin y de terminar con el sufrimiento de un paciente, que por su voluntad o de sus familiares no prolonguen el padecimiento incurable, físico o sicológico insoportable y su situación ya no tenga esperanza. El mismo Jesús Ortega en un comunicado anexo, ofrece su propia definición: son los casos en que las personas están al final de su vida con enfermedades incurables, agravantes a la dignidad de esa persona y también lesiona a los familiares que están alrededor de ellos, por lo que continuar viviendo en esas condiciones lesiona la dignidad humana
.
Es importante advertir que la muerte digna no es equivalente a los preceptos de la Ley de Voluntad Anticipada, como ha sostenido Miguel Mancera. Sea por cálculo político o por desconocimiento, el jefe de Gobierno se ha equivocado incluso en su definición de eutanasia. Ha sido reconvenido por Roberto Blancarte, quien le reprochó: Usted no tiene razón en dar marcha atrás porque evidentemente ignora lo que la gente en México piensa al respecto
y se sustenta en una contundente encuesta de la asociación civil Por el Derecho a Morir con Dignidad, presidida por Amparo Espinosa. Estas declaraciones han causado confusión entre miembros de la Asamblea Constituyente.
Pese al mensaje tonificante del jefe de Gobierno Mancera, las conservadoras redes católicas han empezado a manifestar inquietud. Desde la Fe, semanario de la arquidiócesis, y amagos del Frente Nacional por la Familia han empezado por orar por los constituyentes y en acto seguido a criticarlos sin piedad alguna. La Arquidiócesis de México emitió un comunicado en el que criticó la decisión de la Asamblea Constituyente por aprobar la eutanasia en la capital. En el texto llama a la CDMX ciudad asesina
, bajo los conceptos religiosos toda persona, institución o gobierno deben hacer todo lo posible para ayudar a conservar la vida y no es posible, dice el comunicado, que ninguna persona, institución o gobierno considere que tiene derecho a quitar la vida de otra persona. Desde la Fe define en su editorial como una Constitución fallida
, llama a los constituyentes renegados y amaga con movilizaciones en las calles y castigo católico en las urnas. Esta película ya la hemos visto muchas veces.