n efecto, el reality show de los primeros tiempos terminó en múltiples desfiles inadmisibles, si no es que despreciables. No, no fue sólo la presencia de un candidato inferior a la media mental de cualquier país, sino la prepotencia reinante en que se exhibieron a manos llenas estupidez y riqueza, discriminación, desprecio y altivez combinados. La pregunta que surgió por muchos que presenciaron el espectáculo de tal escenografía, que resultaba simplemente construida o inventada, reflejaba más de nuestro mundo efectivo de lo que pudiéramos pensar, de la real situación en que vivimos. Por supuesto hubo seguramente muchas respuestas y reacciones: para muchos aquellas formas de vida resultaban el modo ideal, el modo soñado de vivir y pasarla. Pero para muchos otros no, evidentemente, aquello resultaba despreciable y nada más alejado de su forma de sentir y de querer la vida. Los contrastes resultaban abrumadores, por no decir insultantes, pero así transcurrió aquello…
Iba a decir sin mayores incidentes pero no, sí los hubo y a granel; mientras aquel artificio ocurría en el cielo de las élites, en el mundo real de la mayoría de los hombres y mujeres a pie, en las simples calles y banquetas de un gran número de ciudades de Estados Unidos y de otras partes del mundo, sobre todo los jóvenes y los desvalidos, tal vez sobre todo las mujeres, protestaban enérgicamente por la presencia de un energúmeno de tal naturaleza en los altos sitiales del gobierno de Estados Unidos.
No, a muy corto plazo tal vez la movilización popular no origine un cambio significativo, pero al final de cuentas las movilizaciones horadan y presionan al poder político. Pero, ¿hasta qué punto? No lo sabemos, pero sí estamos seguros de que son mucho más que simplemente testimoniales. Hablando con algunos amigos, comentábamos que resulta vergonzoso para las mayorías de un país importante, más allá de su sistema electoral, haber permitido que un personaje como Trump haya accedido a la más alta magistratura. Su respuesta fue de pleno acuerdo, aun cuando se acentuó la responsabilidad directa en ello de Hillary Clinton pero también seguramente de Barack Obama, que sufre ya a unos días la eliminación de parte importante de su legado (en lo social). Es muy posible, y señalaba como aspectos particularmente negativos el acuerdo con Cuba de último momento para restablecer relaciones, que hizo perder Florida para los demócratas, y el descuido
de Hillary por no visitar siquiera algunos de aquellos estados de la unión que resultaban claves en el sistema de mayorías por delegaciones, por ejemplo Michigan, Wisconsin o Pensilvania. Es probable que hayan pecado ambos de una altivez (¿ingenuidad?) que a la postre les resultó veneno puro.
El hecho es que la toma de posesión de Donald Trump y su reflejo en las calles confirma una vez más que vivimos un tiempo de grandes diferencias sociales y de enfrentamiento entre grupos que tiende a ser cada vez más violento y radical. Es decir, en el fondo revelador de una lucha de clases que no se atreve a decir su nombre, pero que resulta evidente para quien se proponga observarlo. El hecho escueto es que vivimos un tiempo en que no solamente en el caso de Donald Trump y de Estados Unidos la camarilla en el poder es particularmente reaccionaria, sino que tal fenómeno se reproduce en varios países europeos, ahora y probablemente en el inmediato futuro. Quienes han estudiado el fenómeno explican que los ataques terroristas de grupos islámicos explican en buena medida el fenómeno, diciendo que son los gobiernos fuertes los únicos que podrían detenerlos y modificar en tal sentido el curso de la historia actual. Probablemente sea más que razonable su hipótesis.
Pero el hecho innegable es que la ocupación de la presidencia de Estados Unidos por Donald Trump ha causado ya una especie de conmoción mundial que ha servido para que se manifiesten probablemente centenares de millones de personas en multitud de ciudades de ese país y del mundo entero. Es verdad, con presencia sobre todo femenina pero con un indudable sentido político mucho más amplio, que tiene que ver con el repudio de muchos cientos y miles de millones de personas que en todo el mundo que rechazan la personalidad autoritaria y caprichosa del nuevo presidente estadunidense. Ha resultado muy impresionante ver las imágenes en multitud de lugares del planeta de mujeres y hombres de todas las edades y condiciones sociales denunciando enérgicamente la personalidad de este energúmeno.
Pero claro, en vista de los antecedentes de campaña y ya de preparación para su toma del poder, la preocupación mayor sobre el inmediato futuro recae sobre todo en México, a quien Trump ha tratado no sólo en términos despectivos, sino amenazantes, parece que ya cumplidas en la práctica algunas de esas amenazas cuando el presidente electo convenció a la Ford de no realizar en México alguna importante inversión. Además de que ha amenazado con prohibiciones y aumentos espectaculares de aranceles y otros obstáculos, a empresas alemanas que fabrican automóviles en México. Y cuando, insisto, ha sido sin duda amenazante con la migración mexicana en Estados Unidos, al decir que tomará medidas para expulsarlos de ese país, sin importar la legalidad de sus papeles y documentación.
Pero diría que afortunadamente surge la noticia inesperada de que el presidente de México, Enrique Peña Nieto, viajará a Washington muy próximamente para tener una entrevista con Donald Trump, según ha anunciado la prensa, sobre la cuestión migratoria y la fundamental de las relaciones económicas y comerciales entre ambos países. Espero que sea esta una buena señal y que se despejen en algún grado las principales dudas sobre las relaciones entre ambos países. Como han dicho de manera masiva infinidad de mexicanos: es la hora de sostener con firmeza los principios permanentes de nuestra política internacional y los fundamentales con los que se ha construido la nación.
En esta tarea será importante también la presencia en Washington de Luis Videgaray en tanto secretario de Relaciones Exteriores y del secretario de Economía. Los mexicanos esperamos que estos primeros contactos nos muestren una luz que pueda ampliarse para el futuro.