El director estadunidense presenta otro estudio del dolor en Manchester by The Sea
En este minucioso drama Lee, hombre solitario y deprimido, deberá hacerse cargo de su sobrino cuando muere su hermano
La película es protagonizada por Casey Affleck y Michel Williams
Domingo 22 de enero de 2017, p. 5
El guionista y director Kenneth Lonergan se especializa en estudios del dolor, la culpa y el desconcierto. Uno no va a ver sus películas esperando recibir uno de esos tónicos cinematográficos de Año Nuevo que La La Land ofrece. Manchester by The Sea está en un registro similar a You Can Count On Me (2000) y su accidentada cinta de 2011 Margaret.
En sus películas, presenta anatomías muy minuciosas de personajes que han sufrido un extremo trauma emocional. Aquí, el que sufre es Lee Chandler (Casey Affleck), conserje y técnico de mantenimiento. La cinta podría fá- cilmente parecer sombría y premonitoria en extremo: la historia de un padre y marido que sin darse cuenta causó una tragedia en su familia y está lleno tanto de odio a sí mismo como de hostilidad hacia el mundo.
Que Manchester By The Sea resulte tan absorbente se debe tanto al cuidadoso estilo de dirigir de Lonergan como a la soberbia interpretación del actor principal, en el estilo conocido como el Método. En el papel de Lee, Affleck no obtiene muchos grandes soliloquios en los cuales expresar sus sentimientos. Gran parte de su tiempo en pantalla se va en palear nieve, arreglar drenajes tapados o sentado en oficinas, escuchando a médicos, jefes o policías, todos los cuales invariablemente le dicen lo peor. No hay nada remotamente encantador en él. Su idea de recreación es beber tanta cerveza como pueda apoyado en una barra y luego aporrear a quienquiera que tenga la temeridad de mirarlo.
La melancolía
Affleck interpreta a Lee con una mirada de dolor y perplejidad en los ojos. Hay un momento muy revelador al principio, en el que una clienta lo riñe y él la insulta (me importa un carajo lo que haga, señora Olsen
). Pese a toda su aparente agresividad, su actitud es fatalista. Cumple sus tareas de manera eficiente pero robótica, rehuyendo cualquier contacto humano, pero podemos sentir su dolor.
Lonergan fija la melancolía. El filme está situado en lo más crudo del invierno. Está helado, demasiado frío hasta para que los sepultureros caven una fosa, así que los cadáveres se dejan en el frigorífico. La música clásica de la banda sonora se agrega a la sensación elegiaca. El director hace pocas concesiones al público, igual que el conserje hace con sus clientes. Si Lee recibe una llamada, se le muestra escuchando. Si va en un auto, Lonergan lo filma manejando, mirando al frente con expresión vacía.
La cinta toma todo el asunto de la muerte de manera muy directa y mórbidamente cómica. Cuando Lee es llamado de nuevo a casa, a Manchester-By-The-Sea, porque su hermano está peligrosamente enfermo, los médicos y enfermeras lo someten a una rutina que a las claras ha sido muchas veces ensayada. Le permiten al visitante un momento con el cuerpo. Si hay lágrimas, alguien traerá los Kleenex. Hay formularios que llenar, arreglos funerarios que hacer. El rostro de Affleck, en todo este embrollo, es un panorama de sufrimiento y rabia lastimera, a duras penas contenida.
Por breves instantes se lanzan flashbacks en la película. De pronto, cuando vemos a Lee como el devoto padre con su amada esposa Randi (Michelle Williams) y sus hijos, la pantalla se llena de energía y color. Aparece Lee haciendo boberías.
El argumento de Lonergan es engañosamente intrincado. Lee quiere estar solo, pero en el momento en que regresa a su ciudad natal se vuelve evidente que queda atrapado en una complicada maraña de diferentes relaciones: con la excéntrica y alcohólica esposa de su hermano (un disfrutable cameo de neurótica de Gretchen Mol); con viejos amigos y, lo más importante, con el hijo adolescente de su hermano, Patrick (Lucas Hedges).
El mayor conflicto viene cuando se entera de que su hermano lo ha nombrado guardián de Patrick. Asumir ese papel lo obligará a salir de su concha de protección. Patrick es lo opuesto a Lee, un adolescente fogoso e impulsivo que toca en una banda y es una de las estrellas del equipo de hockey de la preparatoria. Mientras éste se afana en buscar nuevas experiencias y correr hacia la vida, Lee es una figura semejante a Scrooge, que dice no
e intenta mantener a raya el mundo exterior.
Por unos momentos, mientras la atención se desplaza hacia la vida de Patrick, la cinta parece recordar una de esas películas de John Hughes con el grupo de actores juveniles conocido como Brat Pack. Hay interludios muy divertidos en los que Patrick y su novia aparecen fingiendo hacer la tarea en un cuarto de la planta alta cuando en realidad intentan tener sexo. Patrick maneja su aflicción en forma totalmente diferente de su tío. Mira al exterior. Es tan gregario como Lee es solitario.
Anhelo y venganza
Es típico del enfoque de Lonergan que el momento más intenso de la película –el encuentro casual entre Lee y su ex esposa, ahora vuelta a casar– no concluye en nada. En un momento anterior de la cinta, después del accidente que ha arruinado sus vidas, ella es mostrada retrocediendo al más mínimo toque de él. Es testimonio de la habilidad de Michelle Williams que sea capaz de aportar tal complejidad a su papel de Randi aun cuando sólo está unos minutos en pantalla. De algún modo, en un par de minutos, parada en una calle detrás de un parque, logra mostrarnos todo el humor e intensidad del personaje, su sentido de anhelo y su congoja, sus sentimientos de venganza y su lástima por Lee.
Mira, Lee, tú cometiste un error terrible, como un millón de personas lo hicieron anoche. No vamos a crucificarte
, le dice un policía amistoso a Lee cuando éste quiere suicidarse después del accidente que devastó a su familia. Es una línea al vuelo, pero resume a la perfección uno de los temas principales de la película: que las chingaderas ocurren, y cuando eso pasa, el peor castigo es casi siempre el que uno se inflige.
Manchester By The Sea. Director: Kenneth Lonergan, 137 mins, con Casey Affleck, Michelle Williams, Kyle Chandler, Lucas Hedges
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya