Opinión
Ver día anteriorMartes 10 de enero de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Guanajuato
H

ace unos meses presentamos en diversas poblaciones de Guanajuato En el espejo haitiano, de Luis Fernando Granados. Era más que pertinente: los protagonistas colectivos de ese libro son los indios del Bajío que en un periplo de 12 días (del 16 al 28 de septiembre de 1810) hirieron de muerte al régimen colonial: la Independencia como proceso social desde abajo sí resultó en una modificación sustantiva de la relación colonial. En el Bajío, los peones y esclavos sin futuro que se lanzaron masivamente a la revuelta, se convirtieron en rancheros que se alimentaban a sí mismos y no a los amos y a las minas (lo contamos aquí).

La gira terminó un sábado en la capital del estado, cuyos postes y tableros de anuncios estaban llenos con la invitación a celebrar una noche porfiriana en el Teatro Juárez. Preguntamos por el significado de semejante ridiculez y los compañeros nos informaron que el trasnochado panismo guanajuatense acostumbra esos eventos, que reciben carretadas de dinero –público– en propaganda y promoción. Meneamos la cabeza con esa impresión que a veces nos deja Guanajuato, el Guanajuato descrito en una pincelada por Carlos Fuentes: Guanajuato es a México lo que Flandes a Europa: el cogollo, la esencia de un estilo.

Al salir del hostal la mañana siguiente, encontramos todos y cada uno de los porfirianos pendones con un rojinegro pegote superpuesto: ¡Zapata vive!

Esa acción nocturna de guanajuatenses anónimos nos pareció enormemente simbólica y me retrajo a mi infancia y adolescencia, cuando me tocó escuchar (o acompañar) las historias de las obreras de Irapuato (léase la enternecedora crónica de Paco Ignacio Taibo 2), los ferrocarrileros de Acámbaro, los agraristas de Valle de Santiago, las Comunidades Eclesiales de Base de León, las Bandas Unidas Kiss de Dolores Hidalgo, los petroleros disidentes de Salamanca, los obreros de la metalmecánica de Celaya… la tendencia Democrática de los Electricistas, la Unión de Colonias Populares de Irapuato, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación que detuvo al estado en 1989, la Coordinadora Nacional Plan de Ayala en el sur del Bajío.

La acción anónima, el ¡Zapata vive! me recordó que los rancheros y artesanos del Bajío, herederos directos de quienes destruyeron el eje mina-hacienda en 1810 al grito de ¡viva el cura Hidalgo!, ¡viva la Virgen de Guadalupe!, se convirtieron en la base fundamental del ejército liberal que permitió a Benito Juárez enfrentar el golpe de Estado y reconstruir, en Guanajuato, el gobierno emanado de la Constitución de 1857. Y de esa región y esos grupos sociales seguirían alimentándose los ejércitos de la República, cuando la resistencia frente al invasor francés adquirió una dimensión nacional.

Y pese a esta historia y muchas otras, los guanajuatenses somos vistos fuera de Guanajuato como conservadores de derecha. Desaparecen de la historia los 20 mil guanajuatenses que atacaron la Alhóndiga con Hidalgo; los que formaron las fuerzas de Manuel Doblado y escoltaron a Juárez hasta Paso del Norte; los de la reforma agraria cardenista (impulsada desde abajo y que aún cala en muchos rincones del estado). Se olvida la tradición radical y revolucionaria de Ignacio Ramírez y Práxedis Guerrero.

Y se moteja de conservadurismo la lucha que dieron muchos rancheros e industriales, ejidatarios y obreros de Guanajuato, en el último cuarto del siglo XX. Quizá no se entienden sus motivaciones, más allá de algunos principios morales: fue una larga lucha cívica que ellos creyeron contra la democracia y el autoritarismo, contra la desindustrialización y el abandono del campo. Así la vi yo, así me la platicaron los amigos y vecinos que en ella participaron. Si a la postre los engañaron, no sólo los engañaron a ellos, sino a muchos millones más en el país entero, cuando el panismo victorioso en el 2000 decidió entregar la posibilidad de la transición democrática a las mafias del poder.

En la génesis revolucionaria, libérrima, de esos rancheros y ejidatarios, hay varias claves para entender la formación del liberalismo mexicano y del Estado posrevolucionario. La búsqueda de esas claves me lleva, como historiador, de regreso a Guanajuato este 2017. Lo que me trae otra evocación: como historiador, también salí de Guanajuato, adonde ahora vuelvo: mi tema central como historiador, de 1997 a 2015, fueron los ejércitos populares de la Revolución, sus orígenes, causas y razones. Y ese tema nació, como lo cuento al principio de 1915: México en guerra, recorriendo en mi bicicleta de adolescente los sitios donde se libraron las llamadas batallas de Celaya, en 1915. Quizá mi regreso como historiador a las tierras en que me formé pueda contribuir a entender el sentido de la insurgencia cívica de Guanajuato hace una generación, y a buscarle un nuevo cauce para quienes la protagonizaron y para sus hijos.

Twitter: @HistoriaPedro

Blog: lacabezadevilla.wordpress.com