El color de los dioses se presenta en Bellas Artes hasta el 8 de enero
Ciencia y tecnología ayudan a reconocer y rescatar el aspecto original
Jueves 29 de diciembre de 2016, p. 4
La relevancia de la exposición El color de los dioses, que se presenta en el Museo del Palacio de Bellas Artes, se sustenta en la singular y grata experiencia de poder apreciar los colores que habrían tenido originalmente las más de 100 esculturas entre grecorromanas y mesoamericanas ahí reunidas.
Con esta muestra el visitante tiene la oportunidad de conocer y reconocer la policromía de una serie de obras de la Grecia antigua y de nuestro pasado precolombino.
Dividida en cuatro estaciones: La invención de la tradición, Primeras aproximaciones al problema del color, Experimentación científica y Representación y significación del color, la exposición tiene la finalidad de cambiar la idea equivocada de que los trabajos escultóricos de la antigüedad clásica eran monocromáticos, es decir, que las esculturas que hoy apreciamos estaban originalmente desprovistas de color, que éste era determinado sólo por el blanco del mármol.
Sin embargo, se ha descubierto que esa apreciación es un error. De acuerdo con el historiador Julio Rivas, por muchos años se creyó que el arte clásico griego no era adornado con colores, sino que era blanco, en referencia a la pulcritud y la razón. De ahí que la exhibición de las piezas originales y replicas griegas y grecoromanas se presentan como resultado de una serie de investigaciones, concluidas hace 30 años, que demuestran la existencia de policromía en el tiempo en que vivieron los griegos y los romanos.
Al inicio del recorrido se encuentran cuatro extraordinarias esculturas, dos de la antigüedad clásica griega y dos del periodo precolombino; obras que son representativas de los cánones estéticos de ambas culturas.
Por un lado están los dorsos de hombres desnudos, con los músculos muy marcados y que provocan la idea de movimiento; en este caso se trata del dorso de un atleta; mientras en contraposición se encuentran las figuras mesoamericanas, que son muy estáticas, con los brazos pegados al cuerpo, aquí se exhibe una escultura encontrada en el Templo Mayor, que representa a una divinidad de la lluvia.
Ese diálogo y contraste, entre la estética y la policromía de unas y otras piezas, está presente a lo largo de toda la exposición, con la finalidad de que el visitante compare, en distintos casos, a una escultura de mármol que ha llegado a nuestros días desprovista de color, con una réplica policromada, lo que no sólo da vivacidad a la obra, sino que también permite conocer y valorar el significado para el que fue creada.
Ejemplo de ello es una pieza mesoamericana original que representa a la divinidad del pulque y de la lluvia, en cuya reproducción se han reconstruido sus colores originales.
En el mismo espacio donde se encuentra la pieza mesoamericana, el visitante podrá apreciar una escena esculpida de la Ilíada, una pelea entre Aquiles y Agamenón, donde la policromía también es importante para entender el contexto narrativo de la escena.
En otro punto, el visitante también se encontrará con el arquero troyano Paris, con el guerrero Ayax y Atenea, figuras que son parte del frontón del Templo de Afaya, cuyo color en la vestimenta distingue a los griegos de quienes no lo son.
Otra muestra donde la policromía juega un papel fundamental, comentó Rivas, es un dorso original que se ve completamente blanco, pero gracias a las investigaciones científicas sobre el color se descubrió que el personaje lleva puesta una coraza dorada: no es el cincelado del escultor, sino el pincel y el color del pintor lo que permite saber de la existencia de esa coraza
. La muestra concluirá el 8 de enero.