n Ciudad de México, hace unos meses fuimos testigos y a veces partícipes de un movimiento de las clases medias urbanas de la delegación Benito Juárez en oposición de medidas gubernamentales que se consideraron autoritarias, abusivas, contrarias a garantías individuales en contra de los vecinos. La decisión que provocó ese rechazo fue la instalación de aparatos para cobrar el estacionamiento de automóviles en las calles, con lo que se interrumpió una práctica centenaria, o casi, en varias colonias de esa delegación.
La protesta fue también contra multas excesivas por faltas de tránsito mínimas no necesariamente peligrosas y, por supuesto, no voluntarias, sino más bien producto de las necesidades de un tránsito capitalino intenso en el que la pericia y cortesía de los conductores, sin duda con excepciones, ha sido la razón principal por la cual millones de automóviles circulan con la fluidez que es posible y sin excesivo número de percances.
Otro motivo de reclamo airado estuvo dirigido a acciones de la Secretaría del Medio Ambiente de la capital, con motivo de la tala indiscriminada de árboles para construir un túnel o paso a desnivel, cuyo objetivo es que los vehículos crucen más rápidamente varias avenidas, incluyendo la emblemática avenida Insurgentes; en este caso se llegó al extremo de que uno de los protestantes
denunció penalmente a la titular de la dependencia ante el Ministerio Público.
El fenómeno fue interesante dado que por vez primera personas de clase media y media alta participaron en acciones públicas, cerraron parcialmente avenidas y se plantaron frente al edificio en que habita el jefe de Gobierno. Se logró que en San Pedro de los Pinos no se instalaran los parquímetros, sí se instalaron en la colonia Nápoles, y otras aledañas, y la construcción del túnel o deprimido sigue adelante, y los árboles, más de 800 desaparecieron.
Otra expresión de este fenómeno social emergente fue la organización de vecinos de la delegación Miguel Hidalgo defensores del Bosque de Chapultepec que se han opuesto mediante acciones judiciales, pero también con presencia en la calle, a que parte de la tercera sección del bosque sea concesionada a una empresa privada para instalar una especie de feria con juegos extremos. Un precedente exitoso de esta lucha fue la de vecinos de las colonias Roma, Juárez y Condesa que logró frenar un proyecto estrafalario para convertir la avenida Chapultepec en corredor comercial. No han sido las únicas, pero sí las más notables rebeldías vecinales; hay otras que salvaron una glorieta, que exigieron alumbrado o seguridad en barrios y colonias, a veces escuchados otras ignorados, pero lo importante es que hay incipiente organización y coraje para reclamar.
El fenómeno no se circunscribe a la capital. En otras ciudades el descontento y el reclamo están presentes ya en la vida cotidiana. Un ejemplo claro fue la visible y enérgica presencia de la CNTE en contra de una decisión burocrática confusa y nunca bien explicada para limitar derechos de los profesores de enseñanza primaria y media superior.
Hoy llama la atención que la semana que concluyó, en la capital del estado de Nuevo León unos mil o mil 500 vecinos se manifestaron ante el Congreso del estado y luego tomaron temporalmente el palacio de gobierno en forma airada e incontenible para los pocos policías que resguardaban el lugar. Pidieron la renuncia del gobernador supuestamente independiente; le reclamaron su falta de congruencia, lo llamaron mentiroso y “Bronco traidor”.
En este caso, el motivo de la movilización ciudadana convocada por personas de clase media alta pero en la cual participaron también grupos de personas de menores recursos y de estratos más pobres, no fue una obra molesta o arbitraria, sino algo más grave, que afecta directamente a la economía de la gente. Se trata de los impuestos que El Bronco prometió derogar y ya se están cobrando o se van a cobrar pronto, y que los diputados no tuvieron el valor o la fuerza de evitar.
En su campaña había prometido suprimir el pago de tenencia de automóviles y detener el alza al impuesto predial. No lo hizo, y sus antiguos partidarios de clase media, verdaderos norteños –éstos sí broncos–, le reclaman sus falsas promesas y otros ofrecimientos de campaña que quedaron en el olvido.
Es posible el fin de la paciencia de los ciudadanos. En enero vienen aumentos a la gasolina que provocarán encarecimiento de muchos otros productos de primera necesidad. ¿Lo tolerará el pueblo o se multiplicaran los reclamos?
Lo mejor para el país sería que el descontento desemboque institucionalmente en los procesos electorales con el rechazo de los malos gobernantes; para ello, deben ser respetados y creíbles. Más falsificaciones, más atropellos, más mentiras, más robos, pueden llevar a un estallido social en el que participen todos los segmentos de la sociedad.