México reprobado
PISA: en el sótano
Escalón 53 de 65
e acuerdo con la versión oficial, los mexicanos deberían estar más que satisfechos y agradecidos, porque en materia educativa no hemos mejorado y tampoco empeorado
(sino todo lo contrario), de acuerdo con el sabio pronunciamiento del secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, tras conocer los resultados de la prueba PISA 2015 –la más reciente–, que colocan a nuestro país en el último lugar de las 35 naciones integrantes de la OCDE, es decir, la misma posición que la reportada en el año 2000.
Tres lustros han transcurrido desde que se practicó la primera evaluación, y a lo largo de ese periodo han estado involucrados tres inquilinos de Los Pinos, seis titulares de la Secretaría de Educación Pública y una todo poderosa dirigente sindical –hoy encarcelada por los mismos que la llevaron a las nubes–, amén de que el gasto público acumulado en el sector educativo suma entre 4 y 5 billones de pesos. Todo, para que México se mantenga en el sótano pero, eso sí, muy contento porque no hemos mejorado y tampoco empeorado
.
Con ese criterio transcurrirán décadas y más décadas, y en materia educativa nuestro país se mantendrá en el fondo. Pero el problema no se limita al ámbito de la OCDE, porque en un ejercicio más amplio la Comisión Económica para América latina y el Caribe (Cepal) documenta que México ocupa el escalón número 53 (de 65 posibles) en lo referente al desempeño en la prueba del Programa Internacional para la Evaluación de los Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés), lo que lo ubica entre los resultados obtenidos por Malasia y Montenegro, de acuerdo con su informe: Las tendencias mundiales y el futuro de América Latina, divulgado ayer. De él se toman los siguientes pasajes. Va, pues.
La educación es la llave maestra para innovar, crecer y dar igualdad de oportunidades a todos; es uno de los factores decisivos en la competencia mundial. Aunque todos los países latinoamericanos la han declarado prioridad nacional, se trata de afirmaciones que aún se mantienen a un nivel más declarativo que efectivo. Los sistemas internacionales de evaluación de resultados académicos (PISA yTIMMS, entre otros) muestran cuán bajo es el nivel de conocimiento de los alumnos de la región.
De los 15 más altos puntajes en matemáticas medidos por OCDE en 2012, siete son asiáticos. De los 15 más bajos, ocho son latinoamericanos. Además, el porcentaje de alumnos que superan los niveles altos (cinco y seis) es bajísimo en el caso de los latinoamericanos (1.6 por ciento y menos), mientras el promedio de la OCDE es de 12.6 por ciento.
Igualmente pobres son los resultados de los que obtienen bajo el nivel mínimo. Mientras el promedio de la OCDE es de 23.1 por ciento, los latinoamericanos superan el 50 por ciento, es decir, más de la mitad de los ocho países participantes de América Latina (Brasil, Chile, Costa Rica, Colombia, Uruguay, Perú, Argentina y México) están bajo el nivel mínimo. Incluso los países de mejores resultados en la región se hallan por debajo de la media de la citada organización.
También es baja la cobertura en educación terciaria. En América Latina, en la próxima década sería posible lograr una cobertura de 50 por ciento de la cohorte de 18 a 25 años en educación superior, técnica o universitaria. La República de Corea alcanzó 70 por ciento en 2015 y busca complementarla con la formación de jóvenes en el exterior. Esta es una referencia que pone de relieve el rezago latinoamericano en la materia.
Al respecto, son ilustrativas las cifras de alumnos extranjeros en Estados Unidos. En 2014-15 casi un millón de alumnos de terceros países matricularon en 3 mil centros acreditados de estudios superiores estadunidenses. Los países asiáticos ocuparon los primeros lugares, encabezados por China (304 mil), India (133 mil) y la República de Corea (64 mil). En conjunto, América Latina y el Caribe apenas sumaron 64 mil. Encabezó ese grupo Brasil (24 mil), seguido por México (17 mil),Venezuela (7 mil 900), Colombia (7 mil 200), Perú (2 mil 800), Ecuador (2 mil 800) y Chile (2 mil 500).
Es sorprendente que la República de Corea, con una población de 50 millones de habitantes, tenga una cifra cercana de estudiantes y graduados en Estados Unidos a la de América Latina y el Caribe, con 600 millones de habitantes y mayor proximidad geográfica. Esto indica cuán diferentes son las estrategias de los países asiáticos en lo que se refiere a aprovechar la calidad de la educación superior en Estados Unidos. En América Latina hay escasa planificación a largo plazo para definir el número y calidad de los maestros en cada nivel escolar, la cantidad de técnicos y personas con postgrados que sería necesario formar, los contenidos curriculares y el cultivo de valores indispensables en un mundo en transformación.
El éxito de Finlandia y la República de Corea revela que es posible avanzar más rápidamente. La función que desempeñará la tecnología, los contenidos que deben privilegiarse para capacitar en un mundo en transformación, el papel que juega la memoria cuando está todo el conocimiento disponible, y las formas de mejorar las habilidades cognitivas son algunos de los temas que ameritan seguimiento.
Los cambios tecnológicos impactarán crecientemente en la educación desde dos ángulos. Primero, a través de las nuevas tecnologías disponibles, que amplían los métodos de enseñanza y aprendizaje, tanto a través de las neurociencias como de las plataformas digitales para tomar cursos y conectarse con centros de investigación a distancia, y lograr una mayor personalización. Segundo, exigirán nuevos contenidos para desarrollar las capacidades de innovación, tanto en habilidades duras (matemáticas, ciencia, lectura, humanidades) como las blandas (emocionales, trabajo en equipo, multiculturalidad, interdisciplinario, abordar problemas reales).
Las transformaciones productivas también incidirán en la empleabilidad, desatando nuevas exigencias de contenidos y métodos de enseñanza de personas trabajando. La inteligencia artificial, robótica, sensores, análisis masivo de datos irían modificando aceleradamente los trabajos, en particular los rutinarios.
Algunos estudios advierten alta rotación, como en Estados Unidos, donde 47 por ciento de los actuales trabajos serían automatizados. Estas tendencias exigen preparar cursos de formación permanentes, durante toda la vida, para adiestrar y dotar de nuevas competencias para la adaptabilidad de la fuerza laboral.
Las rebanadas del pastel
Entonces, qué más da 15 años en el fondo, si al final de cuentas ni nos perjudica ni nos beneficia, sino todo lo contrario.
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