Opinión
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Balance de la Jornada

Se frustró la protesta de piernas rígidas

El Tri volvió al juego gris

E

l valor y el coraje apenas duraron unas horas. Iba a ser un hecho sin precedente. Los futbolistas mexicanos se disponían a demostrar que no son títeres de nadie, que tienen dignidad y, sobre todo, fuerza y unión. Pero todo se frustró, no faltó el soplón; los planes llegaron a oídos de los patrones y, al poco rato el fuego, esa luz de amor propio que ya brillaba en los ojos de los futbolistas, se extinguió.

Tanto que estuvieron planificando, tantas llamadas telefónicas desde la selva chiapaneca a Guadalajara... El entusiasmo crecía. Ya se veían dando esa lección a los patrones. Rafael Márquez estuvo de acuerdo, estaba orgulloso de lo que iba a suceder y de participar en ello. Al último, el Káiser michoacano desquitó su enojo y frustración y llamó cagón a Sergio Bueno, se lo gritó a la cara.

Con el pitazo inicial, los rojinegros habían acordado transitar el balón algunos minutos en su propia cancha –unos dicen que iban a ser tres minutos, otros que cinco–; la cosa es que los Jaguares se iban a quedar ese tiempo inmóviles, hasta propusieron que en ese lapso el Atlas anotara un gol. Una huelga de brazos caídos, o mejor dicho, de piernas rígidas. La singular protesta ante la falta de pagos salariales daría la vuelta al mundo.

Pero el técnico Sergio Bueno entró en acción. Cuando se lo propone sabe ser vehemente, emotivo. Apeló a todo para convencer a sus pupilos y canceló la maniobra, de ahí la furia de Rafa. Otro que quedó terriblemente decepcionado es Egidio Arévalo, ya hasta renunció al equipo sureño. Es un calvario todo esto, dijo el uruguayo.

El patrón, Carlos Chargoy, demostró que no necesitaba esperar hasta el 5 de enero, fecha del ultimátum que la federación le impuso para saldar deudas. Como por arte de magia apareció el dinero y se puso al corriente; asegura que el adeudo era de sólo un mes y no dos, como habían denunciado los jugadores. Chiapas no debe nada, ¡hasta les adelanté!, exclamó triunfal.

En otro escenario, en el estadio Rommel Fernández, también se esfumó el orgullo y el coraje. Sin la motivación que representa tener enfrente la playera de las barras y las estrellas y el reto de sacudirse una nefasta marca, el Tri volvió a su nivel habitual, a la mediocridad, al juego gris y confuso tras los cinco cambios que decidió el alquimista Juan Carlos Osorio, con respecto a la oncena utilizada en Columbus.

El seleccionador no corrige. Vive más preocupado por preparar sus partidos en función del rival que por instalar un sistema propio y pulirlo en la medida de lo posible, dado el escaso tiempo del que dispone para trabajar. El Tri hoy está lejos de ser de esos cuadros que imponen respeto y que saben sorprender con variantes.

Lo más llamativo del encuentro ante Panamá fue el abrazo afectuoso entre los estrategas colombianos, que no se hicieron daño, que se retiraron conformes tras la división de puntos, deseándose suerte para llegar al Mundial. Los tricolores, en su confuso desempeño, lo que mejor hicieron fue cuidarse de los leñazos y de la cancha en mal estado.

México dio un paso atrás. El buen primer tiempo que exhibió ante Estados Unidos alentó la esperanza; no cabía más que esperar un progreso. Ora sí: 90 minutos de juego lúcido y consistente, apabullando como visitante. Pero resultó un cotejo tedioso, aburrido, donde el buen futbol brilló por su ausencia.

Costa Rica va con marcha perfecta. Los ticos han tomado la delantera en el hexagonal final hacia Rusia con dos triunfos, el primero ante Trinidad y Tobago y después golearon a los dirigidos por Jürgen Klinsmann, quien pese a sus dos reveses fue ratificado por Sunil Guiliati, dirigente del futbol estadunidense.

El 24 de marzo próximo el Tri se medirá ante Costa Rica y la única estrategia que por ahora se vislumbra es la de sacar el partido del estadio Azteca, a petición de los jugadores mexicanos que militan en equipos europeos, quienes dijeron sentirse afectados por la altitud de la capital del país. Ahora resulta…

Una vez confirmada la cancelación de la Copa Libertadores, al menos por un año, no queda más que zambullirse en el grandioso futbol casero que, como si se valiera de una estratagema pro marketing, se ha saturado del clásico Chivas-América. Dos episodios más habrá en la liguilla. Jorge Vergara ya sube precios y promete de nuevo dejar fuera al América y mandarlo a comer sushi.