Lucha de clanes
a reciente detención de Aleksei Uliukayev, ministro de Economía de Rusia, acusado de recibir un soborno de 2 millones de dólares a cambio de emitir un dictamen que hizo posible que la petrolera Rosneft, consorcio del Estado, privatizara
a otra empresa del sector público, más que una loable acción de los servicios secretos para evitar un presunto caso de corrupción, se inscribe en la lucha de clanes que, al amparo del Kremlin, se enfrentan por incrementar su fortuna en tiempos de crisis.
Y no es que Uliukayev sea una blanca paloma, desde que su reputación quedó en entredicho cuando su nombre apareció dentro de los llamados Papeles de Panamá como propietario de empresas en paraísos fiscales, pero es motivo de risa hacer creer que el defenestrado ministro se haya atrevido a exigir un soborno a Igor Sechin, presidente de Rosneft y uno de los hombres más cercanos al presidente Vladimir Putin, lo que equivaldría –valga esta comparación más elocuente– a que un gato desafiara a un león: tal sería, transpolado a la política, el peso de ambos personajes.
Al margen de este hecho, es ilógico exigir un soborno por una transacción ya realizada y que no tiene marcha atrás, aparte de que Uliukayev no podía decidir quién se quedaría con Bashneft, sólo expresar su opinión: Putin –aunque la ley prohíbe que una empresa con más de 25 por ciento del Estado pueda adquirir otra del sector público– decantó la balanza en favor de su amigo Sechin y el clan de los generales que dirigen el aparato de seguridad.
La humillación que sufrió el cesado titular de Economía –exhibido en la prensa como un vulgar delincuente, sin que nadie haya visto todavía las imágenes grabadas al momento de recibir el supuesto soborno– es un duro golpe a la pieza más débil del clan que, desde un principio, apoyaba que la petrolera privada Lukoil adquiriera Bashneft.
También es, de cara a futuras privatizaciones, una seria advertencia a los demás funcionarios que defendieron posiciones contrarias a Rosneft, entre otros el primer viceprimer ministro Igor Shuvalov, el viceprimer ministro Arkadi Dvorkovich y el asesor económico del titular del Kremlin, Andrei Belousov, por citar a los tres más influyentes.
Mientras los accionistas minoritarios de Bashneft ya recibieron una oferta para cederle a Rosneft el porcentaje que poseen, el consorcio que preside Sechin ya ultima los detalles de la venta de 19.78 de sus acciones a una petrolera extranjera. Así, junto con igual cantidad que pertenece a la transnacional British Petroleum, 40 por ciento de la principal petrolera de Rusia estará pronto bajo control foráneo.
Sólo faltaría que Putin hiciera suya la propuesta de los directivos de Rosneft de vender 10 por ciento de las acciones en poder del Estado a… los propios directivos. De concretarse, después de nacionalizar durante años la riqueza saqueada por otros, la nueva ola de privatizaciones del Kremlin pondría al servicio de intereses particulares y extranjeros la mitad del gigante petrolero.