Opinión
Ver día anteriorLunes 17 de octubre de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Manda la demanda
L

as repercusiones de la crisis financiera están en el centro de la definición de las políticas económicas. Esta condición se pone en la perspectiva del largo periodo conocido como la Gran Moderación, que convencionalmente se considera que se extendió de 1984 a 2007.

En ese lapso se observó un ritmo más alto de crecimiento y una mayor de estabilidad del producto, mientras que la inflación se redujo con respecto al periodo anterior de los años de 1970.

La teoría económica se prendió de dichas condiciones y elaboró una serie de principios asociados, de modo ejemplar, con el planteamiento de que los agentes económicos actuaban conforme a un patrón de expectativas racionales. Se postuló que se había hallado el modo de estabilizar y crecer, y, además, evitar las crisis recurrentes. Nada más ni nada menos.

Era este tipo de comportamiento el que debía definir las acciones del gobierno en cuanto a los asuntos fiscales y en los bancos centrales la definición de las pautas de la gestión monetaria.

En materia de política pública, en ese periodo se extendieron las medidas de desregulación de los mercados: el laboral, la competencia productiva y en el sistema financiero. En este último caso se permitió el funcionamiento de la banca múltiple, sin restricciones entre las operaciones comerciales y las de inversión, y también en cuanto a la cobertura geográfica. Además se estableció de forma explícita la independencia de los bancos centrales.

Desde mediados de 2008 muchas de estas cuestiones están en claro cuestionamiento. Abarca la manera en que se formulan los principios teóricos hasta el modo de conducir la política pública.

Entre los asuntos que se han replanteado en el marco de la crisis financiera uno es esencial a la disciplina misma, desde sus primeras expresiones antes de la seminal Riqueza de las Naciones, de Adam Smith (1776). Se trata de la relación entre la oferta y la demanda en el proceso de generación de producto, empleo e ingresos, y en el curso ascendente del desarrollo económico.

En un acto casi de constricción, luego de ocho años ya de administrar la crisis, Yanet Yellen, la presidenta de la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos, propuso hace unos días un argumento que incide en el debate sobre la naturaleza cíclica de la producción y la recurrencia de las crisis en el capitalismo.

Este argumento se ubica en la necesidad que han tenido los bancos centrales en los años recientes, de expandir de modo extraordinario su intervención en el mercado de dinero. Crean cantidades enormes de éste y reducen las tasas de interés hasta niveles inusuales, que incluso llegan a ser negativos. Esto ofrece liquidez a los mercados, asunto clave para prevenir el colapso del sistema de crédito y del conjunto de las transacciones y la parálisis productiva, según los patrones vigentes.

Todas estas medidas han generado distorsiones graves en la asignación de los recursos, en la determinación de los precios de los activos, en la creación de ingresos y su distribución entre la sociedad. Esto ocurre en un entorno de estancamiento económico que se ha vuelto crónico y, además, con episodios de renovada inestabilidad en los mercados y en las corrientes de los capitales.

Yellen señaló que el mal desempeño económico desde 2008 sugiere que la caída de la demanda puede tener un efecto persistente en la capacidad de oferta de la economía. Señaló que según estudios del producto potencial de Estados Unidos, la producción está hoy 7 por ciento por debajo de la que podría esperarse de la trayectoria observada antes de la crisis.

De esto desprende que sea necesario revertir el daño por el lado de la oferta, mediante políticas que se acomoden mejor en los periodos de recuperación; en un sentido contrario a lo que usualmente se cree acerca de que la oferta es en buena medida independiente de las condiciones de la demanda. De ahí se deriva la intención de la Fed de normalizar las condiciones monetarias elevando las tasas de interés.

La premisa es, entonces, que la dinámica económica está ligada al nivel y a la composición del gasto, lo que no resuelve de modo directo la participación y el modo en que se engarzan los gastos privado y público para crear condiciones de mayor crecimiento.

Este es, también, el entorno de la discusión actual en México en un momento en que no se puede mantener incluso las condiciones de un crecimiento apocado y de largo plazo, sino que incluso este tiende ahora a contraerse aún más, con mayores desequilibrios fiscales, con fuerte depreciación del peso y mayor inflación.

Yellen también apuntó a la exigencia de entender mejor la forma en que el sector financiero interactúa con la producción y que, según ella considera, aún no consiguen los economistas. Las distorsiones en las corrientes de financiamiento que llevaron a la crisis no se han remontado y la concesión de crédito no se repone ni sostiene una mayor inversión productiva, que permita el aumento del empleo.

Otra vez, este es el caso de México, donde crece de manera notable la actividad financiera, pero el crédito no impulsa las actividades productivas y se concentra en buena medida en el financiamiento del consumo, con el consiguiente aumento de la deuda de las familias.