Martes 11 de octubre de 2016, p. 33
Cinthia tenía 17 años cuando empezó con tristezas profundas que al paso de algunos días o semanas se convertían en ganas de hacer todo
. Varios médicos le dijeron que sufría ansiedad y depresión, hasta que tuvo una crisis: cocinó postres durante todo el día, hasta las 2 de la mañana; luego quiso salir a la calle, pero sus papás no la dejaron. Empezó a gritar y rasguñarse, y rompió sus zapatos.
Fue necesario darle un calmante. Ya había experimentado esos trances, pero no tan feo
, comenta la chica, que ahora tiene 24 años. Lamenta no recordar varias situaciones ocurridas durante alguna crisis, como pelearse con su mamá o agredir a otras personas.
El año pasado comenzó terapias en el Instituto Nacional de Siquiatría Ramón de la Fuente Muñiz y hace una semana le dieron el diagnóstico correcto: trastorno bipolar.
Debido a que ha pasado por varios médicos y organizaciones civiles como Voz pro Salud Mental, donde también la han apoyado, sabe que el trastorno bipolar es una enfermedad crónica. Debe seguir el tratamiento por largo tiempo. Comentó que la semana pasada tuvo depresión, que para ella significa no poder levantarse de la cama ni para ir al baño.
Empezó la terapia con medicamentos y ahora se siente mejor, con ánimo, pero sin euforia. A pesar de las crisis que ha sufrido estos años, la joven terminó la carrera de mercadotecnia. No tiene trabajo y ahora va a estudiar gastronomía. Voy a salir adelante
, afirmó.