Del fara-fara al wara-wara, el Auditorio Nacional se convirtió en un tíbiri-tábara con la música de Los Ángeles Azules la noche del pasado miércoles, en un concierto en el que la cumbia sonidera se vistió de gala y por momentos dejó de levantar polvo para ser casi un vals callejero en fiesta de XV años.

El espacio entre butacas se trastocó en pedazos del California Dancing Club, el Califa de la Portales, y los caballeros ejecutaron sus rutinas aprendidas con el sudor de clases impartidas en academias Bombay, La Canción, o el Dos Naciones, o cualquier otro centro de dispersión.

Las damas se soltaron el listón de su pelo y giraron alegres.

Sin mayor preámbulo, el maestro Odilón agitó su batuta y marcó el compás del éxito Entrega de amor, mil veces bailado y llorado por quienes tienen la suerte de experimentar el milagro del amor. En adelante todo fue la reminiscencia de los bafles que con su estruendo cimbran los cuerpos de las parejas. La onda sonora se escucha hasta la otra colonia e invita a la paloma a congregarse caguama en mano. El barrio llama al barrio.

En Iztapalapa rifan los querubines azulados, los príncipes de sangre azul que resuenan con Cumbia pa’ gozar, Mi único amor, Cumbia picosa, A la cumbiamba, Toma que toma, La cumbia coqueta y La cumbia de la tostadita.

Los músicos confrontan al público entre sí, para lograr que interactúen y sean parte del show.

La sinfónica, como la llamó el doctor Elías, compositor de Los Ángeles Azules, se dio un quemón de pueblo con El listón de tu pelo, exitazo que hipnotizó a Julieta Venegas, quien lo grabó. Por tu amor, Juventud... para llegar a un instante prendido con la presencia de Ha-Ash que interpretaron Mi niña mujer.

Regresa la caballona con Cumbia del infinito y el romance con Me haces falta tú. Otro momento cimero se vivió con la presencia de Kinky, que sumó su acordeón a la hiperrola Cómo te voy a olvidar.

El ambiente está como de fiesta molera y el respetable quiere más con Kinky, que para variar un poco toca la misma. Así fue la simbiosis del Cerro de la Silla regio y el Cerro de la Estrella de Iztapalapa.

Siguió la vida con La cumbia del acordeón y Las maravillas de la vida, Mi cantar y Veinte rosas, para decantar con Hermoso bebé, a dúo con Tessa Ia.

Amor de amores, Amigos nada más, de esas rolas para quienes se arrepienten o dudan de haber iniciado una relación amorosa. ¡A rajarse a su pueblo!

Mis sentimientos o la filosofía del abuso. ¡Ay, amor!, pieza grande entre las gigantescas maneras del dolor, con el extra de que contó con la presencia de la española Ana Torroja, que bailó al ritmo de la cumbia arrabalera bien finolis. Por si fuera poco, con Torroja hizo acto de presencia MC Davo, hip hopero que llevaba preparada una serie de rimas camioneras para Los Ángeles, entronizados y coronados con un metal brillante parecido al oro.

El fin se acerca y el colofón no puede ser más que con un clásico que cantan todas las clases sociales y hasta el lumpen proletariado: 17 años, quizá la mejor composición de Los Ángeles Azules, de Iztapalapa para el mejor de los mundos posibles.