Peña: el aprendiz
Trump lo acusa de mentir
Hillary: ventaja acortada
Pinolera devaluación política
Donald Trump le encanta poner trampas a quienes desean hacer equipo con él y, de ser posible, exhibirlos y botarlos de escena de manera escandalosa. ¡Estás despedido!
, era la famosa frase fulminante que usaba para dejar fuera de juego a algunos de quienes aspiraban a formar parte del equipo directivo de alguna de sus empresas, integración laboral privilegiada que era parte del premio del programa de telerrealidad denominado El aprendiz, que por varios años (comenzó en 2004) transmitió la cadena estadunidense NBC, hasta que el personaje de ego tan subido decidió pasar de la acumulación de dinero (el tema musical de su reality show era For the love of money, interpretado por el grupo de soul O’Jays) a la búsqueda electoral del poder político.
Si Enrique Peña Nieto fuera uno de los partícipes en aquellos concursos televisados, es probable que ya estaría escuchando la sentencia de expulsión. Cuando menos, según el criterio del rubio patrón binacional, por mentir: entrevistado por ABC News, Donald Trump aseguró que Peña Nieto no le había dicho a él que México no pagaría la construcción de un muro fronterizo: “Oh, él no dijo eso. Él tuiteó eso mucho después de que terminó la reunión (…) El hecho es que él no dijo eso. Él tuiteó eso después de que me fui”.
El acusar de mendaz al jefe del Estado vecino no causa ningún problema a un político de telerrealidades como Trump, que es fullero (que hace fullerías, es decir, trampas, engaños en el juego; no se confunda el término con el culero
que, muy cantadito, suele usarse en México en actos masivos para expresar algo más que lo miedoso
que los diccionarios le asignan).
Al contrario, para los intereses del aventurero con ínfulas de capataz resulta muy provechoso entablar un pleito de dimes y diretes con aquel a quien desea avasallar para imponerle el pago de un muro tan fantasioso como oneroso, y para mantener, si el mismo espíritu del tirano visto en la tele se aposentara en la Casa Blanca de Washington, un dominio maléfico (jetatura, es el término usado sobre todo en asuntos deportivos) sobre un interlocutor político contrahecho.
El jefecito, de esculpidos capilares tan rubios como esforzados, ha tenido todo para ganar: él, en su condición de candidato, es decir, en búsqueda de votos y sin responsabilidad de gobierno; EPN, como ocupante de la Presidencia de México, sumido en su mayor crisis política, con un gabinete dividido y un espeluznante camino de dos años y tres meses por recorrer antes de entregar lo que le quede de eso llamado poder.
Grave para México, por donde se le analice: como se ha dicho, el candidato republicano acusa abiertamente a Enrique Peña Nieto de mentir, pero, a su vez, la candidata demócrata ve que la ventaja sobre su adversario electoral, en encuestas de opinión, se ha acortado luego que éste fue recibido en Los Pinos.
Es imposible precisar las razones del estrechamiento de la distancia demoscópica entre la fría y calculadora Hillary y el telepersonaje Donald, pero la deducción más fácil e inmediata pasa por la ayuda ¿involuntaria? dada por Peña, y la ¿voluntaria? dada por el vicepresidente Luis Videgaray, a la causa del especialista en abusar de aprendices. La esposa del ex presidente Bill no es mejor que el estrambótico Donald ni tiene mejores ánimos o planes respecto a México.
A la frialdad del estilete con el que operará respecto del México desguazado al que hace como que gobierna Peña, la implacable Hillary agregará las presuntas razones personales de agravio que le habría suministrado el priísta mexicano al haber ayudado a Trump en el tramo final de la pelea electoral, haya sido decisivo esto o no (que, en política, de poco importa lo que realmente es).
Si Trump se ha recuperado, e incluso va virtualmente empatando o superando a la puntera original, la vista de los especialistas se encarrila de manera natural hacia Los Pinos. Si el personaje, al que Peña Nieto se refirió meses atrás en un contexto en el que mencionó a Hitler y a Mussolini, llegara a instalarse en Washington, habría una repulsa internacional, como lo ha anticipado The Economist, al señalar que Incluso si (Hillary) Clinton gana, ella no le va a agradecer eso al señor Peña. Si resulta que ha ayudado al señor Trump a ser elegido, muchos mexicanos no lo perdonarán ni a él ni a su partido, y tampoco lo hará la mayor parte del resto del mundo
.
La estrepitosa devaluación de Peña ha llevado a rápidos reacomodos en cúpulas políticas, económicas y mediáticas, donde les encantaría tener las facultades de Donald Trump en El aprendiz para despachar sin contemplaciones a quien no encaje en los planes futuros o no cumpla con el perfil gerencial deseado. El trato reverencial, las complicidades y las justificaciones que se sostenían hace poco días respecto del aprendiz de Los Pinos hoy dan paso a críticas, cuestionamientos osados
y preocupación por lo que vendrá, ni siquiera en términos de la elección de 2018, que parece políticamente tan lejana, sino en el día a día, en las decisiones sobre lo inmediato, en la viabilidad por lo que resta del periodo presidencial contratado
.
¡Estás despedido!
, dirían los Trumps mexicanos, en consonancia con una amplia, creciente, inocultable porción de los mexicanos que tampoco desean, aunque por razones diferentes, la continuidad en el poder de los malos aprendices.
Y, mientras fuentes de Los Pinos hacían saber, a la hora de cerrar esta columna, que Peña Nieto no se presentaría a montar guardia en el Palacio de Bellas Artes ante las cenizas del cantante y compositor Juan Gabriel, quien fue homenajeado por centenares de miles de personas en un par de días en la Ciudad de México (ya de regreso de China, EPN solamente había dado condolencias a uno de los hijos del artista fallecido), ¡hasta mañana, con un helicóptero de la Secretaría de Seguridad Pública de Michoacán derribado durante una operación policiaca en busca de detener a uno de los líderes del reorganizado cártel de Los caballeros templarios!
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