lgo pasa en México para que, de manera recurrente, las bombas no exploten. Los escándalos, que en otro país serían mayúsculos, en nuestro entorno se diluyen y tan sólo humean como pólvora mojada. Y con el tiempo, al humo se lo lleva el viento, sin dejar rastro. Diluye, diluye, qué poco queda, podría decir un adagio.
La oficina de la Presidencia informa con respecto a la denuncia de plagio, en la tesis de licenciatura de Enrique Peña Nieto, que se trata de errores de estilo. Son asuntos menores, que a todos les pasa, más aún siendo estudiantes. Sí, estudiantes que juraron servir profesionalmente a la sociedad y, si no, que la sociedad se lo demande
. El rito de pasaje de la licenciatura tiene toda la solemnidad y seriedad de un juramento. Y esa formalidad anquilosada, se convierte en banalidad con el tiempo. ¡Fue hace 25 años!, diría el vocero, lo que se traduce en: ¡a quién le importa!
Y remata con un desafío: Bienvenido el debate
. En efecto, bienvenido. Es algo sobre lo que tenemos que discutir. ¿Por qué oscilamos entre la indignación del ¡Qué nos pasa!
de Héctor Suárez en su clásico televisivo, al compasivo y valemadrista Lástima, Margarito
de Víctor Trujillo?
Por qué en otros países una acusación de plagio ha significado la renuncia de ministros y secretarios de estado y en México no pasa nada. Para cuando este artículo se publique, el tema ya habrá quedado en el olvido.
Ya lo dijo su director de tesis, el ahora magistrado Alfonso Guerrero: se trata de un error de imprenta
, se borraron las comillas, suele suceder. Sobre todo en aquellos tiempos, y de ese modo le echa la culpa a la secretaria. Porque la mayoría de las citas estaban señaladas
, afirma el testigo, pero lamentablemente ya no tiene a mano la copia original para poder demostrarlo. Algo, al parecer, aprendió Peña Nieto de su maestro, aquello de echarle la culpa al otro.
Peor aun, afirma, que, en todo caso, 70 por ciento válido de la tesis es muy original
, con lo cual le da la razón a la denuncia. Para terminar, diría el magistrado que se trata más bien de un ajuste de cuentas, una actitud de linchamiento y permanente hostigamiento
de parte de Carmen Aristegui en contra del Presidente.
Para no ir más lejos, en Perú, el candidato a la presidencia César Acuña (2016) tuvo que abandonar la campaña por denuncias de plagio en su tesis de doctorado, sustentada
en la Complutense de Madrid, y ahora ha sido denunciado penalmente.
Pero este asunto ya es cosa del pasado. Como también son cosa del pasado los 72 migrantes masacrados en San Fernando, Tamaulipas; los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, Guerrero; los 42 presuntos delincuentes abatidos en Tanhuato, Michoacán, los ocho, nueve o 10 muertos de Nochixtlán, Oaxaca. ¿Qué nos pasa, que no pasa nada?
Pero, de hecho, sí pasa. Algo pasa, algo ha cambiado. Ahí están los padres de familia de Ayotzinapa, que no se dejan sobornar y que no cejan en su demanda de que se haga justicia. Ya no, con los culpables, con los asesinos, hay más de 100 presos, pero al mismo tiempo todo eso está, enlodado, diluido y va camino de ser desvanecido. Reclaman que se haga justicia con ellos, que les entreguen los cuerpos de sus muchachos. No puede ser posible que en el pleno siglo XXI desaparezcan a 43 personas y no dejen huella.
Algo pasa, cuando a destiempo y a marchas forzadas la CNDH reporta que 22 personas fueron ejecutadas por la Policía Federal en el enfrentamiento que hubo en Tanhuato, en el rancho El Sol, en junio de 2015. Todo un año para llegar a la conclusión que ya había sido señalada por muchos. Como quiera, esta institución tan ninguneada, de vez en cuando dice lo que tiene que decir.
Algo pasa cuando las medias verdades de Enrique Galindo, comisionado de la Policía Federal, se caen como un castillo de naipes, ante la evidencia de un video del reportero gráfico de Cuartoscuro, Jorge Pérez Alonso. La estrategia de confundir, embrollar y enmarañar la información, casi siempre da resultado. Para botón de muestra baste mencionar la discrepancia en cifras que se dieron sobre el número de muertos. Pero ahí está la evidencia que señala quiénes son los asesinos. Y finalmente, aunque no se dice por qué ha quedado defenestrado.
Algo pasa, cuando celular en mano, la ciudadanía ha empezado a denunciar en las redes a las ladies y a los lores. Y no es poco. Se ha logrado la renuncia de David Korelfeld, que utilizaba para sus vacaciones familiares el helicóptero de la Comisión Nacional del Agua. También tuvo que renunciar el padre de lady Profeco, que utilizó a su antojo a los funcionarios públicos para cerrar un restaurante que no le había dado acceso a la mesa de su preferencia. Y al parecer, Emir Garduño, lord Roll Royce, empresario y constructor mexiquense, que agrede por medio de sus guaruras a otro ciudadano por un asunto de tráfico, ya está en la cárcel.
Y el más reciente escándalo del inefable director de la Conade, Alfredo Castillo, que puso su renuncia en la mesa
después de tomarse selfies y desfilar con su novia en plena ceremonia olímpica. Bien sabe que tiene más vidas que un gato y que pasa de una oficina a otra, pero ya tuvo que pedir disculpas, aunque en este caso al susodicho no se le aceptó la renuncia, sí sabe de deporte
dicen. Debe saber otras cosas para sobrevivir a tantos escándalos.
Todo esto quedó en el olvido con la inexplicable invitación del Presidente a Donald Trump, que sirvió para generar una cortina de humo a los problemas que todos los días nos agobian. Como quiera, algo pasa cuando se puede denunciar públicamente un plagio y demostrarlo, cuando se puede decir que la invitación a Trump fue una traición a los mexicanos vejados y ofendidos.
De ahora en adelante habrá que revisar las tesis de los candidatos presidenciales y también de los suspirantes a otros puestos. Nunca tan bien dicho aquello de que si no cumples con responsabilidad y probidad en tu profesión, que la sociedad te lo demande
.