Deuda: 1982, redivivo
La mesa está puesta
¿Otra década perdida?
n fantasma recorre Los Pinos: el de José López Portillo, con su cauda de corrupción, nepotismo, excesos y crisis de deuda. Con este personaje reventó el modelo de la Revolución
, y quienes decidieron sustituirlo por uno más moderno
de plano no aprendieron de la experiencia.
Como bien advierte el Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) de la UNAM, más allá del estilo personal de gobernar
(Cosío Villegas dixit), a estas alturas la mesa está puesta para una formidable crisis de deuda como 34 años atrás
, en el cierre sexenal de José López Portillo.
El CAM adelantó a México SA su más reciente análisis (Endeudamiento público en México: historia de irresponsabilidad e incapacidad), de próxima divulgación, del que se toman los siguientes elementos:
La historia de la deuda pública en México es de dispendio e irresponsabilidad por parte de los gobernantes en turno. Se observa una tendencia creciente de la deuda pública total desde 1982, pero ésta ha venido acelerando su crecimiento en los últimos ocho años, hasta llegar en diciembre de 2015 a cerca de 7 billones 510 mil millones de pesos. La tendencia ha sido incesantemente creciente en todo el periodo. Sin embargo, se puede apreciar un cambio en la celeridad del endeudamiento, pues en el periodo 2008-2015 su saldo se triplicó con respecto a 2007; es decir, en siete años el país se endeudó en un monto 3.16 veces mayor que el acumulado en los 26 años anteriores (1982-2007): 5 billones 800 mil millones de pesos.
Si se considera la intensa propaganda de austeridad
y responsabilidad
en las finanzas públicas enarbolada por Felipe Calderón, y los tres años y medio de Enrique Peña Nieto, y que a su vez ha sido la pieza de resistencia
de todo su discurso, los datos reales los contradicen totalmente. De hecho, es evidente que en los últimos nueve años el endeudamiento público ha tenido un crecimiento en términos absolutos sin precedentes, comparado con los cuatro sexenios previos.
El esquema tributario mexicano muestra una baja capacidad de equilibrar el presupuesto, a pesar del incremento de impuestos indirectos como el IVA o el IEPS en los últimos años, los que a la postre son los que afectan en mayor medida el consumo de las familias; es quizá en este punto en el que se debería evaluar la posibilidad de reformar el esquema de tributación con mayor énfasis en los impuestos directos como el ISR y aquellos que se aplican sobre la capacidad económica de las personas y empresas.
Para nadie es una sorpresa la incapacidad histórica del gobierno mexicano para resolver integralmente los problemas estructurales del país. Sin embargo, ella se ha traducido en la creación de desequilibrios fiscales y económicos en general, que han desembocado en crisis que ha atentado contra el bienestar de la sociedad en su conjunto.
Un ejemplo de las consecuencias de esta incapacidad estructural es la crisis de la deuda que comenzó en 1982, pero ¿por qué este es un antecedente tan importante? Básicamente porque el inicio de este periodo crítico se fundó en tres razones: una subida de tasas de interés internacional, disminución de los precios del petróleo, y el sobrendeudamiento del país; los primeros dos venidos del exterior y el último fabricado aquí mismo. El panorama actual es increíblemente similar al de hace más de 30 años, es por eso que vale la pena recordar.
Es un hecho que una parte sustancial del gasto público en México es financiado con deuda, pero la forma en que se gasta determina las posibilidades de pago de dichos compromisos. Un principio básico de las finanzas públicas sanas reclama utilizar el endeudamiento en proyectos e inversiones que tengan la capacidad de amortizar los préstamos que fueron empleados en su implementación. Sin embargo, en promedio de 1990 a 2016 el gasto corriente (que representa en mayor medida sueldos y salarios, servicios personales y gastos de operación) fue 152 por ciento mayor que el gasto de capital.
La información disponible parece indicar que México está en la antesala de un nuevo episodio crítico; como tres décadas atrás, la coyuntura nacional e internacional parece coincidir con aquella época y la capacidad de recaudación de los tres órdenes de gobierno se encuentra imposibilitada para hacer frente al gasto presupuestado, los precios del petróleo bruscamente han bajado y no hay visos de recuperación, lo que deja en posición vulnerable a las finanzas públicas.
Los tres primeros años del sexenio peñanietista han traído un incremento de 39 por ciento en la deuda del sector público (50 por ciento en el saldo histórico de los requerimientos financieros del sector público, la deuda de deudas), y de continuar con ese ritmo el débito del sector público crecería hasta llegar a 10 billones 420 mil millones de pesos, lo cual traería un incremento absoluto cercano a 93 por ciento durante el mandato de EPN.
Difícilmente las cosas van a cambiar en los próximos años a pesar de su gravedad, pues las condiciones políticas se prestan para que el Congreso, con mayoría del partido en el poder, siga aprobando un mayor endeudamiento; un freno a esta situación podría venir del exterior por medio de la rebaja en las notas de las calificadoras, lo cual pondría en severos aprietos al conjunto de la economía, pues el tipo de cambio se vendría abajo y la salida de capitales no se haría esperar.
El medio en el que se desenvuelve la economía nacional y su frágil equilibrio nos obliga a recordar las lecciones del pasado; la mesa está puesta para una formidable crisis de deuda como 34 años atrás, en el cierre sexenal de José López Portillo. Es responsabilidad de toda la ciudadanía exigir cuentas claras y verdadera responsabilidad por parte de todos los órdenes de gobierno; el ignorar o menospreciar los datos y la historia misma nos acercan peligrosamente a una nueva década perdida.
Las rebanadas del pastel
Por tercer mes consecutivo aumentan precios de los combustibles y tarifas eléctricas, es decir, sucede exactamente lo contrario de lo comprometido por el gobierno peñanietista. Entre gasolinazos y tarifazos llega el inquilino de Los Pinos a su IV Informe de gobierno. Entonces, ¿con qué cara dirá ¡cumplí!
, y presumirá que las reformas
–entre ellas la energética– han sido exitosas
?… Va un abrazo de mi tamaño a la dueña de mis sistemas cardiaco y nervioso por la velita número 18. ¡Salud!
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